· XXIX ·

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Oscuridad.

Penumbra.

Se frotó toscamente el rostro, con miedo, un dolor profundo en el corazón, y aún esperanzado de encontrar algún rastro de él, captando todo lo que le era posible en todas direcciones.

Nada.

Era como si estuviera rodeado de nada.

No se encontraba en el castillo, ni en su cuarto o algún lugar que haya visto a lo largo de todas sus experiencias de vida. Todo era oscuridad, lúgubre y sin muestra alguna de que estaba en el mundo que conocía.

Sin rastro alguno del que una vez fue un monstruo que estuvo recostado en su regazo.

Solo.

"No puede ser"

"No puede ser"

Taeyong negó con la cabeza una y otra vez.

"Me niego a aceptar esto"

Entonces, como si algo reaccionara ante sus propios pensamientos. Desde algún punto de entre toda esa oscuridad a su alrededor, a la lejanía y de manera extraña, una pequeña ráfaga de luz se hizo presente.

Con la creencia inmediata de que aquella podría ser una salida. El castaño se puso velozmente en pie, y corrió, con el único pensamiento de que una vez fuera de allí, debía buscar el castillo y encontrarlo.

"No pienso dejarle solo" Pensó una vez más, a la vez que se limpiaba el rostro con brusquedad ante la vista nebulosa, por las lágrimas derramadas.

"No ahora"

Inesperadamente una voz gruesa vino a sus oídos, originada en aquella apertura, pero no le importó y siguió corriendo.

De repente, la oscuridad desapareció.

Frenó de golpe al ser consciente de la presencia confusa de un hombre adulto que posaba su palma sobre la cabeza de un chico arrodillado a sus pies.

De manera involuntaria, buscó el sentido en lo que ocurría frente a sí.

Por las características de aquellos vestuarios, y de la habitación. Supo que se trataba de algún noble con su hijo, dentro de los aposentos del más adulto, pero cuando este último levantó la cabeza, y el más joven se puso en pie, con unos ojos resplandecientes de ansias demasiado evidentes, las manos y rodillas de Taeyong temblaron.

"¿El rey Jaehyun tuvo un hijo?"

El hombre mayor hizo resonar un chasquido con sus dedos, y rápidamente un sirviente se hizo presente en la habitación, llevando consigo una charola con dos copas y una botella de vino que dejo sobre una mesilla, para luego retirarse rápidamente.

Nadie posó sus ojos en Taeyong, quien frunció su ceño de la confusión, al percatarse de que no podían verle.

—Toma hijo —Repuso Jaehyun, tendiéndole una copa al más joven—. Celebremos.

El príncipe de cabello oscuro sonrió—. ¿Alcohol? —preguntó dudoso—. ¿Estás seguro?

El rey Jeong no dudó en asentir sonriente—. Desde el día de hoy, ya eres un adulto y mi mayor orgullo. No encuentro otra forma en la que lo sientas así.

Viéndose claro en sus ojos, el efecto que las palabras de su padre habían tenido sobre aquel príncipe al que Taeyong no pudo evitar observar fijamente. Con una confianza notablemente más alta, tomó la copa de la mano que se la ofrecía, y ambos, padre e hijo, bebieron un sorbo a la vez.

—¿Madre está enferma? —Preguntó entonces el hijo, mostrándose repentinamente afligido—. No desea verme en el día que cumplo años. Dime padre, ¿Acaso hice algo malo sin darme cuenta?

AnateMA | JaeYong [Adaptación] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora