VI: Demasiado demonio para ese ángel

2.7K 449 107
                                    

Thalía

—Es un buen muchacho al que conozco de toda mi vida, el mejor partido que podrías encontrar para casarte. No comprendo por qué lo rechazas tanto y no te das una oportunidad con él, Thalía.

Pongo los ojos en blanco mientras mi padre me habla por no sé cuál número de veces sobre Sheldon, ese chico con el cual pretende me case sin importarle si lo quiero o no. Solo le importa su estatus social y nada más. Miro al hombre frente a mí bebiendo de una copa de su vino francés favorito, mi madre mantiene el silencio.

—Si te parece un buen muchacho bien podrías casarte tú con el papá —ante esa respuesta de mi parte él me mira furioso, yo ni me inmuto mientras meto en mi boca un pedazo de ternera y lo mastico con calma.

—Thalía, ¿qué es esa respuesta? Soy tu padre y me respetas —espeta molesto, casi dando un golpe en la mesa con el puño. Reí sin humor.

—El respeto debe ser mutuo papá y me parece a mí que tú no estás respetándome al querer casarme con un hombre por el cual no siento nada solamente por el estatus como si eso fuera lo más importante —mascullo, viéndolo a cada uno—. Métete eso en la cabeza: no tendré ninguna relación con el hijo de tu mejor amigo ni ahora ni nunca. No voy a condenar mi vida a la miseria como lo hicieron ustedes. No voy a vivir dentro de casa con un marido al que odie y aborrezca en la intimidad, pero antes la sociedad fingir que nos amamos con locura. No voy a casarme y traer un hijo al mundo que tenga que vivir la pesadilla que yo he tenido que vivir desde que tengo uso de razón escuchándolos peleándose sin importarles mi existencia ni lo que yo siento—. Mi padre está mirándome con la mandíbula dura, mi madre inexpresiva—. No importa si el hombre con el que me case no puede pagarme viajes costosos, proporcionarme un pent-house en la parte más cotizada de esta ciudad o regalarme joyas caras para presumir, para mí lo más importante, ante todo es el amor y el respeto entre parejas, y es por ello que solo me casaré con un hombre al que ame y que de verdad me ame así tengamos que vivir en una choza. El hombre con el cual yo me case será uno al cual yo elija.

—No pienso permitir que te cases con cualquiera, Thalía —gruñe mi padre, molesto ante mis palabras—. No voy a permitir que una hija mía se case con un pobretón cualquiera y ensucie mi apellido.

Me rio y eso lo enfurece..

—Tu apellido es lo que menos me importa papá. —Me pongo de pie, ya habiéndoseme quitado el hambre por la absurda discusión—. Yo soy la única dueña de mi destino y me importa poco si tú no estás dispuesto a permitir que me case con un pobre como tú dices; para mí el dinero y el estatus no son lo más importante. Es el amor y es por ello que lucharé por casarme con una persona a la cual ame con uñas y dientes.

—Sabes que si sigues desafiándome puedo dejarte sin un centavo para tus gustitos, ¿verdad? —La discusión es entre mi padre y yo, mi madre continúa en silencio.

—No me casaré con quien tú elijas y no me importa que me dejes sin un centavo papito, tengo dos manos para trabajar y sostenerme. —Le muestro mis manos—. De hecho he estado pensando muy seriamente irme de esta casa a algún lado donde no se respire tanto toxicidad como aquí. —Al finalizar esas palabras dejo caer con calma la servilleta en la mesa y me giré marchándome.

Escucho el furioso llamado de mi padre pero me vi ignorándolo para correr hacia mi habitación. Azoto la puerta a mi entrada y me derrumbo sobre mi cama abrazándome a un peluche. Mis ojos arden por las lágrimas y las dejo salir, no las retengo, estas rápidamente empapan mis mejillas.

Me iré de casa, aceptaré la propuesta de Ashley de quedarme en su casa porque la idea de vivir solita tampoco me apetece, pero sí que cualquier cosa es mejor que estar en esta casa. Estoy cansada. Se supone que los padres deberían querer lo mejor para sus hijos, los míos querían hundirme. Papá quería que me casara con Sheldon incluso si no lo amaba solamente por el bendito estatus sin importarle condenarme a la misma vida de mierda que han tenido él y mi madre y la misma que yo he tenido que sufrir desde que tengo conciencia. Me recuerdo de pequeña tapándome las orejas mientras me escondía debajo de la cama para no tener que escuchar cómo se gritaban y maldecían uno al otro.

Entre Cada Latido, Tú. ( SAI, Libro 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora