CAPÍTULO 1

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"ACADEMIA DUBOIS"

Venus Anderson:

El auto se detiene a medio camino y me dice que hasta ahí es donde puede llegar. Murmuro una maldición en inglés y lo escucho a él devolvérmela en francés. Me bajo del auto y cierro la puerta de un portazo; me toma cinco minutos sacar mis maletas y al chófer dos segundos arrancar y perderse en el prado de vuelta.

Realmente mi destino no esta tan lejos, solo a unos 200 metros en línea recta, pero me parece muy desconsiderado por su parte que después de que le pagué me hubiera dejado a mitad de camino cuando estaba a punto de comenzar a caer un aguacero semejante. Una de las cosas por las que escapé de Londres fue el clima, y mi primer día en París me recibe con el recuerdo de aquella condición insoportable.

Tomo mis maletas maldiciendo y cuido de no ensuciarme demasiado los zapatos y medias del uniforme con el barro, que se acababa de empezar a formar bajo mis pies. La academia está en París, sí, pero a dos horas del centro, en un prado desolado que en vez de inspirar paz inspira muchas sensaciones desagradables. Hasta el ruido de los hierbajos sonando unos con otros es perturbador y me pone los pelos de punta. Algo me dice que no es buena idea salir aquí de noche.

En cuestión de diez minutos me encuentro en la entrada de la reja que oculta a la academia Dubois. Una estructura similar a una iglesia gótica de semblante envejecido y descuidado, como demuestran las enredaderas que se han dejado crecer en sus muros y que le dan un aire muy desprolijo pero rehabilitador, digno de ser la fuente de creatividad de muchos aspirantes a artistas que se esconden tras sus paredes con la intención de averiguar sus secretos sobre inspiración. Para una estudiante de ciencia como yo, resulta incómodo y difícil de notar el encanto del que tanto hablaban en las distintas páginas que pude encontrar con información acerca de este lugar.

Miro hacia todos lados en busca de algo que me permita abrir las rejas, pero un chirrido estruendoso me indica que ya no debo hacerlo; se están abriendo ellas solas. Llego a las puertas principales justo a tiempo ya que un torrencial de agua comenzó a caer allá fuera. Al igual que con la reja no necesito tocar el timbre para abrirla, esta también se abre una vez me encuentro a punto de llamar. Esta vez, no por arte de magia o algún tipo de modernizado mecanismo, es una mano humana la culpable de hacer que las puertas se abran.

Una chica de cabellos castaños y sonrisa gentil me sonríe con ojos achinados. Lleva el mismo uniforme que yo, solo que el escudo que porta ella es distinto al mío. Lleva unas máscaras con un telón en vez del símbolo del ADN.

-¿Venus? -pregunta la chica en mi dirección. Yo asiento en respuesta-. Un placer conocerte, yo soy Alessia Simone. Soy estudiante de artes escénicas y hoy seré tu guía.

¿Artes escénicas?

-¿Por qué no enviaron a alguien de ciencias? -pregunté.

-Los estudiantes de ciencias siempre están muy ocupados, ya lo descubrirás cuando te incorpores. Ahora, ¿por qué no entras y empezamos el recorrido?

Ella se aparta de la puerta para permitirme entrar y yo accedo. Una vez tengo un pie dentro quedo un poco perpleja. El interior no se parece en nada al exterior. Lo que parece ser la recepción es una sala amplia que parece recién estrenada. Con muchos lugares para sentarse y varios carteles que indican que hay wifi libre en la sala. También en una esquina veo una especie de cafetería, donde hay una señora con rejilla repartiéndole todo tipo de comida chatarra a los estudiantes. Mi estomago gruñe, llevo aproximadamente seis horas sin comer nada. Alessia lo nota pues me mira de manera inquisitiva, aunque manteniendo la sonrisa.

-Es la hora del almuerzo, terminaremos nuestro recorrido en el comedor para que puedas comer lo que se te apetezca -me dice en tono amable.

Asiento y sigo observando la sala. Había pasado por alto -no sé de qué manera-, dos escaleras grandes, que siguen manteniendo el estilo gótico del exterior, y que se encuentran en los costados de la sala. Es curioso, desde afuera no parecía que tuviera más de un piso el lugar.

La química de sus mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora