Mayo
Sídney, Australia
OtoñoSummer Miller
En cuanto mis pies tocaron la alfombra áspera de la entrada, solté un suspiro de alivio. El dolor en mi espalda era terrible desde esta tarde. La cafetería había estado más atestada que nunca por los turistas y había falta de personal.
Muy mal día para repartir folletos de descuento por las calles.
Me apresuré a sacar el llavero de caracoles de la mochila y abrí la puerta mientras rezaba internamente. Lo menos que deseaba era encontrarme con Paula en casa. No soportaría haber tenido un mal día en la cafetería, y encima, una charla incómoda con la hermana menor de mi madre, como la que tuvimos ayer.
Cuando mi madre murió, Paula se mudó a nuestra casa en Sídney. La idea de tenerla en casa me agradó, sabía que con la ausencia de mi madre iba a necesitar compañía en casa, aunque Paula fuese casi una extraña para mí.
La tía Paula nunca fue muy cercana a nosotras. Vivía al otro lado del país, sin hijos, sin esposo e incluso sin mascota; completamente sola. Estaba acostumbrada a su vida tranquila, llena de viajes y lujos a sus veintisiete años. Tenía una cafetería propia, la cual era herencia de mi abuela materna y era muy reconocida en el país. Las pocas cosas que sabía antes de que ella se mudara a casa, era gracias a mi madre. Siempre me hablaba de la morena con mucho cariño.
La muerte de mi madre le afectó demasiado. Aunque ella no era muy cercana a nosotras, el amor que le tenía a mi madre era algo totalmente descomunal. Después de todo, mi madre era su única hermana; nosotras éramos la única familia que le quedaba.
La cafetería al otro lado del país cerró sus puertas para abrirlas nuevamente en Sídney. Paula se mudó a la casa atestada de recuerdos de mi madre y yo empecé a trabajar en su cafetería.
En realidad, me había caído muy bien el trabajo. Desde que mi madre enfermó no pude seguir el instituto y la deuda aumentó demasiado. Esperaba poder reunir el dinero suficiente para que el siguiente año pudiese cursar mi último año. Paula me estaba ayudando a reunir el dinero, y si las cosas seguían marchando bien, mucho antes de lo esperado tendría el dinero completo.
Me quité los zapatos apenas pude entrar a casa y colgué la mochila en el perchero de madera que se encontraba a un lado de la puerta. Todo se encontraba en absoluto silencio, lo único que lograba medio escucharse era una canción en la radio. Un olor exquisito se coló por mis fosas nasales, eso me hizo suspirar. Me dirigí a la cocina y lo primero que mis ojos lograron enfocar fue a una morena con uñas extremadamente largas.
Se encontraba en la barra, sentada en uno de los taburetes con un bolígrafo en la mano, mientras visualizaba el periódico reposado en el pedazo de mármol. Me apresuré al refrigerador sin intercambiar palabra alguna con la morena de ojos miel y saqué una botella de agua.
—¿No piensas saludarme? —preguntó antes de que pudiera llevarme la botella a los labios.
—Solo no quiero caer en discusión de nuevo —admití, restándole importancia.
—Nadie está discutiendo, Summer.
—Seguramente terminemos haciéndolo.
Cerré la puerta del refrigerador con más fuerza de la que debí y me llevé la botella a los labios. Pude escuchar los pasos de Paula al acercarse, pero no quise enfrentarla. Todo estaba siendo demasiado.
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Tú, yo y un tal vez
RomanceDereck Bassley es arrogante, orgulloso, gruñón e idiota. Sí, muy idiota y testarudo. Pero también es intenso, feroz y atractivo. Jodidamente atractivo y adictivo. Casi un metro noventa, un par de imponentes ojos azules y la capacidad para hacer que...