[Capítulo 12] (Final)

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Estacionando su vehículo con prisa, Viktor bajó ansioso por ver al moreno, llevaba flores y algunos regalos para él, feliz por contarle que todo había ido bien en sus planes. Sin embargo, al abrir la puerta todo en su interior pareció nublarse.

El cuerpo casi irreconocible de Horacio yacía en aquella alfombra frente a él, tirando todo al suelo y cayendo de rodillas a su lado le volteó boca arriba, sin siquiera percibir en qué momento había comenzado a sollozar desconsolado. Lágrimas le impedían ver con claridad la escena, sintiendo filosas púas rasgando sus cuerdas vocales dolorosamente, junto a dagas que parecían atravesar su pecho de sólo pensar en el cuerpo maltratado de quien menos merecía sufrir en este mundo. Mareado le levantó cuidadosamente, llevándole a la bañera para quitar su ropa y dejarle en agua tibia, lloraba audiblemente mientras comprobaba su pulso que permanecía leve, casi imperceptible. En cualquier momento le perdería.

Rogando al destino por algo de compasión. Lavó cada una de sus heridas, temblando ante la idea de despedirse para siempre del hombre que había logrado sanarle en su momento, sin poder obtener una respuesta de su parte. Sin volver a ver el brillo de sus ojos bicolores, la alegría que emanaba su sonrisa, la calidez de su piel, la elegancia de sus lunares en la espalda, el sonido de su risita, sus mejillas sonrosadas, la pureza de su existencia...cada recuerdo le torturaba, le ahogaba. Secó su delicado cuerpo, llevándole a la cama donde en algún momento fue el doctor quien cuidó de él, rememorando cada nueva sensación que Horacio había causado en él, y ahora le veía inconsciente, completamente arruinado. Sin entender el por qué.

Eso, hasta que cada idea comenzó a encajar en su mente cual puzle ya resuelto. —No puede ser...—murmuró apretando los puños. Soltó un furioso grito que quemó todo en su interior, arropando al de cresta y saliendo de allí. Tras un portazo que retumbó con fuerza en todo aquel espacio, Volkov desapareció de allí.

Fue al día siguiente cuando Horacio recuperó la conciencia, sólo quejidos de dolor fueron pronunciados por él. Siendo incapaz de moverse o levantarse de allí. Miró a su alrededor, estaba solo... Una vez más no había nadie a su lado. Observó hacia la ventana, su visión se hacía difusa debido a las lágrimas que comenzaban a salir. Aquel doctor yacía allí, llorando en completo silencio, deseando no haber despertado jamás. Sus sollozos eran lo único que se oía en el lugar.

Aquellas saladas gotitas que escapaban de sus ojos generaban caricias en sus mejillas, recordándole que sólo se tenía a sí mismo, parecía un cruel chiste de la vida, que cuando pensaba que por fin alguien le valoraba, resulta que sólo le estaba usando. Suspirando, removió su cabeza, intentando borrar aquellos crudos pensamientos. Su corazón dio un vuelco al oír la puerta abrirse "...son ellos de nuevo, vienen a por mí", comenzó a ahogarse en su propia respiración, aterrado llorando con fuerza.

Y le vio allí, era él. Su cuerpo se tensó por completo, lloriqueando más alto aún sin poder moverse. —Horacio...Horacio soy yo— Se acercó Viktor de a poco, notando su reacción temerosa al verle, en un visible ataque de pánico. Por la mente del doctor pasó la imagen de aquel ruso golpeándole, terminando el trabajo sucio, finalizando por fin con todo aquello. Hundiéndose en el terror, sin poder respirar, fue sujetado por el peligris, quien con palabras suaves trató de ayudar. Inhala... exhala... inhala... exhala... —eso es... tranquilo— susurraba tiernamente. Un silencio absoluto invadió aquella habitación, el moreno se negaba a mirarle o a decir palabra. Estaba dolido, más internamente incluso que físicamente.

La mano de Viktor se posó en su mentón, elevándolo con suavidad para que le mirase a los ojos. Ambos estaban rotos, era evidente, cansados de sufrir, de aguantar duras cargas que ninguno había escogido...

—Me dejaste solo. — Acusó Horacio, su mirada seria y cargada de decepción se clavó en los fríos ojos de Viktor, quien bajó la mirada aceptando ese ataque. —Apenas mejore me iré, no quiero volver a verte. Prometiste cuidarme y mírame...— Sus duras palabras llegaron a escocer en el pecho de Volkov, quien asintió en silencio, tenía razón, no merecía nada de aquel hombre, le había fallado totalmente. Aclarando su garganta, con la voz rota acató su decisión.

—Está bien... comprendo— suspiró, sintiendo una primera lágrima caer por su pálido rostro. —Sólo quiero que sepas, que "ellos" no podrán hacerte daño nunca jamás— La seguridad en su voz enfureció aún más al moreno, viéndose obligado a explicarse. Titubeando, confesó —Horacio yo...yo acabé con ellos... y-yo — sus labios temblaban, su mirada estaba perdida —Nada jamás va a estar por sobre ti, si decides alejarte lo entenderé... puedes estar tranquilo, y mi promesa seguirá en pie— Ya no era capaz de detener sus lágrimas, la imagen de Horacio herido y lejos de él, quemaba —Tal vez algún día comprendas que este idiota sacrificaría lo que fuese por ti, y no pido nada cambio, con saber que estás bien, que eres feliz, valdrá la pena—

Cada palabra daba vueltas en la mente del moreno, viendo a Volkov desmoronarse frente suyo, confesando aquel intempestivo crimen. Observó con detenimiento por fin sus ropajes, manchados de tierra y sangre, todo era real...

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Como si de una poderosa ironía de la vida se tratase, Horacio debió permanecer allí debido a su delicado estado de salud. Recibiendo en silencio los tiernos cuidados de Volkov. Pensó que le dejaría solo, y sin embargo no fue así. Día a día aquel ruso curaba sus heridas, callado, esperando a que el de cresta le dirigiese la palabra, cosa que no ocurría. Con paciencia seguía allí, anhelando verle bien, aunque eso significase su partida, y su despedida absoluta.

Horacio, le observaba en completa mudez, era la hora del almuerzo. Como cada día, era Viktor quien le ayudaba a comer, acercando a su boca cucharada a cucharada de aquella deliciosa sopa preparada por él mismo. —¿Sabes?... — se atrevió a hablar el peligris, y sin obtener respuesta del moreno, prosiguió —He disfrutado mucho de tu compañía, y he podido aprender mucho de ti, yo...sinceramente espero que el destino te lleve hacia algún lugar que te permita brillar de nuevo—

Continuó, sintiendo su voz romperse un poco —Sé que pronto te marcharás...— dejó aquel plato de lado, suspirando —Y deseo fervientemente que, aunque no tenga oportunidad de verte nuevamente, y decírtelo, recuerdes lo valioso que eres...—

La mirada de Horacio estaba puesta sobre sus propias manos, levantándola para encontrarse con la de Volkov, sus ojos, brillando en desgarradora desesperanza despertaron algo en él, volviendo a pensar en cada momento vivido a su lado. Y volviendo hacia atrás, comprendió que aquel ruso le había dejado brillar a su manera, sin tener que ocultarse por miedo a ser juzgado. Había hecho todo lo posible por cuidar de él incluso hasta ahora sin pedir nada a cambio. Y le estaba cargando a él el peso de la culpa por los actos de violencia desmedida que cometieron sus hombres. Pero tal vez ya era muy tarde, tal vez ya no era tiempo de mirar atrás, Tal vez debía simplemente seguir su rumbo...empezar de cero, tal vez...

Suspirando, la mano de Horacio se posó sobre la de Volkov, un jadeo escapó de sus labios debido a lo inesperado de aquello, buscando en los ojos del otro los restos que quedasen de aquella silenciosa promesa que alguna vez habían compartido. Lágrimas caían por las mejillas de ambos, acercándose con lentitud, casi con miedo a romperse. Sus narices se tocaban con inocencia, Volkov le rodeó con sus brazos, acurrucándole con ternura, encontrando allí el calor que tanto anhelaban.

Y fue allí, en ese silencio compartido, cuando aceptaron que en la vida es imposible no caerse, no hacerse daño, no sufrir; pero teniendo a alguien dispuesto a combatir cada enemigo y a curar cada herida, es que vale la pena todo riesgo tomado... Horacio lo sabía... Viktor Volkov era un villano, y lo amaba por serlo, comprendiendo que un héroe sacrificaría a sus seres amados por el mundo, pero un villano... un villano sacrificaría al mundo entero de ser necesario por todo aquel que llegue a amar...

Rozando sus labios, con sus corazones latiendo desbocados...saboreando una vez más la dulzura de sus respiraciones mezclándose, Horacio por fin susurró —Vik... ¿Me puedo quedar? —

[[[ FIN ]]]

Volkacio AU - Healing ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora