De a ratos lo observaba por el espejo retrovisor, dormía profundamente y cada tanto se removía un poco.
En un semáforo se giró y tomó su mano, gracias a la calefacción ambos habían entrado en calor. Lo miró. Se veía tan tranquilo, no entendía como ese mismo chico que ahora descansaba en su auto, ese mismo que solía mostrarse tan tierno la mayoría del tiempo, con esa maldita sonrisa que cautivaba a cualquiera y esos ojos que te hacían perderte en ellos. El mismo que era amante de la leche chocolatada y que solía pararse en puntitas de pie por su baja estatura, ese chico algo aniñado era el mismo que desataba el caos en su vida y lo descolocaba por completo, haciendo cosas como las de esa noche, logrando que su corazón casi se saliera de su pecho.
Lograba sacarlo de quicio y que derramara miles de lágrimas por el.
Lo odiaba.
Y a la vez, lo amaba como a nadie.
No, no lo odiaba. Nunca podría. Ojalá pudiera, porque, quizá, las cosas fueran mas fáciles, menos dolorosas... Pero también sabía que, mientras ambos existieran, tarde o temprano se cruzarían y el volvería a caer, porque, una vez que esos zafiros te miran, caes, y el, estaba en el maldito fondo desde hace años. Siete años.
El claxon de un auto lo devolvió a la realidad, soltó la mano de Louis y volvió al volante acelerando.
Pasado un rato, Harry decidió que sería buena idea pasar por una farmacia y comprar algún analgésico para Louis, pues sabia que despertaría con una gran resaca.
Manejo unas cuantas manzanas mas hasta llegar a una farmacia 24hrs. Aparcó y, trancando las puertas, se dirigió hasta allí.
Una vez que tenía las pastillas, caminó a la caja, fue rápido, el lugar estaba vacío.
Antes de pagar tomo unos cuantos paquetes de snacks y, con una media sonrisa, tomó unas pequeñas bolsas de cereal que allí había. Sabía que era de los favoritos del mayor.
De nuevo en el auto, dejo las cosas en el asiento del copiloto y miró hacía atrás, el castaño aún dormía.
Arrancó el vehículo y se dirigió de una vez a casa.
Al rededor de 15 minutos después, habían llegado. Se adentro en la cochera y una vez adentro, apagó el auto.
-Lou despierta, llegamos- trato de despertarlo pero el mayor solo se removió- Ya Louis despiértate, no te cargaré.
-Déjame dormir maldito gigante.
El menor no pudo evitar reír- Mira minion, te levantas y caminas hacia la casa o te juro que te daré una patada en ese lindo trasero que tienes- Golpeo su brazo y finalmente Louis abrió los ojos.
Lo miro unos segundos, se incorporó y, con algo de ayuda de Harry, salió del auto.
Apenas se puso de pie, sintió que su cabeza daba mil vueltas, apoyándose en las paredes, se adentro en la casa y fue en silencio directo a la habitación del menor, claramente no era la primera vez que estaba en esa casa y la conocía muy bien.
Con Harry siguiéndolo detrás, entró a la habitación y se frenó de golpe, girándose para quedar cara a cara con el menor y este le miró algo confundido.
-Yo...eh...¿Podría usar el baño para darme una ducha?- No estaba seguro si era por el dolor de cabeza, el alcohol o el malestar que tenía en el pecho, pero se sentía sumamente nervioso por la presencia de Harry.
-Sabes perfectamente que no tienes que pedirme permiso para nada Lou, esta también es tu casa- sonrió y se acercó para abrazarlo, pero este se apartó y una punzada se formó en el pecho del rizado. Su sonrisa se esfumó.
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Llamas Gemelas
FanfictionSi bien podía decir que pasó muchos de los mejores momentos de su vida a su lado, tenía que decir que muchos de los peores también. ¿Qué pasa cuando dos chicos se enamoran perdidamente en una industria sumamente homofóbica que los obliga a alejarse...