CAPITULO 56

107K 10.4K 15.7K
                                    

Conmoción

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Conmoción.

Anastasia.

Mis ojos se sienten pesados al igual que mi cuerpo, apenas si consigo apartar las sabanas que me tienen sudando a más no poder. Mi garganta rasposa me exige agua, mi cabeza una pastilla que me desaparezca la migraña y todo mi ser me pide que tome la pistola de mi mesita de noche y me pegue un tiro para morirme de una buena vez.

No recuerdo muchas cosas de anoche, no quiero hacerlo. Padre me abrazó durante horas y exploté, pero cuando lo hice alguien me sostuvo con fuerza y...

Mis manos se cierran en puños cuando vuelvo a la realidad, poco a poco incorporándome en la cama en la que me siento como una intrusa porque no encuentro a mi esposo a mi lado y caigo en cuenta que lo de ayer no fue un maldito sueño.

08:00 a.m.

Esa es la hora que marca el reloj.

No dormí mucho entonces, apenas un par de horas a pesar del sedante que sé que me colocaron cuando tuve un colapso en la sala. Recuerdo a Salvatore quitándome la pistola cuando comencé a disparar quebrando los cristales de las vitrinas que guardan el licor de padre. Recuerdo a Vittoria hecha un mar de lágrimas cuando Orazio le explicó lo que pasó.

Orazio.

Por supuesto que recuerdo mis gritos en el auto, él no quiso hacerme caso. Dejó a mi esposo atrás cumpliendo una orden tan absurda que me trajo de vuelta a Barcelona sin él.

Contrario a los miles de pensamientos que se pasan en mi cabeza, en donde acabo matando a ese hijo de puta, me adentro en la ducha, luchando contra todo para no quebrarme cuando el agua comienza a empaparme, dándome el tiempo de evocar recuerdos de lo sucedido hace menos de veinticuatro horas.

Ibrahim nos jodió.

Todo se nos cayó.

No sé si Marcello está vivo o muerto, pensarlo es tan difícil como intentar hacerme a la idea. Él no puede estar muerto, claro que no.

Apenas si consigo vestirme con rapidez al salir, atando mi cabello en un moño en la cima de mi cabeza a pesar de que está mojado. La chaqueta de cuero a juego con el pantalón me tiene mirándome en el espejo para acomodarme la ropa.

Lo que encuentro no es ni de cerca la mujer que salió de aquí ayer. Me siento rota, perdida, pero, sobre todo, me siento dolida. Él tomó decisiones que no debió, pero fui yo la que tomé la primera, sentenciándonos a todos al momento en que decidí no acabar con la vida de Ibrahim Musleh en Dubái.

Encuentro mi bolso en una esquina. Tengo poca ropa aquí, pero no tengo el tiempo para ir a mi departamento y partir a Madrid.

Rebusco entre mis cosas y casi termino cortándome con el cuchillo de Marcello que no he sacado desde que lo metí. Mis dedos rozan la esmeralda rodeándolo y termino sacando el colgante que me dio mi esposo.

PELIGROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora