El río que tenía nombre

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Creó un río cristalino y le puso nombre, con un propósito pacifico, incluso sus aguas eran dulce al paladar, sus corrientes emitían un sonido semejante a música que mecía las aguas y daban tranquilidad, fluía continuamente, libremente sin obstáculos llenándolo todo en todo, no era muy ancho era estrecho pero abúndate, sabía el camino que debía recorrer, donde debía llegar y donde comenzaba todo, no tenía dudas, estaba seguro.

Pasaron los años y la basura fue arrojada en él cubriendo sus profundidades, ensuciándolo cambiando como se veía a los ojos de los demás gradualmente y ante sus propios ojos, no lo evito, era demasiada basura para poder reciclarla solo, echarla fuera.

-un poco de basura no hará daño- se dijo.

Ya no era el río cristalino que una vez fue.

La basura formo obstáculos en su camino, ya no era un río pacifico, era amargo producto de la podredumbre, sus corrientes no emitían música, la fuerza de la corriente producía un sonido atronador como truenos, una verdadera tormenta, los obstáculos lo obligaron a cambiar de camino a desviarse, se volvió más ancho en sus bordes, destruyendo a su paso lo que le rodeaba, arraso con el verde césped, rodeo los frondosos árboles, ahogo las duras piedras.

Tantas salientes, desvíos y nuevos caminos lo confundieron. Ya no sabía hacia dónde ir, qué camino tomar, se alejo tanto de la fuente que ya ni siquiera sabía de dónde venía, cuál era su origen o propósito, olvido su nombre, olvido quien era, perdió su identidad, ya no era el mismo se había dispersado en millones de gotas tantas que ya no se reconocía.

Y se perdió.

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