CAPITULO 8

115K 12.3K 7.3K
                                    

El gato y el ratón. 

Marcello.

Escucho a mi padre despotricando en todos los idiomas que conoce, demostrando su enfado e impaciencia con respecto a la situación.

Se metieron a nuestra casa y la sacaron de la forma menos esperada. Fue sigilo total y no estábamos preparados para ellos.

Las metralletas en la entrada no habían sido utilizadas y de no ser por la impaciencia de mi madre buscando a Vittoria, habríamos tardado más tiempo en darnos cuenta de la realidad solo por creer que se trataba de otro de los berrinches de ella. Mi hermana no quería casarse, lo dejó claro en la última cena familiar, y madre prefirió creer que ella solo estaba queriendo ser el centro de atención al no bajar.

—¿Qué encontraron? —Miro directamente a Orazio, mi jefe de seguridad, cuyos ojos están fijos en el suelo—. Mírame de una puta vez.

Sus ojos negros vacíos de toda emoción no reflejan más que culpa.

Mi hermana no está y es su jodida responsabilidad. Tanto como es la mía.

— Esto. —me tiende una caja de terciopelo roja con una nota encima.

Padre intenta arrebatarla de mis manos, ganándose una intrépida mirada de amenaza lanzada en su dirección deteniéndolo en seco.

—Debemos cerrar la ciudad, lo sabes. 

Sacudo la cabeza. Será una estupidez hacerlo. Han pasado tal vez treinta minutos desde que todo se desencadenó, a estas alturas ya deben estar más lejos de las fronteras de nuestro territorio. 

—Marcello —me llama.

Lo encaro. 

—Déjame hacer las cosas a mi manera —digo con desprecio. Si él no hubiese pactado esta mierda en primer lugar antes de darme el puesto esto no estaría sucediendo.

Vittoria es una niña que no tiene idea de lo que sucede tras las puertas cerradas y él la lanzó directo a los lobos.

—¿A tu manera? —me enfrenta delante del arco principal de seguridad, sin importarle que está poniendo nuestra credibilidad en un hilo—. Debiste cuidar a tu hermana toda la noche y en su lugar te encerraste a follarte a la mujer de Félix mientras alguien más hacía tu trabajo. —Me apunta con su dedo índice directo a mi pecho. Sus ojos brillan con furia e ira mientras que los míos están ausentes de alguna emoción a pesar de estar consumiéndome por dentro—. Pensaste con tu polla en vez de con tu cabeza y arrastraste a la familia a una guerra con los Oshiro por esto.

Toma todo de mí, no sacar el arma en la cinturilla de mi pantalón y apuntarle. Es mi padre, pero en este momento, me importa muy poco.

Sabíamos que vendrían por nosotros, después de todo, tiraron nuestro sistema de seguridad no una sino dos veces, demostrándonos lo buenos que son en lo que hacen. Les dimos el pase a la tercera y les hicimos creer que tenían oportunidad.

Los esperamos, y estábamos listos para atacar. Mi sospecha de que se trataba de los Abramov, quedó en el suelo junto con el condón que había utilizado cuando las palabras de Félix salieron.

No fueron los rusos. A ellos les gustan las cosas a lo grande y es por ello que esperábamos un baño de sangre.

Algo que no sucedió.

Mi sangre quema mi torrente sanguíneo al imaginar lo desprevenidos que estuvimos por confiar en meras suposiciones. Otro motivo para querer clavarle el cuchillo a mi padre en el corazón. No dejó que hiciera esto a mi manera, tuvo que pensar en una maldita fiesta queriendo exaltar algo que solo puso a mi hermana en peligro.

PELIGROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora