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–Oye– ahí están otra vez –¡Oye! Te estoy hablando– y yo te estoy ignorando gracias por notarlo –Zorra te estoy hablando– oigo sus pasos de elefante acercándose a mi, me coge del hombro y tira haciendo que me gire.

–¿No te han enseñado a mirar cuando te hablan?– la miro mientras se acerca y tengo la sensación de que hay algo diferente en ella pero no sé el que –Seguro que no– se cruza de brazos tapando el poco pecho que tiene.

Supongo que el relleno no hace nada cuando no tienes nada.

–¿Cómo quieres que lo sepa? A saber que ha aprendido de la cloaca de la que sale– barbie número 2 se acerca a ella.


La único forma que tengo de recordarlas es por, barbie plana número 3, barbie pelirroja número 2 y barbie 1, niña mimada o niña de papá, si me importasen lo más mínimo me habría molestado en recordar sus nombres.

Para el caso, barbie número 2 y número 3 ahora están juntas a un lado de barbie número 1, esas dos se ríen y se me hace raro que la niña de papá no haya dicho nada aún, las miro una última vez antes de girarme para irme.

Si tienen algo más que decir ya no es mi problema.


–Ni se te ocurra darme la espalda– ahí va.


Solo he dado tres pasos, me giro y ella se choca conmigo cayéndose al suelo, no retrocedo ni por un momento, miro hacia abajo y me doy cuenta de algo.

No me extraña que pierda el equilibrio tan fácilmente llevando unos tacones así, si pierde el equilibrio con tan poca cosa ¿por qué se los pone?


–¡Tú!– me mira con rabia.

Se parece muchísimo a un hámster, feo, pero un hámster.

Barbie 2 la ayuda a levantarse.

–La gente como tú  debería agachar la cabeza como perros– va a darme una bofetada pero es muy lenta, le cojo la muñeca y la abofeteo con la otra mano.

–Eres como una garrapata muy molesta ¿lo sabías?– la suelto y me voy, por hoy eso debería bastar.

¿Es que todo el instituto esta aquí? Me cuesta salir de la multitud, todo esto se esta volviendo una molestia, salgo del recinto escolar y aún siento que todos me miran y susurran a mis espaldas.

–Ah...– suspiro cansada, quiero volver a casa cuanto antes. 

Veo el coche en la otra calle, me ajusto la mochila bien para que no tambalee, me hago una coleta mientras camino y me meto en el primer callejón que encuentro, subo a un contenedor de basura y consigo llegar a la escalera de incendios y ahí es donde empieza lo divertido del día.

Después de cinco kilómetros de caminata y dos paradas de metro me paro enfrente de un parque, miro a mi alrededor. 

No esta.

–Supongo que aquí esta bien– voy hacia el banco más cercano, cojo el móvil de la mochila y lo enciendo –Cinco minutos, eso debería bastar– me pongo el reloj que guardaba en el bolsillo y una vez que se enciende el móvil pongo el cronómetro.

Siete minutos después, en los que me he distraído haciendo los deberes.

–Señorita– reconozco su voz al instante y de golpe cierro mi cuaderno, levanto la vista y él esta a dos rigurosos metros de mi, guardo mis cosas mientras me acerco.

Herederos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora