22 de diciembre; 11:00
La campana había sonado, los pasillos estaban llenos de personas y apenas se podía caminar. Tras dar la última hora que correspondía antes del descanso, llegó este.
Hoy no estaba castigada así que hoy iba a la explanada cómo todo el resto de alumnos, el caso es que iría sola, nuevamente por lo cuál me lleve un cuaderno con apuntes de francés, ya que después del descanso tendría examen de este. Llegué a aquella zona y fui a comprarme un refresco en el kiosco que había en la explanada para poder sentarme y tomármelo mientras repasaba para el examen.
Localicé un banco, dónde posteriormente me senté a estudiar aquello y después de darle unos cuántos sorbos a aquella bebida la deposité a mi lado, mientras pasaba las páginas de la libreta. De repente un balón de fútbol tuvo dirección hacia mi y por casualidad le dio también a mi bebida, esta se volcó sobre mi y mis apuntes, borrando todo lo que tenía escrito y manchándome entera. Todo el instituto no paraba de mirar lo que me había pasado y de reírse. Miré hacia arriba y localicé a un grupo de chicos que no paraban de carcajearse, sin ni siquiera disculparse. Pero lo peor que pude llegar a ver, fue cómo a Bea y sus ''amiguitas´´ también les hizo gracia. Quise levantarme de allí y dirigirme hacia los capullos que me habían hecho eso, pero no pude, ¿para qué lo iba a intentar? Ellos me superan en número y posiblemente les daría igual lo que les dijera, además todo el instituto me odiaba, así que lo único que hice fue dirigirme –con lágrimas en los ojos- hacia los aseos a lavarme aquello de lo que me había manchado.
Empecé a correr por los pasillos y todo alumno que me veía pasar de aquella manera, les esbozaba la cara con una sonrisa y sin ser más discretos, se les escapaba una carcajada. Me tapé la cara para que no me vieran llorar o más probablemente para que no pudiera ver cómo se reían de mi. Me partía en pedazos, ya estaba tan harta, ¿por qué a mi? ¿Qué le había hecho yo al mundo para que me pasaran solamente cosas malas? Ni si quiera el karma sería tan malvado cómo para hacerme tales cosas … ¿o sí?
Aquella situación hizo que me chocara con alguien y que no me diera cuenta hasta que me cayera al suelo. Entonces rápidamente me sequé los ojos con las manos.
-P-p-perdona…ha sido sin quer.- No pude acabar, sus ojos terriblemente azules estaban fijos en mi, no podía ser, era él, justamente él, el chico del autobús.
Su mirada se posó desde mis ojos aguados bajando poco a poco hasta fijarse en mi camiseta llena de refresco y mi cuaderno empapado desde esquina a esquina.
-Hey, ¿qué te ha pasado?
Quise contestarle pero volví a recordar todo lo ocurrido y empecé a llorar de nuevo, él lo notó y entendió mi estado, dicho esto, extendió sus brazos y le abracé.
Ni si quiera lo dudé por un segundo, estaba muy mal, sólo necesitaba un abrazo y me olvidé de todo lo que le había dicho esta mañana, me olvidé de la discusión y me olvidé hasta de lo del refresco. Sus cálidos y amplios brazos hicieron que me tranquilizara por un segundo.
-Ven, te voy a ayudar a quitarte esa mancha de tu camiseta, que hueles a naranja desde lejos. –Me dijo susurrándome en el oído.
Yo asentí y pude ¿sonreír? Sí, pude sonreír, sólo sé que mis labios se curvaron, hacía tanto tiempo que no sonreía que hasta había olvidado que se sentía.
Nos levantamos y me acompañó hasta un aula que se encontraba en el final del largo pasillo. Llegamos y ésta estaba oscura, no había absolutamente nadie, supongo que debería ser debido al descanso. Él –no sabía cómo nombrarlo, ni si quiera me sabía su nombre- sacó de uno de los bolsillos de sus vaqueros, unas llaves y tras elegir una, la introdujo por la cerradura y abrió la puerta de la habitación. Yo no dije nada, sólo observaba, no sabía aún que íbamos a hacer ahí para quitar la mancha de mi camiseta, pero supongo que él ya tendría algún plan. Y así era.
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Autobús.
Sonstiges- ¿Quién diría que un autobús iba a unir la vida de dos personas tan distintas? -