Capítulo XXXIX

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Terry~
Albert, ha fallecido

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Terry~

Albert, ha fallecido. Mi amigo ya no pertenece a este mundo. El hombre que me salvo la vida muchas veces, el hombre que ayudo a mi esposa. El hombre de quién Karen esta enamorada. El hombre que se convirtió en mi hermano se ha ido. No lo volveré a ver más.

-¡No, eso no es cierto! ¡No puede ser cierto! ¡Dígame que es una mentira! – los gritos de Karen me alertan sobre todo porque mi prima esta agarrando el saco de el traje del abogado ese.

-Lo siento mucho, señorita Kleiss, pero es la verdad.

-¡No, no, no. Me niego a creerlo,  me niego a aceptarlo! – veo los ojos de Karen, están inundados en lágrimas y desesperación – No, no es cierto.

Lo siguiente que noto es como, Karen se desvanece y corro para que no se golpee la cabeza.

-Se ha desmayado, llévenla a su cuarto y reanímenla – le entrego el cuerpo desmayado de Karen en los brazos de Stear, entre su hermano la llevan hacía arriba.

Veo a mi esposa esta, sentada en su sofá. Por su expresión perdida sé que esta en shock, aún no asimila lo que ha pasado y la entiendo, perfectamente.

-¿Qué fue lo que sucedió, señor Meken? – le pregunto al tal abogado ese – Dígame que fue exactamente lo que pasó.

-El señor William estaba en Rusia el automóvil donde él y el señor George Johnson estaban tenía fallas mecánicas, el auto choco ninguno de los tres sobrevivió.

-¿George también murió? – habla mi tía, quién yo pensaba estaba con su hija, pero se quedo aquí abajo y oyó como mi hermano y el hombre que amaba, murieron. Creo que esta a punto de desmayarse, si no fuera porque mi madre y Claudia están agarrándola ya se hubiera caído.

-Lamentablemente, señora.

-¿Dónde están los cuerpos? ¿Qué hicieron con los cadáveres? – pregunto. Quisiera llorar la muerte de mi amigo y de un hombre ejemplar, pero no puedo, no ahora Candy y Karen me necesitan ahora más que nunca, y no pienso abandonarlas.

-La señora Elroy Andly ordeno que los restos de los señores, se inhumaran en Rusia – se me ocurre algo descabellado, pero tengo que guardarme esos pensamientos para mí, por lo menos hasta que aclare esta situación – Ya se ha leído el testamento del señor Andley, en el cual expresa abiertamente que su única heredera universal es su hija adoptiva, la señora Candice, y la señora Elroy quiere hablar con ella en privado.

-De ninguna manera – expresó – No voy a dejar que mi esposa vaya a Chicago solo porque la distinguida señora Elroy se le da la gana que vaya.

-¡Terry! ¡No puedes decidir por ella! – me habla mi mamá.

-Señor Grandchester, la señora Elroy solo quiere hablar tranquilamente con su esposa, para acordar que es lo que harán de ahora en adelante.

Si seguro, que solo eso quiere. Nunca me he fiado de esa mujer y menos ahora. Estoy apunto de hacer algo que nunca creí que iba a hacer, pero le he prometido a varias personas que protegería a Candy y eso es precisamente lo que haré.

-Dije que no – digo con total seguridad – Si la señora Elroy quiere hablar con mi esposa, será ella la que va a tener que venir a New York. Yo no autorizo a dejar viajar a mi esposa a Chicago y espero que respete mi decisión.

No digo más, y tomo a Candy entre mis brazos para ir a nuestra habitación. Lejos de todo este drama.

-Ya sabe abogado, si Elroy quiere hablar con mi mujer va a tener que venir aquí, es mi última palabra.

-Pero…

-Buenas tardes señor Meken.

No me fío del abogado eso, y no quiero ni imaginarme a mi Candy sola en Chicago con esa bruja y los Legan tratando de hacerle daño. Tengo que cuidarla, reforzar la seguridad y todo lo que se me ocurra.

-Candy, preciosa reacciona – le tocaba el hombro y luego le daba pequeños golpecitos en su frente.

-Albert – dijo a puras penas – Albert se murió, mi hermano. Él no tenia porque morirse, él no.

-Tranquila, pecosa – trato de calmarla, pero es evidente que esta muy afectada por la noticia.

Decirle que todo esta bien no puedo hacerlo, porque sé que nada estará bien. Así que dejo que llore todo lo que quiera en mis brazos, luego le pido a Claudia que traiga un calmante. Cuando dicho narcótico hace efecto, la dejo dormida en nuestra cama la arropó con cuidado y salgo de la habitación.

Voy a la terraza, no me apetece hablar con nadie por ahora, así que me dedico a llorarle a mi mejor amigo. No me importan que me vean llorar, pero necesito un momento a solas para averiguar que haré de ahora en adelante ¿Cómo cuidaré a sus dos grandes tesoros? Si por dentro estoy que ya no puedo. ¿Por qué lo deje ir? Él sabía del peligro y…

Es cierto, ambos sabíamos que Elroy lo quería eliminar. ¿Y si ella tuvo algo que ver en esto? Es muy probable. Yo hasta metería las manos al fuego, en decir que Elroy Andly mando a matar a su propio sobrino.

No importa como sea, yo lo descubriré y si ella es la culpable de la muerte de mi hermano no descansaré hasta hacer justicia y que esa vieja hipócrita pague por todo el daño que ha hecho.

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