Un nuevo amigo (Parte 1)

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Lunes, 1 de enero; 7:00 am.

Tras pasar una semana aburridísima en mi casa, ya que lo único que podía hacer era leer debido a que no me dejaban coger aparatos electrónicos cómo podía llegar a ser el móvil, televisión o incluso radio… si, ¡TAMPOCO ME DEJABAN ESCUCHAR MÚSICA! A mis padres les había dado un ataque o algo parecido por lo del parte, ni si quiera me dejaban salir a dar una vuelta. Si lo de no meterme en problemas no me había quedado claro aún después de la sucesión de castigos entonces es que ya era totalmente idiota.

Aunque prefería quedarme así más tiempo que llegar otra vez al instituto, tenía miedo de que llegara el siguiente día al que tuviera que asistir. Por lo que puse la excusa de que me encontraba mal y que lo de ir no sería buena idea.

-Déjate de tonterías Ariadna y prepárate que te queda media hora para que llegue el autobús.

-Mamá…pero que me encuentro fatal, mira mi aspecto –me puse demasiado colorete en las mejillas para que pareciese que estaba enferma- No puedo ir hoy así.

Mi madre extendió su mano sobre mi frente y cuando notó que mi piel estaba rara, puso una cara algo extraña.

-Ari, ¿te has echado polvos en la cara o qué?

Mierda, me ha pillado.

-Emm, no mamá, solo que está deshidratada…

-Ari, deja de engañarme, si tanto te duele la cabeza cómo dices, tómate una pastilla, pero sube a tu cuarto a vestirte ya, si no quieres llegar tarde.

Suspiré, me había rendido, era una disputa algo tonta, a mi madre no podría hacerle cambiar de opinión ni queriendo, cuando se le metía algo entre ceja y ceja era así y raramente cambiaba lo que pensaba.

Desde la cocina, tuve que subir hasta mi habitación y cuando llegué a esta me vestí y luego volví a bajar para desayunar.

Me dirigí hacia la puerta para salir y justo cuando la abrí noté cómo mi madre me llamaba, giré mi cabeza para mirarla.

-Ari… -suspiró- cielo, que tengas un buen día.- Bajó la cabeza como si quisiera decir algo, esperó un momento y volvió a levantarla- Te quiero mucho y aunque no lo creas, puedes contarme lo que sea.

Ahora fui yo la que bajé la cabeza, -si supiera lo que me estaba pasando- , la volví a mirar.

-Adiós mamá. –Le dije con la voz entrecortada.

Cerré la puerta y cuando vi que no podía verme, saqué mi móvil, ella me había castigado (cómo había dicho anteriormente) un mes sin nada electrónico, por lo que lo había escondido todo, sin embargo, yo fui más rápida y lo encontré, necesitaba escuchar música, sobre todo a mi pequeño Ed, era lo único que hacía olvidarme de mis problemas.

Me puse los auriculares y de nuevo puse ‘X’.

A pesar de la música, sabía lo que me esperaba hoy, ni si quiera ésta hacía que me tranquilizara, estaba temblando, no quería sufrir otra vez o que me dejaran en ridículo.

La parada de autobús se acercaba, no había nadie sentado en ella por lo que fui yo la primera. Aún con mis auriculares puestos guardé mis manos en los bolsillos, éstas estaban tiritando y mis lágrimas estaban a flor de piel, algo de tiempo más y caerían, pero no podía dejar que eso pasara delante de todo el mundo, así que para estos casos siempre llevaba unas gafas de sol totalmente oscuras que no permitían ver mis ojos. Era algo estúpido ponérselas hoy ya que era un día nublado y los rayos solares ni asomaban por las calles pero prefería eso antes que me vieran llorar así que lo hice, las saqué de su funda de color rosa pálido y guardé esta.

Autobús.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora