PRIMER DÍA

1.1K 9 0
                                    

PRIMER DÍA

¡PUM!

La explosión fue tan fuerte que se pudo escuchar en media ciudad. La onda expansiva arrojó vidrios y demás material a varios kilómetros a la redonda. Cuatro personas murieron en el acto, las cuales tenían quemaduras tan graves que quedaron prácticamente irreconocibles. El fatídico saldo continuó así: veintiséis heridos, locales comerciales y viviendas con diferentes tipos de daños en más de treinta manzanas y un cráter de cinco metros de diámetro. Algunos inescrupulosos aprovecharon el caos y quisieron saquear las instalaciones comerciales, en respuesta, la policía se batió a tiros con los delincuentes e infortunadamente, una mujer quien transitaba casualmente por el lugar, recibió una bala en la cabeza. Minutos después se confirmaría su deceso en un hospital local…

Dejé de leer aquella antigua noticia que mi nueva mentora me había obligado a consultar desde su celular y traté de recordar lo que yo estaba haciendo esa fatídica noche…

… Estaba en mi cama, disfrutando de mis primeras horas de sueño cuando escuché el estruendo. No hay sonido más espeluznante que ese y sin embargo se lo atribuí a alguna especie de alucinación nocturna. ¡Qué fácil es ser indiferente ante el dolor cuando no es tuyo! La noticia de última hora llevaría tal vez toda la noche retumbando en los principales medios nacionales, pero solo a primera hora de la mañana tuve la capacidad de conectar el petacazo con la realidad: Aquella madrugada (más exactamente a las 12:05) del primero de septiembre del dos mil ocho, el palacio de justicia de Cali, “Pedro Elías Serrano Abadía” voló en mil pedazos. Los cuatro occisos fueron unos desafortunados indigentes que dormían cerca de la zona sin saber que jamás volverían a despertar. Luego de las correspondientes investigaciones, el gobierno de la época le atribuyó el atentado a las células urbanas de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), grupo guerrillero que por más de cincuenta años, generación tras generación ha perpetuado un conflicto armado contra el estado; cuyas consecuencias las pagan los civiles de a pie y cuya fecha final está escrita con tinta indeleble encima de cada lapida que se suma a diario en la crónica roja de algún periódico amarillista o los titulares morbosos de los noticieros. 

Apagué el televisor conservando en mi mente el impacto inicial, pero como dice la canción del gran Héctor Lavoe, “Periódico de Ayer”, tristemente aquella noticia fue…

…Sensacional cuando salió en la madrugada

Al medio día ya noticia confirmada

Y en la tarde materia olvidada…

 

Olvido. La enfermedad del colombiano promedio. Los años pasaron y la vida siguió. Se limpió la sangre, se secaron las lágrimas, se enterraron los muertos, se recogieron los pedazos y la indiferencia volvió a todos, como siempre. Yo incluida…

- ¿Lista?  Ya deje ese celular y vamos.

La entusiasta invitación de mi nueva compañera me sacó de un tajo de mis reminiscencias. Fue como una especie de orden difícil de resistir. Me incorporé pesadamente de la silla donde la esperaba luego de haberme cepillado los dientes y retocar mi maquillaje. Habíamos almorzado en un salón del edificio que estaba destinado para ello. Dicho edificio tenía cuatro pisos para los servicios de Montero Abogados & Cía. Ltda. En el primero estaba el recibidor, donde se podía encontrar a un vigilante que hacía las veces de recepcionista, en el segundo estaban los cubículos de los dependientes judiciales, en el tercero la oficina de mi jefe y el último era en donde nos encontrábamos.

LO QUE GRITA TU SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora