Capítulo tres - El mejor amigo

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—También recuerda

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—También recuerda...

—Trasplantar los bonsáis, estas fechas son las ideales para ellos—cerré la cajuela del auto tras terminar de ayudarle a subir su maleta—. Mamá, solo será una semana que disfrutarás en Maine.

—Aire puro que te sentará de maravilla—aclaró Gina saliendo de la floristería.

—Nosotras nos encargaremos de todo, tú solo relájate y diviértete en tu retiro espiritual—caminamos hacia el lado del copiloto—. Además, creo que así podrás conocer mucho mejor a ese tal... ¿Cómo se llamaba Gina?

—¿Un tal Frank tal vez? —asentí y su rostro se puso un poco colorado.

—Ya sabes, podrán hablar, saber de sus gustos y posiciones favoritas...

—Lya Marie Vanderwall Jones.

—Hablaba del yoga, no seas malpensada—me reí ante su llamado de atención y me acerqué para besar su frente—. Nos vemos el próximo martes mamá.

—Cuídate mi hermosa florecita, y no hagas nada loco mientras no estoy.

—Mamá, no tengo diez años—entrecerré los ojos ante su sonrisa.

—Puedes tener hasta cincuenta años cariño, pero ese alma tan traviesa y alegre nunca se ira—abrochó su cinturón de seguridad—. Soy tu madre y te conozco muy bien, así que por eso te lo digo.

—Está bien, tratare de tener mi alma quieta.

Subí a la acera y me despedí con mi mano en el momento en que el auto arrancó. Había prometido tener mi alma quieta, pero no mi mente y mis manos. Miré el edificio y me di media vuelta para entrar en la floristería.

Estaba más que segura de lo que le había dicho a mister control ayer, así que recurrí a la única persona que sabía me ayudaría en este asunto, además de llamar al ayuntamiento.

Y hablando de la razón, gracias al sonido de la campanilla de la entrada, supe que estaba aquí.

—Perdona la demora, el cambio de turno se tardó un poco—dejé a un lado los tulipanes y le sonreí.

—Tranquilo Tony, mamá acaba de irse a su retiro espiritual en Maine y también me ocupe.

Tony Stephens, hasta ahora la primera y única persona que no había salido corriendo tras conocerme. Y no es que hubiese tenido oportunidad de hacerlo porque tuve que pagarle el café que sin querer le había derramado encima, en la cara, para luego tener que ir al hospital por las pequeñas quemaduras. En vez de enojarse conmigo estando en urgencias mientras me disculpaba en todos los idiomas y todas las formas posibles, su risa me hizo saber que por primera vez había encontrado a alguien a quien no le desagradaba y no había matado por mi torpeza.

Ese incidente paso a los dos días de trabajar en la editorial. Es el jefe de seguridad del edificio donde se encuentran las oficinas principales de World of Words Editorial.

Amor a primer accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora