Narra Daniel
Tenía un problema el cual no quería admitir y Mateo, mi mejor amigo, me lo recordaba con frecuencia. Tenía veinte años y todavía no me había enamorado ni tenido sexo, y no es que no lo intentara, solo no podía. Cuando llegaba el momento de la verdad, cuando estaba en la cama con otra persona, simplemente no podía concretar, era como si mi cuerpo realmente no quisiera nada de ellos. Intenté con chicas, inclusive con chicos, pero el problema siempre recaía en mí. ¿Qué tengo de malo? ¿Por qué no puedo tener una relación con otra persona? ¿Por qué no se me paraba? Mi amigo me comentó sobre un psicólogo que se especializaba en este tipo de problemas, pero yo tenía miedo de ir, al fin y al cabo era un desconocido, seguramente se reiría de mi problema, bueno en realidad de mí.
-Te juro que es muy bueno- insistió.
-Mateo, no sé cómo haces para convencerme de hacer estas tonterías- lo vi rodar los ojos-. Hablo en serio.
-Y yo también- dijo sentándose a mi lado en el consultorio-, vas a salir de aquí agradeciéndome.
-Lo dudo- bufé-, ningún doctor me pudo ayudar.
-Porque no es un problema físico- tocó mi cabeza con su dedo índice-, es un problema psicológico.
-Callate- corrí su mano-, vos entendés de esto menos que yo.
-Yo tengo sexo con Manu casi todos los días- me recordó.
-Seguramente porque te mandas alguna e intentas arreglarlo como sea- se quedó callado.
-Al menos yo sí tengo sexo- susurró.
Iba a golpearlo pero la secretaria del Dr. Oliva dijo mi nombre, me levanté de mi asiento y la seguí por el largo pasillo que daba a la oficina del doctor. Me sentía raro, no quería hablar de esto con alguien a quien no conocía, me detuve cuando ella lo hizo, se volteó en mi dirección y sonrió, la verdad es que parecía demasiado macabra la ancianita.
-Entra- me ordenó-, él te espera.
Ignoré la extraña sensación que me causó la señora y toqué la puerta, esperaba a que me dieran permiso pero no respondía nadie. Luego de unos minutos parado como idiota fuera de la puerta pasé. Pude encontrar a un hombre parado frente a una estantería de libros, era alto, rubio, tenía puesto lentes y detrás de estos unos ojos azules que brillaban por el reflejo de la luz.
-Hola- dije con timidez.
-Sr. Ribba- dijo mientras levantaba su vista de aquel libro para escanearse con mi mirada, me sonrió y se acercó a los sillones que había frente a la biblioteca-, por favor, pase.
-Sí- mi voz salió como un suspiro.
Me sentía abrumado por lo lindo que era, pensé que sería un anciano verde que me hablaría de sus tiempos cuando podía coger, en cambio me encontré a un hombre, de no más de veinticinco años, el cual me atraía y mucho. Me acerqué a los sillones y me senté frente suyo, pude verlo organizarse tomando una agenda y una lapicera para escribir sus anotaciones. Me daba curiosidad saber más acerca de él.
-¿Puedo hacerle una pregunta?- salió de mi boca.
-Sí, dígame- llevó su vista hacia mí.
-¿Por qué eligió sexología como carrera?- río por mi pregunta, su risa era rara pero linda.
-¿Por qué no?- me preguntó.
-No sé- respondí-, quiero saber qué lo llevó a decidirte por esta carrera.
-Combino dos cosas que me gustan- respondió simple-. Pero estamos aquí para hablar de usted, yo no soy tan importante.
-Creo que sí lo eres- me sonrojé-. ¿Lo dije o lo pensé?- le pregunté.
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One Shots - Freestylers
FanfictionHistoria aisladas de los ships que más me gustan. (ABIERTO A PETICIONES)