Antes que nada, quiero aclarar que narra un hombre y que es un relato homosexual, sin más, disfruten.
Son las 15:36 y, para mi pesar, aún sigo en el establecimiento al que muchos llaman universidad, pero yo llamo basura. Porque eso es, solo nos taladran la cabeza con clases teóricas; de la pizarra al cuaderno y del cuaderno a la hoja de examen.
Pero no todo es tan malo y ese pensamiento incrementa cuando llego al campo de fútbol americano donde los del equipo están calentando, 15 chicos sin camisetas, sudados y musculosos.
Esto es lo que yo llamo una buena vista.
Me quedo a un lado de las gradas para que no me vean; de verdad me gusta lo que estoy viendo, pero no es de mucha ayuda para mi autoestima, digo, todos tienen unos perfectos abdominales, brazos musculosos, gran altura y rasgos masculinos marcados.
No digo que este gordo o sea un flacucho, pero definitivamente no me veo como ellos, tengo cara de niño y sumado a mi baja estatura, soy más adorable que sexy a mis 19 años.
Se que a algunos hombres más grandes les gusta este fetiche de la cara linda y apariencia de niño inocente, pero no es como si estos se aparecieran en mi casa y dijeran: "Hey niño, me pareces atractivo, follemos"
La vida sería tan fácil si así fuera.
De la nada comienza a llover como si no hubiera un mañana y me maldigo por no haber visto el pronóstico y traer un paraguas, que digo, me lo hubiese olvidado igual.
Suena el timbre y reafirmo que el universo me odia, no solo me estoy empapando, sino que el campo de deportes está bastante lejos de las aulas, aunque es entendible, nadie quiere que en medio de una clase estén viendo a los jóvenes sin camiseta en vez de al libro de texto.
Me apuro a llegar a la clase de literatura, el profesor es un hijo de puta que está muy bueno, pero que no perdona nada y no quiero quedarme fuera.
El corazón está que se me sale del pecho para cuando llego a la puerta, descanso un segundo contra el marco, estoy sudado, empapado y la camiseta blanca se me pega al pecho.
Siento la sangre correr a mis mejillas cuando veo como se marcan las tetillas y algunas líneas de mi abdomen, no son la gran cosa, pero no puedo evitar sentirme incómodo.
Dejo de pensar en eso y me doy la vuelta para entrar al aula, intentando cubrirme con mis manos, pero paro en seco cuando veo al profesor en la entrada mirándome fijamente, los gritos y conversaciones de los demás alumnos se escuchan de fondo y temo seriamente por mi vida.
Si antes estaba colorado ahora estoy como un tomate. Quiero decir algo, pero mi boca no se abre y cuando creo que me va a mandar a dirección sus ojos dejan mi cara y bajan a mi pecho, se queda viendo cómo se marcan mis pequeñas tetillas y ya no se que pensar cuando se lame el labio sin despegar la mirada de ahí.
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Deseos carnales
Conto+18 Relatos sexuales que no tienen un hilo entre sí, solo para disfrutar y descargarse. Aviso de contenido sexual, humillación y escenas que si eres sensible o no te gusta el sexo salvaje y/o violento es mejor que no lo leas. Quedan advertidos, no s...