Capítulo diez - Iniciemos de nuevo

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Esta es una doble actualización, así que si por inesperados motivos del destino Wattpad te envió a este capítulo, primero ve al anterior;)

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Conmigo nada te ocurrirá, Lya.

Su mano empezó a acariciar mi espalda, repetía una y otra vez que estaría a salvo y yo en respuesta asentía con la cabeza. No recuerdo haber sentido otra cosa en toda la noche, ni siquiera el momento en que me quedé dormida entre sus brazos en aquel sillón del estudio hasta la mañana siguiente.

Abrí totalmente mis ojos, viendo que después del día de ayer el sol estaba en su máximo esplendor, indicándome que era al menos más de mediodía. Me removí un poco y sin querer lo desperté.

—¿Qué hora es? —preguntó parpadeando varias veces. Fijó sus ojos en mí que, gracias a la luz que entraba a la habitación, lucían de un tono verdoso bastante claro. Me quedé un rato absorta en ellos no solo por su bipolar tonalidad, sino porque había algo más en su mirada que había cambiado.

—C-creo que... son más de las doce —pronuncié sin moverse o apartar mis ojos de él.

—¿Se siente bien? —preguntó con evidente ¿preocupación? —. Ayer en la noche tuvo un pequeño ataque de pánico.

Ah, ayer. Es así como la pequeña nube de tranquilidad y emotividad se revienta y deja pasar a todo aquello que me ha hecho estar furiosa con este hombre.

Carraspee un poco y miré hacia la puerta, aflojando el agarre de sus brazos alrededor de mi torso.

—No tiene importancia —dije y me levanté para estirarme un poco—. Ya debo irme.

—Si espera a que desayunemos algo y a que me asee un poco, le diré al chofer que...

—No se preocupe, señor King, tengo todo cubierto y listo para regresar —hice una coleta en mi cabello para despejar mi rostro—. Agradezco su hospitalidad por haberme permitido quedar en su casa, ya no habrá necesidad de vernos a partir de hoy.

Asintió con su cabeza, formando una fina línea con sus labios.

—Debe firmar los documentos, por tanto, debe esperar a que John venga.

—Su oficina queda frente a mi casa, puedo ir a la recepción mañana mismo y firmarlos —volvió a asentir y me di media vuelta para caminar hacia la puerta.

Tomé el pomo de la puerta, pero al girarlo, esta no se abría. Dije una plegaria en voz baja y volví a intentar abrirla, pero el resultado era el mismo.

—¿¡Qué le pasa a esta puerta!? —pregunté irritada.

Bien, deben saber que el noventa y nueve por ciento del tiempo soy pura felicidad, amor y alegría, y el uno por ciento restantes es todo lo que nadie quiere conocer, pero que ahora conocerá el señor King.

Amor a primer accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora