El monstruo en la cueva

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La hora llego, no soportas el dolor, tus garras salieron atravesaron tu piel, salieron colmillos en tu boca, envenenas todo lo que tocas, creciste hasta convertirte en un monstruo.

Acabaste con todo a tu paso, arrojaste lo que amabas contra las paredes, tu rugido se escucho hasta el otro lado del mundo, eras la víctima y te convertiste en el victimario, como un tirano empuñaste la espada para defenderte, elevaste tus palabras por encima de la de los otros, porque pensaste que no te escucharían, porque nunca lo hacen ¿Por qué lo harían ahora?

Perdiste la fe en la humanidad, en el amor, en la misericordia ¿alguien ha tenido humanidad, te ha mostrado amor, ha tenido misericordia? Tal vez ahora, tal vez a veces, tal vez antes, la bestia tiene una marca en su piel grabada con fuego, en su pasado ha sido marcada.

Eso es lo que te ha hecho sentir herida antes de recibir el golpe, te has sentido no amada antes de recibir el abrazo, te has sentido rechazada antes de recibir el perdón, porque no crees merecerlo, porque ves el monstruo en ti, ves la bestia que se defiende, la bestia con impotencia que está atada con cadenas, no ves lo que está debajo, no ves sus heridas.

Ves la fuerza con la que responde, la valentía y el orgullo que no deja que la humillen, porque han golpeado su ego han destruido su espíritu, no ha sanado, asecha en la superficie esperando para defenderse, para atacar.

Pero ve más de cerca, echa un vistazo debajo de la piel, cerca de su pecho encontraras su corazón, tan frágil como el de cualquier otro, ponlo en tu puño y aprieta y sangrara, mira sus ojos, no son los ojos de una bestia, no han perdido el brillo de la esperanza, no es lo que piensa o lo que cree, no se deja ayudar, no tiene la fuerza o voluntad de cambiar.

Es una masa de deseos pero sin movimiento, sin acciones, las lesiones la hicieron caminar a un lugar que creyó seguro, se ha quedado en el rincón viendo el mundo por una ventanilla de barrotes, tan grande parece, pero se siente tan pequeña viendo el exterior, tan incapaz, tan sola.

Desesperada por salir y ser libre, queriendo ser diferente y aceptada, la bestia quiere agradar sin agradarse ella misma, sin aceptarse, porque no se ama, no ha conocido el amor propio.

Se desprecia al completo, las partes malas e incluso las buenas le parece que no son suficientes, su mente está atrapada al igual que ella, en una cárcel construida con sus propias manos, ella sueña y escapa a diversos mundos, regresa cada cierto tiempo a la realidad, para perderse de nuevo, porque cualquier alternativa es mejor que la realidad, de estar sola en una cueva atada siendo un monstruo.

Nadie la visita y ella ruega por algunas palabras que despierten su corazón que lo hagan latir de nuevo, acciones que desaten las cadenas y rompan los barrotes, que la saquen de este infierno. Pero nadie llega a salvarla, a veces pasa alguien a verla desde la distancia y susurra en su dirección lo que debe hacer para ser libre, pero ella no escucha sus oídos están tapados, ha perdido la fuerza, no comprende el lenguaje de la libertad, de la felicidad, porque vive en una prisión y la rodea la tristeza.

Ha pensado en la vanidad, en la vida, en la existencia en el propósito en el por qué, no ha hallado respuesta. Le teme a la muerte, pero ha pensado en ella. Ha deseado no respirar más y se ha arrepentido de sus pensamientos.

Porque tiene esperanza en sus ojos, tiene amor en su corazón, tiene misericordia en sus manos, pero no ha aprendido a usarla con ella misma.

Dile que suelte sus cadenas, que escuche la voz que la llama, que aprenda el lenguaje de la felicidad, que levante sus brazos y rompa las cadenas, que atraviese los barrotes, que vea por ella misma que si puede, que no debe ser un monstruo para sobrevivir, para defenderse, que debe ser ella misma para superar el dolor, sanar las herida, ver el mundo, cambiarlo.

Muchos viven dentro del huevo, en el marsupio, con la cabeza en la tierra, pocas veces salen fuera para ver el sol, porque tienen miedo de quemarse.

Ciertamente el sol podría quemarte, hacerte sudar, cambiar tu humor, ¿pero no lo hace el frío también?, el frío también puede quemarte como si se tratara de fuego, puede hacerte temblar hasta perder el control, hacerte olvidar quien eres, no reconocerte porque te ha congelado, ya no sientes nada.

Los extremos no son buenos, ni el extremo frío ni el extremo sol, podrías tropezar y caer, ve por el centro, equilibra tu alma, responde en tu paz, que el viento no te haga tambalear, o el miedo retroceder.

No eres un monstruo, no necesitas ser orgullosa para ganar al orgullo, ser indolente para ganarle a la indolencia, ser más amarga para luchar contra la amargura, ser más soberbia para ganar a la soberbia, ser la tormenta con relámpagos para ganarle al trueno, ser más para no ser menos.

Necesitas luchar con otras armas, porque una misma fuente de agua no se echa atrás contra sí misma, no fluye continua para después devolverse, en cambio una fuente de agua distinta puede llenar a otra, dos líquidos de diferentes colores, pero si arrojas más de uno desaparece el otro.

Asegúrate de que tu fuente sea abundante en humildad, misericordia, dulzura, amor, paz, para diluir el orgullo y la indolencia, para darle el sabor de la dulzura y que no se sienta lo amargo, para entender desde el amor y no desde la soberbia, para despejar el cielo en la tormenta y calmar las aguas, recibir las heridas los embates de lo que te es contrario, te hará sentir menos pero te convertirás en más.

Más humilde.

Más misericordiosa.

Más dulce.

Más amorosa.

Más pacífica.

Todo tiene un precio, el precio del cambio es esgrimir las armas correctas, las armas que te hagan más y no menos, las que verdaderamente te protejan y no las que te hacen daño cuando hieres a alguien más en la batalla.

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⏰ Última actualización: Mar 02, 2021 ⏰

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