Mayo
Los Ángeles, California
PrimaveraDereck Bassley
Me levanté de la cama soltando maldiciones. Los fuertes golpes en la puerta iban a hacer que terminara de estallarme la jodida cabeza.
Solté aún más maldiciones cuando me tropecé con una lata de cerveza en el salón y vi a Caden dormido en el sofá de cuero más grande.
—Hijo de puta —solté mientras agarraba uno de los cojines y se lo tiraba con fuerza en la cabeza. El desgraciado ni siquiera se inmutó, hubieron más toques en la puerta. Si seguían tocando de aquella manera la iban a echar abajo en cualquier momento—. ¡Que ya voy, joder! —grité.
Caminé cabreado, dando zancadas y abrí la puerta de un tirón. La mirada desafiante de mi madre me hizo querer salir corriendo del puto departamento. Esto era lo que me faltaba.
Me hice a un lado para que pudiera pasar al darme cuenta que no tenía intenciones de irse de aquí pronto. Traía una bolsa grande de supermercado entre las manos. Le quité la bolsa y cerré la puerta a mis espaldas cuando se adentró al salón. Mi madre inspeccionó toda la estancia con horror y no era para menos.
Latas de cerveza, colillas de cigarros, comida regada por toda la mesa, cajas de pizza, vasos. Me tallé los ojos cuando vi un sostén encima de la isla de la cocina. Para mi mala suerte, no era producto de mi imaginación.
—¿Qué es esta porquería? —mi madre me miró con horror antes de dirigirse a la cocina y abrir el refrigerador. Por suerte, tenía un poco de comida aparte de las latas de cerveza. Hannah me había ayudado a hacer el mercado hace unos días. Yo odiaba ir al supermercado a hacer la compra, prefería comprarla ya hecha, pero a Hannah le encantaba. Eso hacía que nuestra amistad fuese perfecta—. ¿Hasta cuándo seguirás así, Dereck?
No respondí. Me subí en la isla de la cocina y le di un mordisco a una manzana. Mi madre empezó a sacar todo lo echado a perder, incluyendo las latas de cerveza. Botó todo en una bolsa negra y luego ordenó la comida que había traído.
Me dio una pastilla para el dolor de cabeza cuando escuchó mi maldición. Me preparó una sopa de patatas, asegurándome que eso me ayudaría con la resaca y nos dejó la cena lista a Caden y a mí.
Ese desgraciado parecía una piedra en mi sofá.
—Haz dejado de ir a casa los domingos —lo dijo bajo, como si aquello le doliera. Sabía que lo hacía, a mi también. Debí verlo venir.
—Solo he estado liado con las prácticas. He tenido mucho estrés encima —me excusé—. Prometo ir la próxima semana o tú podrías venir. Podemos ir a la playa. Solo tú y yo. Nadie más.
—Dereck...
—Deberías pensártelo, madre. Tenemos meses sin compartir tiempo a solas —no mentía—. Has estado tan ocupada con tu esposo que ya no tienes tiempo para este humilde universitario.
—Deja de decir tonterías.
—Universitario que quizás en un mes más, vaya a tirarse por la terraza. No soporto las prácticas, están siendo pesadas. Y más aún cuando mi madre es la dueña del bufete.
—Solo quedan unos pocos meses y tendrás tu título universitario. Todo esfuerzo vale la pena, cariño —me recordó—. Además, solo faltan dos semanas para que ella llegue.
—¿Para que ella llegue? —fruncí el entrecejo.
—Summer —me recordó—. Sabía que aceptaría venirse a Los Ángeles este verano.
—Ah, joder. La huérfana —en cuando aquellas palabras salieron de mi boca, me arrepentí. La mirada que me lanzó mi madre me hizo congelarme en mi lugar—. Que ha sido jugando, venga.
—No vuelvas a decir eso nunca más —me advirtió, señalándome con su dedo índice y esa uña larga pintada de rojo—. No te vuelvas a referirte de nuevo así de ella. No es ninguna huérfana, tiene a su padre. Y ni se te ocurra soltarle algún comentario de esos cuando ella esté aquí.
—Estás hablando como si quisiera entablar una conversación con ella o siquiera conocerla.
—Deja de comportarte como un crío, Bassley —me reprochó.
—Joder, madre —le di otro mordisco a otra manzana—. Me estresa estar en esa casa y tener que soportar al idiota que tienes como esposo, y encima de toda esa mierda, ahora tendré que soportar a una adolescente que seguramente será insoportable.
—Summer no es una adolescente, es una adulta. Ni siquiera te has dado la oportunidad de conocerla, así que no des por hecho esas cosas.
—¿Para qué cojones querría yo conocerla? —gruñí.
—Es tu hermanastra.
—¿Mi hermanastra? —aquello sonaba terrible. No, esa cría y yo no éramos ningunos hermanastros. No éramos nada y punto—. Deja de decir tonterías. No quiero escuchar más del tema, madre.
Me bajé de la isla y caminé hasta la terraza. Las olas estaban buenas hoy y habían un par de personas surfeando. Quizás más tarde cogería la tabla para surfear un rato. Sentí los pasos de mi madre.
—Quizás podrías ir a casa el día que ella llegue. Estaba pensando que...
—Voy a estar ocupado —solté.
—Ni siquiera te he dicho qué día es.
—Pero mi instinto me dice que lo estaré —la miré y le sonreí. Su ceño fruncido me dijo más que mil palabras. No estaba agradándole mi actitud y a mi tampoco estaba agradándome el hecho de tener una hermanastra. Suficiente tenía ya con su esposo.
El hablar de esto con mi madre me estaba causando más dolor de cabeza del que ya tenía. Sabía que como fuese, iba a sacarme lo de la huérfana y la verdad es que no tenía ganas de siquiera verle la cara. No soportaba a su pradre, mucho menos a una adolescente que seguramente dará muchos dolores de cabeza.
Y no era como si me importase mucho. Ya yo no vivía en aquella casa —menos mal— y tampoco iba mucho. La mayoría de las veces lo hacía por mi madre, pero ahora me estaba jodiendo el hecho de que quería meterme a esa cría por los ojos para que la conociera y jugáramos a comportarnos como una familia feliz y perfecta. Que equivocada estaba mi madre, nosotros estábamos muy lejos de serlo, aunque la prensa diga todo lo contrario.
¿Acaso eso era lo que quería mi madre de verdad? Pues, yo se la pondría difícil. No me interesaba ni siquiera entablar una conversación con su marido.
Mucho menos conocer a su hija. Por mí se podía joder y quedarse en el hueco en el que se encontraba ahora.
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Tú, yo y un tal vez
RomanceDereck Bassley es arrogante, orgulloso, gruñón e idiota. Sí, muy idiota y testarudo. Pero también es intenso, feroz y atractivo. Jodidamente atractivo y adictivo. Casi un metro noventa, un par de imponentes ojos azules y la capacidad para hacer que...