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— ¿Hola? —El rizado habló con algo de temor.

Harry, hola, soy Louis. —El rizado tragó saliva tratando de no pensar lo peor. —Escucha, hay una emergencia en el hospital y necesito ir para allá, Sam está de turno también, no es molestia que te quedes con ella esta noche ¿verdad? —Se sintió aliviado de que no fuera lo que pensaba. —Si es un inconveniente para ti, puedo pasar por ella e ir a donde mi madre, no-

— No es ningún problema, Lou. Estaremos bien. Suerte en el trabajo. —Louis murmuró un gracias y colgó, hasta ese momento el ojiverde pudo respirar con más tranquilidad.

Sabía que tenía que hablar con Louis, pero no iba a importunarlo en el trabajo. Se dispuso a preparar la cena para él y Leah, y cuando la fue a ver, un silencio inquietante lo recibió. En el televisor la película se seguía reproduciendo, pero no había más soniditos de bebé, la buscó de manera rápida y se encontró con una Leah sentada en el suelo dormitando, sonrió con ternura y fue hasta su pequeña.

— Calentaremos el biberón e iremos a la cama, seré rápido, linda, lo prometo. —La bebé se acurrucó en los brazos de su padre, Harry se apresuró a hacer lo que le prometió a su niña y minutos después estaba en la mecedora arrullando a la pequeña.

Una vez que Leah cerró sus ojitos, el rizado le cambió la ropa por su pijama mientras traba de no despertarla, la metió a la cuna y encendió la lámpara de estrellas que iluminaba la habitación durante la noche. Dejó la puerta abierta y fue a tomar su cena ahora fría. Su mente comenzó a divagar y crear escenarios que comenzaban a dolerle.

Si tan solo él no hubiera sido un idiota y alejado a Louis de su vida, quizás tendría esto de una mejor manera. En aquella casa que ahora ya no era suya, podía verse en la cocina horneando pastelillos para su niña y su Louis, imaginaba a Louis en el sofá amamantando a Leah mientras veía la televisión, él probablemente le prepararía algún bocadillo que quisiera. O a él y Louis acurrucados en la cama después de haber acostado a Leah, tal vez harían el amor y despertarían por el llanto de ella. Su corazón se contrajo con dolor, había tanto que podía tener y él solo lo había arruinado todo, porque eso es lo que necesitaba, un hogar, una familia a quien amar y se había dado cuenta demasiado tarde.

Fue hasta su habitación y se preparó para tomar una ducha rápida por si Leah despertaba. Una vez que terminó observó su reflejo en el espejo del baño, estaba un poco más demacrado de lo que recordaba. Suspiró y comenzó a afeitarse, rápida y eficazmente, pero el llanto de su bebé lo hizo apresurarse logrando que se cortara con la cuchilla, soltó un quejido, y aún así se apresuró a limpiarse e ir a buscar a su niña.

Llegó a la habitación de Leah con los pies descalzos, el cabello húmedo y solo una toalla rodeando sus caderas. Tomó a la bebé entre sus brazos y comenzó a arrullarla.

— Shh, shh, shh, tranquila, tranquila, mi amor, papá está aquí. —La niña empezó a calmarse y eso lo alegró, sin embargo aún tenía que asegurarse de que todo en ella estuviera bien.

Al final resultó que solo necesitaba un cambio de pañales y su leche, aunque para su mala suerte ya no quedaba más, la leche que Louis había mandado solo duraba para el día porque obviamente él esperaba tenerla y amamantarla en la noche. Tenía que solucionar ese problema, no sabía que hacer, no podía llamar a Louis porque seguramente estaría ocupado, sin embargo decidió enviarle un texto.

Tú:

Hola Louis

Tengo un pequeño problema,
la leche de Leah se agotó,
sé que estás ocupado, pero
necesito saber si puedo darle
leche en polvo o algo así.

Prometiste L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora