· XXVIII ·

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—Yoonoh —Exclamó atropelladamente el rey Jeong, mientras trastabillaba hacia atrás cayendo al suelo y embarrándose de la sangre de los que una vez fueron sus súbditos—. Hijo... —trató de acudir a su consciencia—. No puedes..., no puedes seguir con esto. No es lo correcto.

La risa desquiciada, ruidosa y ronca de Yoonoh se expandió por el pasillo principal del castillo. Y este, decidido a divertirse un poco, a degustar lenta y placenteramente su venganza; solo atinó a acercarse a pasos flojos, y perezosos hacia la persona que lo había utilizado como objeto para sus propios intereses.

—Eso suena demasiado descarado viniendo de ti, ¿No crees? —Habló serenamente a la vez que se inclinaba, para mirar más de cerca la expresión que ponía su progenitor—. Más aún, si esas palabras son dirigidas a mí —repuso sonriendo—. Quien ahora es un maldito a costa de tu juventud sin fin —dijo con ironía, soltando otra risa escandalosa—. Y creo que ahora mismo, hasta parecemos gemelos.

—H-hijo... —Tartamudeó el hombre ansiosamente—. N-no puedes matarme... Soy tu padre...

—¿Y quién dijo que no puedo? —Preguntó seriamente el príncipe. Viéndose en sus ojos el odio, e infinito desprecio que tenía hacia su propio padre; quien, al percatarse de ellos, tembló y sin ser capaz de enfrentarlos, inclino la cabeza—. ¿El guardia con el que me mandaste a encerrar? —siguió preguntando a la vez que su piel se iba oscureciendo, y las plumas comenzaban a nacer en su cuerpo. Horrorizando al otro al presenciar por primera vez en lo que había convertido a su único hijo—. ¿El demonio que se llevó mi humanidad?

—Y-Yoonoh... perdón... —Pidió el rey, comenzando a soltar lágrimas puras de dolor tras haber atestiguado la muerte de su esposa, y de mucha gente inocente.

Y lo peor, ser verdaderamente consciente de en lo que había permitido que su querido hijo, termine convertido.

—¡Oh! No lo sientas —Interrumpió perturbadoramente tranquilo el ahora monstruo, acercándose más aun al que una vez vio como figura ideal a seguir—. No espero que lo hagas —inquirió roncamente agarrando a su progenitor del cuello, presionando con fuerza y elevándolo—. Porque esta apariencia siempre me recordará el no permitir que alguien más me vea la cara.

*****               *               *****

—Taeyong... —Susurró apenas, presionando sus dos palmas sobre su propio pecho como un intento vano por regular su propia respiración—. Duele...

Sintiéndose completamente angustiado y sin tener idea de lo que podría hacer para menguar el sufrimiento del otro; Taeyong solo pudo apresarlo entre sus brazos, soltando varias lágrimas de impotencia, y tratando de pensar en algo.

—Tranquilo —Fue lo único que se le ocurrió decir, mientras seguía acariciando aquella cabellera oscura—. Yo voy a estar aquí, contigo.

Pero Taeyong sintió que tal vez no podría ser así.

Y de repente una niebla espesa y negruzca, nació de la madera vieja y podrida del suelo como si tuviera vida propia, pues los envolvió de inmediato.

Asustado, el castaño se aferró al cuerpo moribundo del otro, y valientemente trató de arrastrar a los dos lejos, pero ya era demasiado tarde.

El cuerpo en sus brazos comenzó a desintegrarse, y presa del pánico, apretó aún más al otro, sin importarle si le hacía daño o no.

—No, no, ¡Abre los ojos! —Gritó histérico, pero a esta altura, el contrario estaba demasiado inconsciente de sí mismo como para darse cuenta de lo que estaba ocurriendo a su alrededor.

Finalmente, y antes de procesar lo que ocurría, el cuerpo en los brazos de Taeyong había desaparecido.

AnateMA | JaeYong [Adaptación] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora