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En este mundo, deberle algo a alguien es peligroso...

La miro y su sonrisa me hace desconfiar, respiro hondo.

–Está bien– estrecho su mano –Buena jugada Hazel– su sonrisa se ensancha.

–Gracias– suponía que lo difícil sería pagarle a ella, se gira.

–Es todo un placer hacer negocios contigo– habla alto mientras se va, está dispuesta a ceder cuanto haga falta si el premio merece la pena.

Así funcionan las cosas, nada es gratis, nunca.

Sin el señor Chén podía moverme libremente, envolví cuidadosamente las armas y la munición que necesitaba en la ropa que me pondría y las metí en la mochila, me aseguré de que lo que había cogido del almacén de Hazel estuviera bien protegido, también metí las lentillas y las gafas, ademas de muchas otras cosas.

–¿Quieres derretir la puerta?– la voz de Colm me pilla por sorpresa. ¿Cuándo se había acercado tanto? –Se ha ido– habla antes de que me dé tiempo a girarme hacia él.

–¿A dónde?– esta apoyado en el marco de la puerta.

Mamá no puede haberle dado un trabajo en nuestro día libre.

–¿Parezco su secretaria?– y entra a su cuarto.

En este edificio nosotros dormimos a la izquierda y enfrente de cada una de nuestras puertas están nuestros tutores, por eso Colm y Carter viven puerta con puerta.

A veces desearía que Colm fuese más amable, como Carter... Me fui, no tenía sentido seguir allí si él no estaba.

Tenía que estar muy enfadado para irse sin despedirse, sin dejar siquiera una nota... le había dado donde dolía y no solo eso sino que tampoco podía negar que no lo hubiera pensado, aún que solo hubiera sido por un segundo.

¿Y si hubiera estado? ¿Podría mirarle a la cara y mentirle diciendo que no lo había pensado? No... no creo que hubiera podido...

Había una cosa, una única sola cosa que podía hacer hoy. Parecía mi día de suerte. Madre no diría nada, si quisiera ya lo habría dicho. El señor Chén no estaba, Carter no estaba.

Era ahora o nunca.

Él esta en aquí. Por muy arriesgado que pueda parecer esta es una oportunidad que no puedo dejar pasar por mucho riesgo que pueda correr.

Lo preparo todo, sin dejarme nada. Hago que uno de los de servicio llamen a Leo.

–Señorita Emma– se queda en la entrada y no pone un pie dentro, no esta permitido que los chóferes entren en la casa. Se inclina hacia delante y me mira curioso.

–Necesito que me lleves a un sitio– me pongo los zapatos y salgo de casa con él por detrás mientras bajo las escaleras.

–Pero hoy es– nunca he salido de casa sin la supervisión o el consentimiento del señor Chén.

–Si, hoy es su día libre– me encojo de hombros –A la calle Jefferson–.

De lejos veo que los gemelos también se van. Me saludan de lejos antes de subirse a sus coches.

–Señorita Emma– se pone enfrente frenándome –¿Esta segura que quiere salir? Tal vez prefiera quedarse en casa y esperar que le traigan algo– se lo que ha pasado hoy, se lo que le puede pasar si me pasa algo.

–Leo– me pongo recta –¿Algo de lo que ha salido de mi boca parecía una petición?– se estremece –Trabajas para la familia Ming, mi familia– declaro firme –Sigues mis ordenes– se inclina.

Herederos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora