Su turno en el hospital estaba por fin acabando, acercándose su merecido descanso tras 24 horas seguidas de trabajo duro. Pese a su cansancio físico, nada ni nadie podía quitarle de encima la sonrisa a Horacio, el médico cirujano más querido del área de salud. Tenía un encanto innato, era cosa de cruzar un par de palabras con aquel cálido doctor de curioso estilo para quedar fascinado por su forma de ser tan cercana y sencilla. Pero por sobretodo, era reconocido en la ciudad por sus amplios conocimientos y su profesionalismo. Siendo probablemente esto último lo que desencadenó aquello que terminaría por acontecerle, cambiando por completo el rumbo de su existencia...
Salió por fin de dicho turno en el hospital, dirigiéndose con parsimonia hasta su hogar, adoraba caminar bajo las estrellas. Ya era de noche, estaba bastante oscuro y silencioso el ambiente. Horacio avanzaba distraído pensando en llegar por fin a su cama. Un estruendo le despertó de su ensoñación, asustándole por completo, tres extraños bajaron de una camioneta negra apuntándole con armas —¡Sube al vehículo! — Gritó uno de ellos, fuera de sí. La respiración de aquel doctor se cortó del terror.
Sintió un sudor frío recorrer su cuerpo, asintió nervioso, alzando sus manos en señal de rendición, obedeciendo a aquellos violentos enmascarados. Una vez todos dentro de aquella camioneta, todo lo que pudo oír fueron los neumáticos rechinar contra el pavimento, esto, seguido de un fuerte golpe en su cabeza, procediendo a perder por completo la conciencia, todo se volvía oscuro y las voces a su alrededor desaparecían poco a poco, perdiéndose en un abismo desconocido y aterrador, apagándose lentamente.
Una hora, dos horas...seis horas estuvo inconsciente Horacio. —Mira, está despertando— oyó a lo lejos, sin reconocer dicha voz. Su cabeza daba vueltas, todo su cuerpo dolía. Abrió lentamente sus ojos, apenas podía con ello, agradeciendo la escasa iluminación del lugar. Intentó moverse, aún sin lograr ver por completo, todo estaba borroso. Cadenas. Las oyó y sintió alrededor de sus muñecas, impidiendo su completa movilidad. Tiró de ellas, sintiendo a su lado unas risitas burlonas —¿A dónde va el doctorcito? —
Aquella voz condescendiente y sarcástica le hizo soltar un gruñido, logrando ver por fin a los autores de su secuestro. Tres hombres vestidos en ropas oscuras con sus rostros totalmente cubiertos le miraban de pie con sus brazos cruzados. —¿Quiénes son ustedes? ¿Qué creen que hacen? Díganme una cifra y yo les doy el dinero, eso no es problema, pero déjenme ir— Su voz comenzaba a sonar desgarrada, quería mantener la calma, sin embargo, la situación claramente no le ayudaba.
Nuevamente una socarrona risita fue la respuesta obtenida, junto a tres armas largas que fueron dirigidas a su cabeza, siendo apuntado en total silencio. Horacio podía sentir su propio ritmo cardiaco acelerarse vertiginosamente. Como una bomba a punto de estallar su corazón latía galopante, aterrado. Tragó con dificultad, mirando a sus posibles asesinos a los ojos. Algo en el brillo de sus ojos asustados logró calmarles hasta cierto punto, haciendo que uno de ellos hablase finalmente.
—No queremos dinero, crestitas, tú no vales un puto duro— espetó casi escupiendo venenosamente sus palabras sobre el doctor. Se acercó hasta donde estaba amarrado, usando su arma para elevar el rostro de Horacio, mirándole se cerca. —Lo único que tienes que hacer, es cuidar del jefe— murmuró amargamente, haciendo que su aliento cargado de tabaco entrase por sus fosas nasales —Si le haces daño, si intentas huir, o cualquier movimiento en falso... ¡Pum! — susurró un ruido de disparo.
Alejándose nuevamente para continuar hablando —¿Quedó claro doctor Pérez? —farfulló casi con asco, recibiendo el asentimiento de Horacio, quien suspiraba pálido bajo las dos restantes armas que le apuntaban. —Desátenlo y tráiganlo donde el jefe— Temblando, se vio el moreno siendo bruscamente desatado por aquellos hombres, siendo llevado a través de lo que parecía ser una pequeña casita en medio de la nada, con puertas y ventanas completamente tapadas por tablones de madera. Todo el ambiente era oscuro, lúgubre, aterradoramente silencioso. Escoltado hasta llegar a una puerta común y corriente, suspiró nervioso. Esperaba encontrar a aquel "jefe" como un señor espeluznante con excéntricos ropajes sentado con elegancia fumando tabaco.
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Volkacio AU - Healing Scars
Fanfiction《 𝑯𝒐𝒓𝒂𝒄𝒊𝒐, 𝒖𝒏 𝒆𝒏𝒄𝒂𝒏𝒕𝒂𝒅𝒐𝒓 𝒎𝒆𝒅𝒊𝒄𝒐 𝒔𝒆 𝒗𝒆 𝒐𝒃𝒍𝒊𝒈𝒂𝒅𝒐 𝒂 𝒄𝒖𝒊𝒅𝒂𝒓 𝒅𝒆 𝑽𝒊𝒌𝒕𝒐𝒓 𝑽𝒐𝒍𝒌𝒐𝒗, 𝒔𝒊𝒄𝒂𝒓𝒊𝒐 𝒚 𝒎𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒊𝒎𝒑𝒐𝒓𝒕𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒎𝒂𝒇𝒊𝒂 》 Short Story - COMPLETA [1 parte +18] ...