Lunes

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21 de diciembre; 7:00 am.

El silencio y la oscuridad que inundaban la habitación eran ya algo escasos, el despertador había sonado.

Maldito y estúpido aparato, quién lo inventaría… –especulé en voz bajita-

Encendí la luz, y con los ojos medio cerrados pude divisar mi cuarto, estaba todo cómo lo dejé anoche, la ropa tirada por los suelos, el escritorio lleno de cosas inutilizables e incluso los bordes de la pizza, de quizás hace semanas. Mi leonera favorita.

Me senté en el borde de la cama y buscando mis zapatillas, me incorporé y me abrí paso hacia el cuarto de baño para asearme. Caminaba por el pasillo de mi casa que me conducía hasta dicha habitación, mis padres aún dormían y mi hermana pequeña igual. Llegué al baño y abrí el grifo.

Abrí bien las manos y cogí cierta cantidad de agua con estas, que empaparon mi cara. Me miré al espejo y sólo podía concentrarme en ese reflejo, ese reflejo que no me gustaba, cómo podía contar cada uno de sus defectos uno a uno, cómo podía ver que a su misma vez la persona que reflejaba no era aquella de hace años atrás, cuando era feliz y nada le importaba. Pensaba en Bea, ella no era así, ni mucho menos, ella era segura de sí misma, era feliz, no le importaba nada, no era cómo yo, la tímida de la clase, la callada, la ‘rara’. Cómo habían cambiado las cosas, sí, Bea me hablaba, pero cada vez pasaba más de mi, ahora había conocido a un chico, supongo que estarían saliendo pero no me ha dicho nada, aunque era lo más seguro, ella era guapa, inteligente y alguien con fama de ser popular, ojalá fuera como Bea.

Mis pensamientos se desvanecieron cuando vi cómo la puerta del baño se movía lentamente, tras esta apareció una figura algo borrosa, ya que la oscuridad no me permitía bien ver su cara. Pero no era ningún fantasma, cómo alguien podría pensar en ese momento, no, era mi padre.

-Buenos días cielo. -Dijo rascándose la nuca y con los ojos entrecerrados.

-Buenos días papá.

Bueno, quizás no eran tan buenos, que frase más estúpida.

Salí del baño y me fui otra vez a mi cuarto, convencida de que el día de instituto sería igual que el de la semana pasada, total, los lunes no eran nunca los mejores días, aunque pensándolo mejor, ni los lunes, ni los martes, ni todos los que componían la semana.

Abrí el armario y busqué algo más o menos decente, visible. Me decidí por unos vaqueros simples y una chaqueta negra. Casi toda mi vestimenta era de ese color. Bajé a desayunar, andando lentamente por las escaleras como si cuidara mis pasos, pero no por miedo a caerme si no porque quizás me sentía como si fuera un cristal, si daba movimientos bruscos me rompía en pedazos, si no lo estaba ya, claro.

Llegué a la cocina y para no tener que perder mucho tiempo decidí apañarme con un cuenco de cereales. Tras terminarlo subí de nuevo arriba y cogí mi mochila. Salí de casa, ahora tocaba coger el autobús e irme al instituto.

Agg instituto, esa palabra era insoportable, sobre todo en mi caso, no tenía ni idea del porque pero sentía como la gente me miraba raro, cómo si tras poner un pie en aquel edificio todas las miradas se centraran sola y únicamente en mi. Al principio no me percataba de ello, pero creo que lo que hizo darme cuenta fue gracias al comentario de Bea.

-No te das cuenta de que últimamente todo el mundo te mira raro, es que o sea, yo si me he dado cuenta y no estoy en tu lugar.

Paré en seco, todos aquellos pensamientos hicieron que estuviese a punto de cruzar la calle y me atropellara un coche. Vi la parada de autobús, me senté a esperar, dentro de unos cinco minutos vendría, normalmente siempre pasa sobre esa hora. Mientras tanto decidí sacar mi móvil y ponerme en los auriculares a Ed Sheeran. Su nuevo álbum ‘X’ era mi favorito, es más, creo que eso era una de las cosas también por las cuáles Bea y yo nos estábamos distanciando, no le gustaba ese artista. Según ella ‘’no crea música, ni si quiera es algo escuchable, no sé cómo te puede gustar’’ Sus palabras textuales. Yo no compartía su misma opinión, a mi me encantaba Ed, sus letras, sus melodías, la forma en la que te llegaba la canción, su voz… el paraíso. Además Bea solo se centraba en el reggaetón, nunca quiso abrirse a nuevos estilos musicales y cuando yo le ponía una de mis canciones, me la rechazaba o se lo hacía saber a sus nuevas amigas para que se riesen de mi. A pesar de ser así, Bea es mi mejor amiga. Supongo que tiene sus errores cómo todo el mundo.

Vi cómo de pronto la figura del autobús se aproximaba hacia el lugar en el que yo estaba sentada. Y llegó, se abrió la puerta y sin quitarme los cascos de mi sitio, entré en aquel lugar.

Me encantaba el autobús, me sentaba allí y me tranquilizaba. Muchas veces con la música puesta (tal cómo estaba ahora) me apoyaba sobre el cristal y me ponía a ver cómo pasaban las personas, muchas de ellas caminaban aunque también las había en bici, también se veían a adolescentes con mochilas, quizás con el mismo destino que el mío y a padres que acompañaban a sus hijos, personas que llegaban tarde y salían corriendo, policías…mucho tráfico matutino. Lo que me gustaba del autobús era que dejaba de pensar, no había espacio para mis pensamientos allí, solo éramos la música, aquellas imágenes y yo. También había veces en las que me imaginaba cómo sería la vida de cada una de las personas que caminaban, pensaba en sus despertares felices, en los sueños que cumplían y a pesar de sus malos ratos, siempre me imaginaba lo contentas que se hallaban.

El autobús se paró en una de sus paradas. La gente bajaba y subía. A veces apenas quedábamos algunos y de pronto se llenaba.

Me fijé como en esta parada, subió un chico. Pasó por mi lado, llevaba la cabeza agachada y la espalda algo curvada. Quizás lo que me llamó la atención de él eran sus ojos terriblemente azules, adoraba a la gente de ojos claros. Para mi maldición yo no había nacido con ellos, los míos eran de color marrón como los de la gran mayoría de la población. Aparté mi vista de él, a pesar de sus ojos, seguía siendo otro adolescente más de mi edad, que seguro que me habría mirado con cara de asco, igual que todos. Y seguro que también sería alguien cruel, sería patético establecer una conversación con alguien que te miraría de arriba a abajo. Son todos iguales, te observan, analizan tus defectos y después a pesar de no conocerte, te juzgan y ya no te vuelven a mirar más. Volví a centrar mi mirada a la ventana del autobús, pero justo cuando lo hice noté como este se paraba.

-Garden Street-

Esta si era mi parada, tenía que bajarme ya, comenzaba el infierno de la semana. Maldito Lunes.

Primer capítulo, agradecería que me dijéseis vuestra opinión y eso. Se os quiere;

-Gracias por leer-

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