Edad

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El trabajo de mi padre.

Un dulce infierno desde mi punto de vista.

Infierno porque el trabajo era sofocante, aún más por ser el hijo del jefe, parecía que debido a su posición familiar su "jefe" gozaba darle retos y cargarlo demás. Es así como las ocho horas comunes de trabajo se volvían once tortuosas horas.

Pero aquí venía lo dulce.

Dulce porque aquella asistente de su padre parecía una joven sacada del mismo cielo, piel nívea, labios rosados y brillantes, ojos profundos de un exquisito color azabache, el mismo azabache que su corto cabello aparentemente sedoso, la dulce fragancia que dejaba en su camino recorrido, era un completo ángel, un ángel claramente fuera de su alcance, o al menos eso le había dicho Marco cuando le contó sobre ella.

- Bien, estoy totalmente de acuerdo contigo, es preciosa, pero - la frase fu interrumpida por la mirada desaprobatoria de Jean.

- Sabía que había un pero, ¿pero qué?, somos el uno para el otro- Marco solo suspiró pesado ante las declaraciones de su bobo amigo.

- Ella es mayor que tú, siete años mayor para ser específicos.

- Siete años, ¿qué son siete años?, son nada.

- Siete años son que cuando tu ibas en la primaria ella empezaba la universidad, eso son siete años.

- Suena horrible si das ese ejemplo, ahora soy un hombre de veinticinco años, ella tiene tan solo treinta y dos, ves, así suena mejor - Jean sonrió orgulloso de su defensa mientras Marco reía de sus actitudes.

- Ok, ahora trata de que la chica de tan solo treinta y dos años se fije en un hombre de veinticinco.

Y ese fue el fin del tema.

Y mientras Jean más recordaba esa conversación más se daba cuenta de lo inalcanzable que era ella.

- Joven Kirschtein.

He ahí la dulce voz de aquella preciosa divinidad.

-Señorita Mikasa, ¿en que puede servirle este humilde caballero? - al terminar la frase Jean se inclinó levemente ante la chica confundida pero acostumbrada, ella rió levemente.

- Ya le dije que no debería hacer eso, joven.

- Y yo le dije que joven no era como debería llamarme, señorita MIkasa - vio como un suspiro salía de los delicados labios de la chica, ¿cómo podía ser tan perfecta?

-Su padre me dio estos papeles para que pueda revisarlos, me dijo también que al terminar vaya a su oficina, joven Kirschtein, eso sería todo, con permiso.

Sus pies se encaminaron lejos de él, la elegancia que se le caracterizaba se hacía presente en su forma de andar, tal como una modelo de pasarela, ¿o una princesa?, no no, mejor aún, como una reina, si como la reina que era, o al menos sus ojos la veían así.

-Hey, idiota Kirschtein, estas en el camino, ve a babear en tu oficina.

La voz de un pequeño individuo lo hizo salir de su maravillosa ensoñación, frente a él se encontraba uno de los trabajadores favoritos de su padre, Levi Ackerman, el hombre con el trabajo más pulcro y ordenado, según su padre.

- Buenos días a ti también, enano, con su permiso, me retiro a MI oficina - recalcando que Jean si tenía una oficina a comparación de esa criatura.

Escuchó como soltó unas maldiciones mientras se dirigía a su pequeña guarida, tenía mucho por revisar, otro día más en donde se quedará horas extras, de las cuales su paga sería "la experiencia".

Las horas pasaban y el trabajo estaba prácticamente ya hecho, entre descansos breves y momentos de estrés, al fin estaba terminado, un suspiro salió de sus labios, tomó su teléfono para revisar la hora.

- Once de la noche, ahora a hablar con el jefe - un bostezo acompañado de una buena estirada fue el método para tratar de recuperar la energía.

Caminaba hasta la oficina de su padre pensando en lo que él le quería comunicar. ¿Será algo malo? ¿¡Me despedirá!?

Un carraspeo lo hizo salir de su preocupación.

Un ángel frente a él, era sumamente calmante su presencia.

¿Ya dijo que un ángel divino del cielo?

- Joven Kirschtein - su voz sonaba incómoda y nerviosa, notaba como no su mirada se desviaba hacia un lado.

- ¿Todo en orden, señorita Mikasa? - ¿Su actitud tendría que ver con el llamado de su padre?

La anteriormente mencionada titubeó un par de segundos más, hasta que se decidió.

Era Mikasa Ackerman, tenía treinta y dos años, no podía seguir comportándose de esa forma tan inmadura y ridícula.

Inhaló y exhaló ante la atenta mirada de Jean.

Las palabras de Sasha invadieron su mente.

- Solo pídeselo - soltó con simpleza.

- ¿Y si cree que soy una señora pervertida? - su mirada ansiosa se dirigió a la bebida que tenía frente a ella.

- Mikasa, tienes treinta y dos años, no cincuenta ¡Estás en la flor de la juventud! - Sasha vio como la inseguridad invadía la mirada de su amiga - Eres preciosa ¡Incluso te ves más joven que yo! Es imposible que te rechacen una salida.

La de cabello azabache la miró con miedo para luego suspirar.

- Tienes razón, no estoy taaan vieja después de todo - dijo alargando la palabra "tan" - ¿Qué podría perder?

- ¡Exacto! Ahora ve tras ese chico y ponlo a tus pies - la castaña tomó un gran trozo de carne y lo masticó enseguida - ¡Mikasa Ackerman nunca pierde! ¡Larga vida a Mikasa! - gritaba ante la atenta mirada de los comensales y la gran risotada por parte de su amiga, había sido una gran reunión de chicas.

- Mikasa, ¿está todo bien? - la voz de Jean le dio un golpe de realidad.

- Ah, sí, todo está bien - al terminar la frase se mordió la parte interior de su mejilla con nerviosismo - quería preguntarle si... - tomó aire y lo miró de frente - si usted se encuentra libre el día de mañana.

"¿Qué?"

Esa era la única palabra que se repetía en la mente del chico. Si, ya estaba alucinando, de seguro era el cansancio, sí, eso era.

- Si no se encuentra libre, está bien, olvide esto - fue lo que ella pudo decir ante su inminente silencio y su cara de sorpresa.

Y ahí estaba Jean, dándose cuenta que no era ningún tipo de ilusión y que estaba haciendo esperar a la chica de sus sueños.

- ¡NO! - tal vez gritó muy fuerte, tan fuerte como para que Mikasa de un pequeño brinco en su sitio - lo siento, quiero decir que no, no tengo nada que hacer - un sonrojo notable se hacía presente en el rostro del chico.

- Oh - sonrió levemente y sintió un gran alivio en su interior - Tal vez... podríamos salir a cenar algo.

- Sí, claro que sí, me encantaría, ¿cómo podría negarme?, sería un honor - un montón de balbuceos más salían de forma casi automática de la boca del chico mientras que Mikasa reía divertida.

- ¿A las ocho está bien? Puedo pasarte la dirección de un punto de encuentro.

- Si, a las ocho, pásame tu dirección para poder recogerte, no sería muy caballero si no lo hiciera.

Ambos rieron mirándose a los ojos.

- Entonces... Hasta mañana, Mikasa.

- Hasta mañana, Jean.

Esa noche dos personas estuvieron muy ansiosas como para descansar de manera adecuada.

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Y pos ahí está otro cap XD, perdonen mis dibujos deformes, prometo mejorar de a pocos jsjsjs

Jeankasa One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora