Capítulo 8: "Pensamientos"

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Saga no podía dejar de darle vueltas al asunto, tenerla tan cerca lo había movilizado de sobremanera.

-¿Cómo pude dejar que se vaya?- decía mientras iba y venia de su living- tengo que llamarla

Saga observo el reloj y vio que era muy tarde, vacilo un poco si era buena idea llamarla a esa hora, ya que de seguro estaría durmiendo

- Aun así, debo llamarla- se decidió por fin

Sostenía el celular en sus manos mientras torpemente busca el numero de su presidenta, la peli azul no estaba del todo convencido, por lo que decidió poner su número en privado y seguir su impulso. Mientras esperaba a que atendiera al hombre se le vino nuevamente las imágenes en su cabeza de lo sucedido horas antes. El perfume de Saori, la textura de su piel, el hecho de tenerla tan cerca lo había fascinado, en los últimos días esa mujer ocupaba su cabeza completamente. Ahora se encontraba llamándola, pero...

¿Qué le diría?, ¿para que la llamaba? ¿que ganaría con esto? Si bien Saga no podía responder a ninguna de esas preguntas, necesitaba escucharla, necesitaba escuchar la voz de esa mujer que lo volvía loco

- Hola???- Contesta la mujer del otro lado. Por un momento Saga dejó de respirar, no sabía la razón, pero el hecho de solo escuchar su voz ya lo paralizó ¿Cómo es posible que su jefa tenga ese poder sobre él?

- Hola?, ¿quién es? – Ante esta insistencia, el hombre recordó que había puesto su numero en privado, por lo que la bella mujer del otro lado no podría saber de quien se trataba. Cerró los ojos un momento, respiro hondo para tomar coraje y justo cuando se disponía a contestar escuchó:

- ¿Además de inoportuno mudo? - Eso hizo reaccionar a Saga. Inmediatamente cortó, estaba furiosos él estaba allí con ella. El hombre estaba tan inmerso en sus pensamientos con Saori que se había olvidado que la mujer estaba casada. Ninguno de los dos parecía estar dormido, además que el hombre había comentado que la llamada fue inoportuna ¿eso significa que? Ellos estaban... Pero claro... ella es su esposa.

Saga apretó sus puños y sus dientes tan solo imaginar a la mujer que lo enloquecía en brazos del moreno. Gruño ante la impotencia y decidió darse una ducha para calmarse e intentar alejar a Saori de sus pensamientos.

Puso ambas manos en la pared e inclino la cabeza para que el agua recorra su cuerpo, quería que el agua caliente se llevara todo su pesar, todo su pensamiento. Lejos de eso, la imagen de Saori volvió a él, cada gesto, su figura, sus labios, sus ojos...

El hombre sintió un calor que recorrió su cuerpo, su cara se enrojeció ante la excitación, pensar en esa mujer ya se había vuelto peligroso y constante y el calor que provocaba era insoportable.

No pudo evitar dirigir su mano ante su masculinidad. Él continuaba con los ojos cerrados mientras se imaginaba a su presidenta sin ropa sonriéndole. Esa sonrisa... adoraba su sonrisa, sus curvas, todo de ella... ¿Cómo seria tenerla en su cama? ¿hacerla suya? Besar sus labios, su cuerpo...

Mientras se auto complacía, no dejaba de imaginar a Saori en sus brazos, todos los besos que le daría, todas las caricias, harían el amor toda la noche, sus gemidos ¿Cómo serian sus gemidos? ¿Cómo seria su rostro al llegar al climax?

La imaginaba de mil formas, era casi como la tuviera ahí. El peli azul no podía evitar soltar gemidos ocasionales mientras aceleraba sus movimientos. Sentía la temperatura de su piel elevarse, las imágenes de Saori eran muy claras, el hombre contemplo cada detalle de la mujer los últimos días. Gruño al sentir que se acercaba el momento culmine, ya era inútil seguir negándolo. Él la deseaba, deseaba tenerla sólo para él, sabia que era una mujer casada pero no le importaba a esa altura, necesitaba tenerla.

-Sa... Saori...

Menciono su nombre entre gemidos mientras llegaba al orgasmo. El hombre jamás hubiera imaginado que alguna vez pensaría en su jefa de esa manera, siempre sintió un enorme respeto hacia esa mujer y siempre sintió un enorme respeto a su matrimonio.

Un poco mas aliviado, el hombre salió de la ducha y se dispuso a dormir. De seguro hoy soñaría con aquella mujer que le sacaba el aliento.

Esto no podrá separarnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora