Emma se deslizó por el conocido laberinto con rapidez, repitiendo en su mente una y otra vez la imagen de su hermano siendo decapitado. Sus ojos verdes, sin vida observándola fijamente, su boca parcialmente abierta, atascada por un grito que nunca tuvo la oportunidad de escapar de su cueva. A unos metros más allá, su agresor yendo por su madre con el hacha en mano. Probablemente ella había tenido el mismo destino que el desafortunado chico. Su hermano... la persona que más quería en este mundo. Impulso sus pies más allá, con toda la rapidez que le permitían sus músculos, su respiración quemando con cada bocanada. Y en su cuerpo, en su cuerpo sintió como si le hubieran arrebatado algo de cuajo, a carne vida. Como si un miembro le faltara. Su familia le faltaba.
Los gritos de los bárbaros llegaron a sus oídos, impulsándola más rápido a través de la maleza, debatiéndose por soltar o no la pesada espada que colgaba de su espalda, sin saber o no si iba a tener la oportunidad de utilizarla. Los había visto, había visto aquellos bárbaros de gran tamaño y fuerza estremecedora atacar como una serpiente. Rápidos y letales. Si bien ella sabía utilizar la espada, estaba al tanto de que eso no sería suficiente para salir libre.
Al ver la salida agradeció haber llevado pantalones de su hermano y el entrenamiento que había llevado a cabo durante un tiempo. Agradeció y lo dejo ir.
Un arbusto se movió, justo detrás de ella. Maldiciendo ella se preparó para atacar y morir con gloria.
El Mar rugió como una tormenta hambrienta de desastres y Rangar se deleitó. Sus brazos dejaron lo último de su botín en el barco.
Había sido un acierto. Viajar por si solo con unos cuantos inútiles nunca le había traído tanta dicha. ¿Quién habría pensado que en el oeste encontrarían tantos tesoros, tanta riqueza?.
Poco a poco fueron llegando los tripulantes. Sus fornidos cuerpos cargando su peso en oro. Rostros felices y satisfechos lo saludaban. Extrañado, Rangar buscó a Aaren. A lo lejos un chillido delató la ubicación de su fiel amigo. Caminando tranquilamente por la duna de arena, su amigo le saludó mientras cargaba algo ilegible a los ojos de los demás. Y cuando estuvo lo suficientemente cerca logró divisar la figura femenina colgando de sus hombros. Pateando el aire, sus manos golpeando la espalda sin darse algún descanso.
-¿No has tenido suficiente por allá, amigo? ¿Es que la llevarás para el viaje?.
Aaren rio, moviendo a la chica en sus hombros, provocando un grito que parecía estar teñido de furia.
-No lo sé, esta ha puesto bastante resistencia, ¿sabes?, la tuve que perseguir por un maldito laberinto para luego enfrentarme a su espada. Un verdadero dolor en el culo, pero es bonita. La podré vender allá si es virgen.
-Bien pensado- rugieron las voces.
Emma cayó a la arena en medio de un grito. Sus ojos buscaban frenéticos por una salida. A unos cuantos metros su espada cayó, el hierro brillando, las inscripciones tintadas en sangre. Un grupo de hombres la rodeaba, sus ojos claros examinándola mientras acariciaban sus barbas. Entre ellos el asesino. Su rostro marcado por la cicatriz que se obligó a recordar. Sus manos tintadas de la sangre de su familia. Aquellas manos que habían impulsado la espada que había separado la cabeza de su hermano de su cuerpo. Aquellas manos que habían tocado el cuerpo de su madre, para luego matarla. Aquellas manos que se habrán abalanzado a por su padre, terminando con él en minutos. Tres rostros que el nunca recordaría, pero ella sí. Ella los guardaría en su corazón, y en su memoria guardaría todo lo visto, toda la sangre derramada, como un recuerdo, un recuerdo de venganza. Emma se abalanzó a la espada, segada por el odio quemandole las entrañas.
Tenía que admitirlo, la chica tenía pelotas. Pensó Aaren mientras la observó coger nuevamente la espada, tal y como la había blandido unos 10 minutos atrás.
Con un grito, la pequeña chica corrió en dirección a Rollo, lo cual la delató. Expertamente este desenvaino su hacha, golpeando a tiempo contra el hierro de la chica. La espada no parecía tan pesada en sus manos pequeñas. Ella se movió con elegancia, mientras que Rollo solo desatinaba en sus golpes. La espada se movió en dirección a la cabeza cuando Rollo utilizó la madera de su hacha para engancharla. Funcionó por un momento. Rápidamente la chica dejó caer la espada a un lado, levándose el arma de mi amigo con ella, bajando su guardia. Todos pensaron, por un momento, que aquella chica sin un arma sería inofensiva. Muy consternados como para moverse observaron su pie chocar contra el pecho de Rollo antes de que este callera sobre la arena mojada con ella encima y un cuchillo sacado de su bota clavado en su ojo. Su alma acompañado de otras fue arrebatada en silencio que solo era interrumpido por los sollozos de la chica. Estaba demasiado sorprendido como para moverse.
Rangar observo los verdes ojos de la chica mientras la levantaba de un tirón. Hermosos, letales, pensó. Su piel pálida ahora bañada en sangre y su castaño cabello hecho un desastre. Era bonita como había comunicado Aaren, pero ni estando loco la llevaría en su barco. Acababa de demostrar que era una amenaza, sin duda, y temía que al primer pestañeo matara a otro de sus hombres.
-Mátala, Aaren. No vendrá.
Saliendo de su sorpresa, Aaren lo miró como si no entendiera de qué hablaba. Se movió hasta arrebatarle a la castaña de sus brazos, arrebatándole el puñal de sus manos como a un niño pequeño. Pisando el cuerpo sin vida de su compañero como si fuera mierda.
-Ni lo pienses. Ella vale oro, estará bajo mi custodia, lo prometo.
Rangar miró a la chica, debatiéndose. Sus ojos aún en el hombre muerto, sus piernas apenas sosteniéndola. Así no lucía para nada como una amenaza.
-Si hiere a alguien de mi barco irá sobre ti, ¿está bien? Ella es tu responsabilidad.
Asintiendo, Aaren ató sus manos, para luego empujarla hasta el barco.
Sin pensarlo antes, Emma vio su oportunidad. Se tiró al mar sin reparos, desasiéndose de las ataduras torciendo hábilmente sus manos.
Rangar miró duramente a su amigo antes de que este, con un gruñido se desasiera de su capa de piel. El mar lo recibió como a un viejo amigo, y en unos pasos estuvo al lado de la chica. Tomándola de la cintura la alzó para luego dejarla caer con fuerza.
-Si quieres malditamente ahogarte, solo lo tenías que haber pedido, mujer.
Emma escuchó con consternación aquellas palabras antes de volver a caer dentro del agua. Indignada intentó levantarse, para luego ser levantada y tirada nuevamente por el gigante bárbaro. Repetidas veces.
-¡Ya!- chillo la chica- Es suficiente, maldito bárbaro.
Todos rieron. Aaron decidió levantarla por última vez, tomándola de las axilas y poniendo su enojado rostro frente al de él.
-Me harás caso desde ahora, mujer. A cualquier desobediencia te tiraré fuera del barco y no nadaré por tu trasero, ¿entendido?.
Los ojos verdes de la chica se movieron frenéticos. El la zarandeó, esperando una respuesta.
-¿Entendido?- volvió a cuestionar.
Rangar observó a la chica darle una respuesta. No la que Aaren quería, pero finalmente, una respuesta. Su pequeño puño se estampó en la mejilla de su amigo, haciendo un sonido sordo, acompañado por el alarido de la chica al ser soltada nuevamente. Cansado de jugarretas, avanzó por el pequeño oleaje hasta llegar a ellos. Con una mirada le dijo a su amigo que dejara de hundirla. Rabiosa, la chica ya libre, volvió a levantar su puño. Parecía un pequeño niño que no aprendía de sus reprimendas. Antes de que ambos tuvieran la oportunidad de pelear nuevamente, Rangar tomo el puño en sus manos y la jaló en su dirección.
-Basta de juegos- le ordenó. Mirándola fijamente e intimidándola levemente. Se subió a la chica a los hombros sin protesta alguna de parte de ella, para luego dejarla en su barco.
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Iron soul.
Historical FictionSoy hierro y forjo mi historia, mi destino. Me forjo a mi misma.