Capítulo 6 POR AMOR A UN HOMBRE

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El mes de diciembre anterior, cuando se congelaron los pies a John Thornton, sus socios le

dejaron todo lo necesario para su comodidad y se alejaron, dirigiéndose a Dawson en una

balsa de troncos. Thornton todavía cojeaba ligeramente en la época en que rescató a Buck,

pero con el constante calor se restableció hasta de esa cojera. Y allí, sentado a orillas del

río, durante los largos días de primavera, observando el agua murmurante, escuchando el

canto de los pájaros y la voz de la naturaleza, Buck recobró lentamente su salud.

Un descanso viene muy bien después que uno ha viajado tres mil millas, y debe confesarse

que Buck se hizo algo perezoso mientras se curaban sus heridas y recobraba las carnes

perdidas. Aunque hay que decir también que todos holgazaneaban en ese campamento:

Buck, John Thornton, y Skeet y Nig, esperando la balsa que los llevaría a todos a Dawson.

Skeet era una pequeña perdiguera irlandesa, que se hizo muy pronto amiga de Buck, el que,

estando moribundo, no pudo rechazar sus primeros avances amistosos. La perrilla tenía una

cualidad que poseen muchas perras, y como suelen hacerlo las gatas, lavaba y limpiaba las

heridas de Buck con la lengua. Regularmente, todas las mañanas, realizaba ella su tarea,

hasta que Buck llegó a anhelar tanto sus atenciones como las de Thornton. Nig, igualmente

amistoso, aunque menos demostrativo, era un enorme sabueso negro, con ojos sonrientes y

alegre temperamento.

Para gran sorpresa de Buck, estos perros no demostraron sentir celos de él. Parecían

compartir la bondad de Thornton. A medida que Buck se iba fortaleciendo, lo hacían

participar en toda clase de ridículos juegos, en los cuáles el mismo Thornton tomaba parte,

y de esta forma Buck pasó su convalecencia jugando y comenzó una nueva vida. Por

primera vez conoció el significado del verdadero amor. Nunca había experimentado tal

cosa en la casa del juez Miller en el soleado Valle de Santa Clara. Con los hijos del juez, el

cazar y corretear por el campo había sido una especie de sociedad de trabajo; con los nietos

del anciano caballero, fue una especie de guardia; y con el juez mismo, una amistad

majestuosa y digna. Pero fue necesaria la presencia de John Thornton para despertar en él

un amor ferviente que se parecía más a una locura y a una adoración.

Este hombre le había salvado la vida, lo que se tomaba en cuenta; pero, además, era el amo

ideal. Otros hombres se preocupaban del bienestar de sus perros porque lo consideraban un

deber y una ventaja; él se ocupaba del bienestar de los suyos como si fueran sus propios

hijos, porque no podía evitarlo.Y hacía aún más. Nunca olvidaba un bondadoso saludo o

una palabra de aliento, y solía sentarse para conversar largamente con ellos, lo que era tan

agradable para él como para los perros. Tenía la costumbre de tomar la cabeza de Buck

entre sus rudas manos y, apoyando la suya sobre la del perro, la sacudía de un lado a otro,

El llamado de la selvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora