· III ·

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El esfuerzo por tratar de reunir un poco de calor en aquella noche tan helada parecía ridículo; pudiendo pensar solamente en abrazarse a sí mismo mientras se acurrucaba, y encogía en el pie de un tronco. Justo en medio de una multitud de árboles que parecía no tener fin; rodeado de un ambiente gélido y húmedo. Sin saber si sentirse agradecido o no por la ausencia de neblina; castañeando los dientes y flexionando sus dos piernas temblorosas, y débiles de lo mucho que había andado en aquellos días, sin encontrar a ningún otro ser humano o un río del cual beber.

Ya habían pasado tres días desde aquel evento, en el que su carruaje se había quedado varado en medio del bosque, y a estas alturas; el único impulso que tenía para continuar luchando por sobrevivir, era el deseo de ver a su familia.

Su ropa ya parecía propia de un mendigo por lo sucia, y desaliñada que estaba; sus labios agrietados por la deshidratación, ya habían comenzado a sangrar hace poco, y probablemente su cuerpo estaba cubierto de arañazos que se hizo al tratar de atravesar con más velocidad la maleza del lugar.

Sentía que ya no podía, su cuerpo le pedía a gritos un descanso. Pero la idea firme de seguir adelante apenas amanezca invadía su mente.

—M-mi c-cuerpo... d-duele —tartamudeo cerrando fuertemente los ojos, e intentando pensar en algo más, fuera del dolor que sentía.

"No debería dormir" Pensó frotándose el cuerpo con las palmas de las manos, y obligándose a mantener los ojos abiertos "Puede que mi cuerpo no tenga la fuerza suficiente para despertar"

Por un momento fugaz, se arrepintió de no haber permanecido en el carruaje, pero la creencia de que todo era mejor así volvió de inmediato. El quedarse allí esperando por un rescate no era una opción para él, ya que conocía las pocas probabilidades de ser encontrado.

Silenciosamente, rezo con la esperanza de haberse acercado más a su reino o a algún pueblo, en lugar de haberse alejado en su ignorancia para hacer frente a situaciones como la que estaba viviendo ahora.

En algún momento sus ojos se entrecerraron del cansancio, y sin intención alguna de quedar dormido; comenzó a cabecear. Pero el sonido fuerte de ramas quebrándose se hizo presente, y asustado; rápidamente alzo el mentón hacia arriba repasando todo lo que se hallaba a su alrededor, sin encontrar nada peligroso. Soltando un suspiro exhausto, echo la cabeza hacia atrás con la intención de mantenerse despierto.

La baja temperatura del aire se coló en su piel expuesta, provocando un ataque de tos en el hombre adulto, quien intentó sofocar aquel sonido delatador con la manga de su saco, y cuando este ceso, volvió a echar su cabeza hacia atrás, determinado a no sucumbir al descanso del que muy posiblemente no habría retorno.

Pero lamentablemente, su cuerpo no tenía la intención de cooperar con sus deseos, ya que aún estando en aquella posición tan incómoda, este insistía en ceder al cansancio que trajo consigo los parpadeos lentos.

En el primer parpadeo tardío, hizo uso de toda su fuerza de voluntad por sacudir la cabeza, y no ceder a la tentación de cerrar los ojos, pero este deseo era demasiado grande y tentador.

Luego de ese vino el segundo parpadeo...

Luego el tercero...

El cuarto...

Y para cuando inconscientemente planeaba abrir los ojos por última vez, viéndolo todo borroso, el aliento a azufre golpeó sus fosas nasales de un golpe, y sus pupilas se centraron en una silueta deforme que aguardaba a unos pocos metros de distancia.

—¿Q-que... —fue lo único capaz de balbucear, haciendo un esfuerzo más en volver a sus sentidos.

— ¿Tienes sed? —le pregunto aquel ser de una forma perturbadoramente tranquila, y en una voz de ultratumba. Haciendo evidente que lo que sea que le estaba dirigiendo la palabra al hombre moribundo, no era un humano.

En su desesperación por beber algo de agua, al hombre adulto no le importó en lo más mínimo lo que podría ser aquella criatura; así que, dudando de su capacidad para hablar, solo pudo asentir débilmente con la cabeza.

El que podría ser calificado por un monstruo curvo sus labios en una sonrisa escalofriante, escurriéndosele un poco de saliva y sangre por estos e inclinándose cerca del otro para ser escuchado de manera más clara, volvió a hablar.

—¿Tienes sed? —le pregunto directo al oído, y rozando su cuello con una de sus largas y grotescas garras—. Porque yo podría darte toda el agua que quisieras, podría darte un sitio donde pasar la noche, y hasta podría devolverte a tus tierras —le tentó—. Con tus hijos.

Ansioso, el rey respiro de manera acelerada por la emoción ante la posibilidad de ver a sus hijos, y perdiendo por completo la capacidad del habla, por la poca concentración que tenía para formular palabra alguna en afirmación, no contesto.

— Podría —prosiguió el otro ahora repasando su larga y afilada uña, por la mandíbula del cuerpo menudo a su lado—. Y lo hare —le aseguro—. Si me concedes el derecho sobre quien sea la primera persona en recibirte cuando regreses.

Pero en esos momentos el rey no era completamente consciente de lo que ocurría a su alrededor, la necesidad de mantenerse con vida corroía cada parte de si, teniendo apenas, solamente una ambigua idea de todo. A estas alturas, el pensamiento de ver a sus hijos era solo un impulso, una esperanza a la cual su cuerpo se aferraba por completo para no morir.

Con la respiración pesada, la cabeza del adulto se movió débilmente de arriba hacia abajo, sin entender ni importarle en lo más mínimo lo que aquellas palabras oídas conllevaban.

Ya que el instinto de supervivencia natural en cada ser humano podía más.

Y de esta manera, en aquella noche tan sombría y helada, justo en medio de aquel bosque por el que una vez muchos temían pasar por historias que se habían ahogado con el tiempo, se selló un trato.









Trato que posteriormente, sería parte de los más profundos lamentos del rey...

AnateMA | JaeYong [Adaptación] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora