Capítulo 3 LA BESTIA RPIMITIVA DOMINANTE

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La bestia primitiva predominaba en Buck, y, bajo las terribles condiciones de la vida del

sendero, se acrecentaba cada vez más. Empero, tomaba incremento en forma secreta. Su

recién nacida astucia lo dotaba de un equilibrio y un control desconocidos hasta entonces, y

no sólo no buscaba peleas, sino que también las evitaba en todo lo posible. Una cierta

premeditación caracterizaba su actitud. No estaba dispuesto a la temeridad y a la acción

precipitada; y en su frío odio contra Spitz no traicionó su impaciencia y evitó cualquier

acción ofensiva.

Por otra parte posiblemente porque adivinaba en Buck a un peligroso rival, Spitz no perdía

oportunidad de mostrarle los dientes. Llego hasta a salirse de su camino para intimidar a

Buck, tratando siempre de comenzar una pelea que sólo podía terminar con la muerte de

uno u otro.

A comienzos del viaje, esto pudo haber ocurrido, si no hubiese sido por un accidente

inesperado. Al terminar un día de marcha, hicieron alto a orillas del Lago La Barge. La

nieve, un viento que cortaba como si fuera cuchillo, y la oscuridad, les había forzado a

buscar a tientas un sitio para acampar. Imposible que les hubiera ido peor. A sus espaldas se

elevaba perpendicular una pared rocosa, y Perrault y François se vieron obligados a hacer

su fuego y extender sus mantas sobre el hielo del lago. La tienda la habían dejado en Dyes

para poder viajar con poco peso. Unos pocos palillos les sirvieron para encender un débil

fuego, que muy pronto derritió el hielo y los forzó a comer la cena en la oscuridad.

Muy cerca de la pared que servía de abrigo, Buck construyó un cubil. Tan cómodo y cálido

resultó, que le fue muy duro abandonarlo cuando François distribuyó la ración de pescado.

Pero cuando Buck terminó de comer y regresó, halló el orificio ocupado. Un gruñido de

advertencia le dijo que el intruso era Spitz. Hasta entonces, Buck había evitado dificultades

con su enemigo, pero eso era demasiado. La bestia en él proclamaba venganza. Saltó sobre

Spitz con una furia que les sorprendió a ambos, especialmente a Spitz, pues la experiencia

que tenía con Buck le había enseñado que su rival era un perro extraordinariamente tímido

que sólo había podido sobrevivir a los rigores de esa vida debido a su gran peso y tamaño.

François también se sorprendió cuando los vio salir disparados del cubil hechos un ovillo

de garras y dientes, y adivinó la causa de la pelea.

- ¡A-a-ah! – animó a Buck -. ¡Dale una paliza al maldito! ¡Dale una paliza al sucio

ladrón!

Spitz estaba bien dispuesto para la lucha. Aullaba de ira y ansiedad mientras daba vueltas

en círculos para buscar el momento oportuno del ataque. Buck no estaba menos dispuesto

ni se sentía menos cauto, mientras él también giraba en círculos buscando un momento

El llamado de la selvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora