Junio
Los Ángeles, California
VeranoSummer Miller
El taxi empezó a ir más lento en cuanto entramos a un gran barrio privado llamado Bel Air. El hombre se adentró por las sinuosas calles bordeadas por lujosas mansiones y grandes propiedades con una exuberante vegetación. Posiblemente este sea el barrio más costosa de todos Los Ángeles, estaba segura. Aproveché de secarme las lágrimas con la manga de mi chaqueta. No quería que después de tanto tiempo, cuando mi padre me viera, fuese llorando.
Porque sí, era una completa tonta que se encontraba ahora mismo en otro país y lejos de casa, donde realmente pertenecía. No sabía cómo era que Paula me había convencido aún, pero entre las insistencias de mi padre y la ilusión de mi tía, terminé aceptando venir este verano. Sabía perfectamente que iba a arrepentirme de esto luego.
Comenzando porque no quería verle la cara a mi padre y también porque su esposa era una completa desconocida para mí.
El taxi finalmente se detuvo en una enorme casa de doble altura, de paredes blancas con bordeado de piedras y ventanales de cristales grandes y limpios. No pude evitar observar el jardín delantero y las enredaderas de flores en las paredes, junto a los tres coches lujosos que se encontraban parqueados. Este era mi nuevo hogar.
Un hogar lleno de desconocidos.
Porque seamos sinceros, en tres años pueden cambiar muchas cosas. Hace tres años mi madre aún seguía viva. Hace tres años la comunicación con mi padre era buena. Hace tres años medía unos centímetros menos. Hace tres años esta visita no hubiese sido incómoda y triste.
—¿Todo bien? —preguntó el taxista al ver mi indecisión por bajarme y las lágrimas en mis mejillas.
Asentí torpemente e intenté quitarle el seguro a la puerta para bajarme lo antes posible del coche. No había sido lo suficientemente silenciosa al llorar como había pensado. El hombre de mediana edad se bajó del coche y abrió el maletero para bajar mis equipaje que no era más que una maleta grande y una pequeña mochila azul.
Me sobresalté cuando el portón eléctrico de la casa empezó a abrirse, y cuando vi a la persona que venía caminando en mi dirección con una sonrisa en su rostro, el corazón me dio un vuelco. Pude reconocerlo a pesar de estos tres años que tenía sin verlo.
Me esforcé muchísimo por tener el rostro neutro cuando sus ojos se conectaron con los míos y por esbozar una sonrisa, así no tendría que explicar por qué razón tenía los ojos hinchados.
—¡Mi hermosa hija! —murmuró con incredulidad mi padre. Tenía los ojos muy abiertos mientras se acercaba a mí. Podía entenderlo, ya no tenía la misma apariencia de aquella niña de quince años con la que solía convivir.
—Hola, padre —es lo que logré decir antes de que un nudo se formara en mi garganta. Igual no es como si tuviese mucho que decir.
—Has crecido mucho, Summer. Te he echado mucho de menos —confesó y me miró como si esperara a que me arrojara en sus brazos en ese mismo momento en el que se paró en frente de mí, luego de tres largos años.
Sin embargo, estoy aquí porque él mismo me lo ha pedido. Supongo que ha estado recapacitando estos últimos meses. Y si pienso convivir con él todo este verano, debería intentar opacar la hostilidad.
—También te he echado de menos —respondí, bajando ligeramente la mirada al suelo.
Un minuto de silencio vino después de eso. Un minuto que se me estaba haciendo eterno, y aunque buscase cualquier cosa en mi cabeza para decirle y que no fuese tan incómodo momento, no se me ocurría nada.
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Tú, yo y un tal vez
RomantizmDereck Bassley es arrogante, orgulloso, gruñón e idiota. Sí, muy idiota y testarudo. Pero también es intenso, feroz y atractivo. Jodidamente atractivo y adictivo. Casi un metro noventa, un par de imponentes ojos azules y la capacidad para hacer que...