[Capítulo 5]

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Horacio fue despertado aquella mañana para su desayuno, siendo éste llevado como siempre hasta su cama, sin embargo, el hombre se disponía a dejarle solo y nuevamente encerrado en vez de llevarle donde "el jefe" para la rutinaria revisión.

—¿No me va a esperar para...— El doctor fue interrumpido por el contrario, quien, con el semblante serio y un tono severo, espetó —No, el jefe dice que ya se encuentra mejor, que no necesita que vaya a verle a menos que su caso empeore— Dicho esto, le dejó a solas, cerrando la habitación con un estruendoso portazo que le hizo saltar del susto. Volviendo al silencio en el que había estado momentos antes. —Oh...— murmuró asombrado y desilusionado ante lo que acababa de oír.

Su mirada se quedó fija en la puerta que acababa de cerrarse frente a él, sin saber bien qué decir, qué hacer, o qué pensar. Habría jurado que estaba todo bien entre él y Viktor, al menos eso había sentido el día anterior, ¿Cómo había podido cambiar todo? Horacio podía sentir algo en su interior quebrarse, como si pequeños trocitos de cristal comenzaran a herirle con un filoso dolor que ardía y quemaba todo a su paso. Una fuerte presión en su pecho le impedía moverse.

Aquello era el dolor más real que había experimentado en su aventurera existencia. Notaba como su respiración se agitaba, desesperado comenzaba a ahogarse, envuelto en rabia y pena que le destruían de forma lenta y abrumante. Lágrimas se agolparon en sus ojos, "creí que esto sería diferente", pensó decepcionado, "creí que de verdad le importaba", se sentía como el idiota más grande del universo, percibía como cada lágrima caía por su mejilla, lloraba mirando al techo.

Crueles recuerdos y pensamientos llegaron a su mente... "No soy suficiente, nunca lo he sido y nunca lo seré". Había forzado su vida completa para lograr grandes cosas y triunfos destacables, pero no existía persona en el mundo que valorase aquello. La presión en su pecho se volvía más y más insoportable, escondió su rostro en la almohada, empapándola en sus lágrimas que cargaban con el amargor en el que se ahogaba por dentro. Sollozaba culpándose por cada fracaso en su vida.

Ya no era un malestar por no conseguir la reciprocidad en cuanto a sus sentimientos por aquel mafioso, era la acumulación de dolores y heridas que cargaba en su interior desde la infancia hasta justamente el presente día. Se había culpado desde temprana edad por la separación de sus padres y de que éstos le abandonaran prontamente, siendo ese el inicio de sus cargas emocionales, presentes en su vida para detener sus avances y romperle ocasionalmente. Tal vez era hora de dejar de esperar algo de los demás, y simplemente ser un egoísta hijo de puta que velara por sí mismo, probablemente disminuiría las chances de ser tomado por un idiota y ser pisoteado una vez más.

En silencio, envuelto en un pesado y amargo halo, Horacio pasó el resto del día en aquella cama. Rogaba por ser liberado pronto y no tener que verles las caras nunca más a todos ellos. Se encontraba realmente triste, molesto, decepcionado.

Por otro lado, Viktor yacía también en su lecho, a solas. Inapetente, se negó a comer, no estaba de ánimos. Daba vueltas en su cama, acongojado. No estaba de ánimos para verle la cara a nadie, y eso sus hombres lo notaron de inmediato.

Les había extrañado que el jefe parecía estar bastante tranquilo y a gusto durante las semanas recién pasadas, y, sin embargo, apenas anunció su mejoría casi absoluta, su rostro volvía a reflejar un impávido e inexpresivo semblante. Una vez más era aquel ruso de impenetrable coraza de aspecto temible, llegando a convencerles de que su mejoría física era real, volviendo a ser el mismo de siempre.

—Deberíamos simplemente descuartizarlo y deshacernos de él— Volkov oía los murmullos de sus hombres fuera de la habitación, comprendiendo que se referían al doctor. —¿Y si le dejamos ir, pero bajo amenaza? Ha sido de ayuda ese médico— dijo otro. —¿Estás loco? ¡Conoce el rostro del jefe! Es un peligro para todos el que quede libre— le costaba escuchar todos los cuchicheos, pero iba comprendiendo, muy a su pesar, lo que estaba por ocurrir.

Suspiró frustrado, cientos de voces se agolparon en su mente, encendiendo sus alertas internas. Aquello no era en absoluto su plan. Sentía su respiración irregularizarse, se sentía atrapado, atado entre las opciones que se presentaban ante sus ojos. ¿Cómo le explicaría que su intención era librarse de aquel dulce doctor para no arruinarle más la vida con sus mierdas, pero que lo único logrado habían sido los planes de su muerte próxima? Maldijo en su lengua materna, odiando ser el tipo que destruía todo cuanto tocase.

Volkacio AU - Healing ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora