Ella

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Las palabras de Betty estremecen a Armando. A pesar del tono bajo, ella ha sonado contundente, tanto como cuando habla de economía, esa materia que maneja mejor que cualquiera. 

- Eso le asombra, doctor? - pregunta, su voz tomando fuerza - Esa imbécil que se enamoró de usted ya no existe. No se ha cambiado sólo el peinado, no. 

- Usted no es imbécil, Beatriz, no diga eso.

- Lo era, doctor. Pero ya no. Cómo puede decir que no era imbécil si caí tan fácilmente en su trampa, si me creí todas sus palabras?.

Armando se siente completamente desarmado ante la evidencia de lo que sintió desde que Beatriz volvió a Ecomoda: ella no es la misma y se lo está confirmando con sus propias  palabras. 

Betty nota el gesto de él, entre angustia y arrepentimiento, pero sigue, porque siente que si no habla ahora luego ya no podrá  hacerlo.

- Sabe? Lo peor de todo es que si usted hubiera sido capaz de prestarme tan sólo  un poco de atención, enseguida se habría dado cuenta de que yo sería incapaz de traicionarlo, se habría dado cuenta de que no necesitaba ese plan siniestro para evitar que yo me quedara con la empresa, porque esa nunca fue mi intención, ni siquiera cuando contraté a Nicolás para gerenciar Terramoda. Ni siquiera cuando descubrí la carta y comencé ese estúpido plan de venganza con el que sólo  conseguí sentirme cada vez más perdida. 

- De verdad lo siento, Beatriz- consigue decir él, el peso en su pecho que se había aliviado con su confesión se duplica escuchándola. 

- Usted lo siente porque su plan se malogró- Lo interrumpe  ella - usted y su amigo pretendían que yo maquillara el informe para la junta y me fuera a esperarlo en otro país mientras usted se casaba con doña Marcela. 

La mirada de asombro de Armando le recuerda a Betty que él no sabe que ella lo escuchó hablar con su amigo.

- Sí, doctor, escuché su conversación con el doctor Calderón, cuando planeaban enviarme lejos. En ese momento decidí que no presentaría el informe maquillado, que para mí se habían terminado las mentiras. Yo necesitaba comenzar de nuevo, dejar atrás Ecomoda y todo lo que había hecho cegada por el amor a usted, empezando por encubrirlo con doña Marcela y por supuesto las maniobras inmorales que cometimos con Terramoda. 

Beatriz vuelve a tener los ojos aguados, pero consigue seguir hablando. 

- Yo confíe en usted con mi vida, doctor. De pronto ese fue mi error, entregarme al punto de olvidarme de mí misma, de mis valores, de mis principios. Por más que yo estuviera segura desde el comienzo de que usted no amaba a su prometida. 

Armando va a hablar ante estas palabras pero Beatriz lo interrumpe levantando la mano.

- Eso ya no importa, doctor. La ame o no, yo hice mal en aceptar tener esa especie de relación con usted. Pero eso no justifica lo que usted hizo conmigo. 

Betty suspira y se pasa la mano por los ojos, masajeandose  en el proceso. 

- Como  le dije la otra noche, doctor, de todas maneras yo ya lo perdoné, ya asumí mis errores y estoy pagando mi parte en todo este lío.  Usted cree que es justo seguir insistiendo en hablar conmigo y aclarar yo no sé  qué  cosas?.

- Sí,  Beatriz, es necesario que usted sepa algunas cosas. 

- Por qué, doctor?

- Por qué? Usted me pregunta por qué? Porque usted no se puede haber olvidado de mí tan rápido! - Armando ha levantado un poco la voz y retrocede al notar que ella lo mira con miedo - No voy a gritar, discúlpeme Beatriz. 

- No, doctor, tiene razón. Cómo voy a olvidarme  tan rápido de un hombre tan maravilloso como usted, un ejecutivo elegante, un hombre de mundo? Justamente yo, Betty la fea, la que nunca ha conocido a un hombre así!.

Betty ríe con amargura. 

- Todavía no lo entiende, doctor? Lo que usted me hizo no voy a olvidarlo nunca en mi vida. Y es sólo  gracias a doña Catalina que yo estoy aquí frente a usted, porque ella me hizo ver que guardar rencor sólo me perjudicaba a mí. Descubrir su juego me hizo retroceder en el tiempo y volver a sentirme esa adolescente que confió en su primer novio, esa ingenua que no supo distinguir entre un hombre enamorado y uno interesado, falso. 

- Ahora entiendo todas sus reservas conmigo, su forma de tratarme, cómo se portó usted la noche de mi cumpleaños. Usted necesitaba tenerme contenta, distraerme para que a mí  no se me ocurriera volarme con Nicolás y con su empresa. Lo que usted no pensó, doctor, es que igual yo supe desde el principio que con ese pagaré que me dio, estaba poniendo su empresa en mis manos. Y hubiera sido capaz de cualquier cosa por mantenerla segura, porque Ecomoda es suya y lo suyo para mí  era sagrado. 

- No hablemos de Ecomodo, Beatriz, se lo suplico. No me interesa Ecomoda en este momento.  

- Pero a mí sí, doctor. O no fue por Ecomoda que todo esto pasó? Usted debería  estar feliz ahora, ya pasó  la etapa de sufrir con la fea, ya volvió  con doña Marcela y se va a casar con ella, y pronto, en cuanto salgamos de deudas, su empresa va a volver a sus manos.

Armando niega con la cabeza y Betty nuevamente se anticipa a sus palabras. 

- Si se va a casar o no, no es conmigo con quien tiene que hablarlo, doctor. 

El silencio se instala entre los dos por unos momentos,  ambos sumergidos en el dolor; ella, el de los recuerdos, él,  el de los errores. 

Y es él quien rompe el silencio, esperando obtener de ella algo más, esperando con sus palabras abrir una grieta en ese muro que Beatriz ha construido. 

- Sólo respondame una última pregunta, por favor - le pide girandose  hacia ella y mirándola  directamente  a los ojos - Usted dijo que yo no me di cuenta de su incondicionalidad  conmigo. Pero hay algo de lo que usted no se dio cuenta, aunque era más  que evidente, creo yo. 

- Usted no notó, de verdad, mi deseo y mi amor por usted la noche que fuimos al apartamento de Mario?.

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Bueno, hasta aquí esta tercera parte. Aún no sé  exactamente qué rumbo va a tomar esta historia, así que estoy abierta a ideas y sugerencias. 

Espero que lo disfruten y que comiencen bien su semana!.


La noche que pudimos hablarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora