Segundero.

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En la más tranquila oscuridad.

El segundero del reloj resuena haciendo eco dentro de mi coche.

Preciso como siempre.

Marcando exactamente cada segundo que transcurre.

Cierro los ojos y recuesto mi cabeza sobre el asiento.

El segundero sigue girando, nada lo detiene.

Me dejo llevar por el placentero sonido de este.

Me hipnotizo por el mismo.

Y abandono el plano en el que me tocó vivir.

Viajo a ese lugar especial en mi mente.

Aquel que inventé de niño y que jamás se ha movido.

Siempre está ahí para mí, siempre soy bienvenido allí.

Bienaventurado quien pueda llegar aquí.

Porque aquí todo es perfecto.

Es magnífico atravesar sus muros.

Es maravilloso que las puertas te den la bienvenida.

Todo brilla, todo resplandece.

Nada está fuera de lugar, todo tiene una razón.

Mantiene el equilibrio perfecto.

Entre la imaginación infantil y la dura realidad de un adulto.

Nadie molesta, nadie crítica.

Solo estás, solo y tranquilo.

Como cuando al mundo vas a embarcar.

Como cuando el mundo abandonas.

Un conocido golpeteo sobre el vidrio de la puerta.

Me obliga a reemprender un viaje de vuelta.

Me están pidiendo que les deje ingresar al coche.

Que les deje ingresar al lienzo en donde mi mente ha pintado una vez más el camino.

¿Cuánto tiempo ha transcurrido?

El segundero continuó girando, acompañado del minutero.

Lo que debía esperar ya no lo debo de hacer.

¿Qué más perfecto que dicho fenómeno actuando?

¿Qué más perfecto que el tiempo transcurriendo?

Reflexiones Eufóricas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora