Capítulo II

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Washington D.C.
Oficina Federal de Investigación
10:45 am

Sentada en aquel rincón de lo que llamaba su oficina no podía comprender las emociones que atravesaban su cuerpo y su mente. Sola y desolada mantenía su cuerpo estático, mientras su alma entumecida, permanecía vacía, desierta con su ausencia, despojada de su energía y su calor. Todo se había anulado. No había habido ni una sola llamada, ni un solo contacto entre ellos desde aquel segundo en que él había cruzado su puerta y había cerrado aquel capítulo idílico de su vida entregándole su corazón. Eran casi las 11 del día y seguía esperándolo entre las paredes de esta oficina fría y sombría sin su presencia. La preocupación asaltó su mente y sin poder contener más su desesperación llamó al único que se le ocurrió podía ayudarla.

~ ¿Agente Scully? ~ dijo Skinner alzando el auricular y extrañado un poco por su llamada.

~ Señor... disculpe que lo moleste pero quería saber si usted sabe algo del agente Mulder

~ Creía que usted ya lo sabía... ~ contestó Skinner con un tono de real preocupación.

~ No, no lo sabía señor... ¿Le sucedió algo al agente Mulder? ~ habló ella conteniendo el miedo al borde de sus sentidos.

~ Solicitó un permiso para arreglar algunas cosas de la casa de su madre, y dijo que probablemente se tomaría gran parte del día...

Esas palabras apuñalaron su alma como dagas afiladas fragmentando por pedazos su fachada exterior tranquila e inmutable.

~ ¿Scully está ahí?

~ ¿Sucede algo?... ¿Mulder y usted están bien?

~ Si señor... no sucede nada es solo que no me lo había mencionado, pero comprendo completamente sus reservas sobre el tema, siento haberlo molestado señor.

~ No tiene porque agente....

Al mismo tiempo que el auricular del teléfono colisionó con el respaldar de su base, la puerta de entrada se abrió de golpe, dejando entrar al responsable de sus preocupaciones. Mirando sus ojos marinos, advirtiendo la intranquilidad en su semblante se apresuró a justificarse.

~ Lo siento...

~ Aún sigo siendo tu compañera... ~ habló ella mirándolo con reproche y un dejo de melancolía.

~ No quería incomodarte con cosas personales...

~ Al menos podrías avisarme... ~ replicó ella con la mirada triste y oscura.

~ No te preocupes la próxima vez lo haré...

Rompiendo con dificultad el magnetismo de sus ojos, huyendo del espejo de su alma cambió el tema de inmediato.

~ Debo... debo ir al laboratorio... nos vemos luego...

Contemplando el espacio vacío e inexistente de su esencia, recordó una vez más el sabor de sus labios espesos y divinos. Extrañándolos, deseándolos cada segundo que le quedaba de vida. Se dedicaría a mirarla, a soñar con ella, a imaginar que cada instante para que cada minuto se hiciera eterno ante su mirada, ante su voz, ante su idílica presencia.

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Día tras día, noche tras noche, que pasaban como imágenes de una película ajena en donde su protagonista lo hipnotizaba, lo cautivaba, lo seducía en un conjunto de infinitos movimientos, expresiones y palabras. El resonar de sus tacos en el pasillo cada nueva mañana que acompasaban los latidos de su corazón, el delicado contorneo sinuoso de sus caderas al caminar, que paraban el sistema respiratorio inconsciente de sus pulmones, la abrumante sensación de su presencia que llenaba todos los espacios vacíos de su solitaria existencia.

Mi último deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora