III

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Aunque no se hablase al respecto, todo el mundo sabía que había temas que no se debían tratar, preguntas que no se debían formular, deducciones silenciosas que se debían realizar y límites que no se debían sobrepasar

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Aunque no se hablase al respecto, todo el mundo sabía que había temas que no se debían tratar, preguntas que no se debían formular, deducciones silenciosas que se debían realizar y límites que no se debían sobrepasar. Y ello no partía de la influencia de las normas de cortesía en la vida humana —aunque quizá en parte también—, sino de la simple empatía y consideración que se le debía a cualquier persona, sobre todo aquellas en situaciones más vulnerables.

Quizá la decisión de Kid había sido la peor posible y se habían hundido en una espiral de expectativas, necesidad de aprobación y miedo a lo desconocido, pero aquello no era solamente su responsabilidad sino la de todas las partes implicadas. El verdadero error de Kid fue olvidar que los niños ricos blancos no eran capaces de asimilar ni siquiera la mitad del dolor y humillación que habían soportado a lo largo de sus vidas.

—¿Qué haces? ¿Qué mierda haces? ¡¿Quién te dio el puto permiso para hacer nada?! ¡¿Estás mal de la puta cabeza, cabrón?! ¡Eres un sucio retorcido de mierda!

Kid comenzó a gritar y a golpear a Sanji hasta que sus nudillos se llenaron de sangre. Este levantaba las manos en señal de rendición mientras trataba de alejarse de aquella bestia que no detenía sus gritos y sus insultos a medida que lo perseguía y lo atrapaba por las piernas para hacerlo regresar. Más que golpes secos, se escuchaban los chasquidos de los rebotes de cada impacto rápido.

—¡Te voy a matar aquí mismo, basura!

El pelirrojo ya no podía ver ni pensar. Todo su enfoque había desaparecido ante su furia y ni siquiera las palabras del tercero en discordia llegaron a sus oídos.

—¡Para, para de una vez! ¡Ya he captado la indirecta! ¿Qué mierda iba a saber yo del tema? —protestaba. Con sus manos trataba de desviar los puñetazos demasiado enérgicos para poseer algún tipo de control. Trató de parecer inofensivo, solamente defendiéndose y actuando de forma pasiva, pero Kid ya no creía ni uno solo de sus gestos. Ya se había dejado encandilar durante demasiado tiempo.

Solamente se detuvo cuando el temblor de sus manos llegó a los hombros y ni siquiera era capaz de mantenerse erguido sobre el cuerpo desnudo de Sanji. Sus brazos de porcelana ahora sangraban arañazos que él no había hecho, que eran demasiado viejos para siquiera ser de aquella noche. Kid quería seguir gritándole y preguntarle si siquiera se le había pasado por la cabeza preguntar antes de actuar. Pero no pudo: sus dientes castañeaban y sus costillas se aplastaban contra su pecho sin permitirle recuperar la respiración. Entre gemidos desesperados de impotencia y el fuego salpicando su garganta, prefirió centrarse en quien verdaderamente necesitaba apoyo: Law seguía hecho un ovillo en una esquina del dormitorio con los ojos apretados y una chaqueta de su novio cubriéndolo como una manta.

Kid se arrastró por la moqueta, sin preocuparse siquiera por levantarse ya que le temblaban hasta las piernas de toda la rabia que supuraba su piel. Jadeó en busca del aire suficiente para hablarle, para traerlo de nuevo a la realidad y no permitirlo disociar. Se apoyó en la pared, sin atreverse a tocarlo y observó el temblor de sus pestañas negras. Sanji, a unos metros de ellos, reptaba como la víbora que era en busca de su ropa.

Say the word; Eustass KidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora