Lost and found.

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Emma corrió a través del bosque congelado como si se le fuera la vida en ello. El silencio, ensordecedor, fue interrumpido por su respiración desigualada, y la nieve, blanca, imperiosa, solo fue perturbada por la mancha de sus ropas sucias y desgarradas, formando manchones irregulares, allá donde ella pisaba. Cada paso dejando una marca. Delatándola, advirtiéndole que su tiempo era limitado.

Algo la seguía, estaba malditamente segura de aquello. Por encima de sus pasos apresurados y su respiración herrada podía sentir fuertes jadeos y pisadas suaves, rápidas y limpias que rasgaban la superficie.

-Vamos, vamos.

Suplicó, intentando impulsarse más en medio de su apresurada carrera. Ella no había escalado, caído y vuelto a escalar aquellas horrendas y puntiagudas piedras para nada. No, si Emma había logrado salir de esa horrible especie de prisión bárbara, no era para caer en alguna otra horrible mierda bárbara. No cuando podía respirar el fuego de la libertad dentro de su cuerpo, justo en sus pulmones, incinerándose con cada respiración, con cada movimiento.

El Aullido detrás de ella amenazó con paralizarla.

Sin molestarse en golpear la gran puerta de madera congelada, Rangar entró dentro de la morada de su mejor amigo sin aviso más que el fuerte eco que producían sus pisadas enojadas. Armado con su espada y con la furia de lo que sabía pronto sería un pueblo furioso al cual aplacar, lo cual, pudo haber ahorrado si no fuera por Aaren y sus estúpidas ideas.

Aaren observó estupefacto la cara enfurecida de su amigo, sin molestarse por la escandalizada mujer desnuda a su lado. Con un ademán Rangar le incitó a marcharse. La pobre chica paralizada, observaba con ojos de ciervo asustado, en busca de alguna respuesta.

-Vete– Musitó Aaren, con un gesto de desdén, curioso por saber la fuente de la molestia de su amigo.

Rengar no sabía si golpearlo por ser un idiota o simplemente correr en busca de la chica. En un rápido movimiento aventó las botas de Aaren en su cara, descolocándolo.

- ¿Qué mierda? - musito, atrapándolas en el aire.

- Eres un estúpido – gruñó, aventándole la ropa yacida en el suelo – La chica se ha escapado de aquel calabozo en el que se te ocurrió dejarla. En unas horas el pueblo querrá explicaciones. Tenemos que encontrarla.

Entendiendo la gravedad de la situación Aaren se levantó de un salto, alarmado. Con ademanes rápidos se vistió, para luego azotar la puerta, a la siga de su jefe. Rezándole a los dioses porque aquella estúpida forastera se encontrara bien. Sintiendo como el frío calaba sus huesos, y mayormente, culpándose por ser un jodido descuidado.

Sus siluetas se perdieron rápidamente en el bosque, a la siga de aquellas pequeñas pisadas que ensuciaban la nieve.

Su corazón tronando en sus oídos era todo lo que podía escuchar. ¿Qué haría? Aquel bosque no tenía fin. La luz de la luna bañaba el camino blanco, lleno de árboles que se le hacía iguales a cada paso. ¿En qué mierda se había metido? Aquel jadeo animal seguía detrás de sus pasos, casi como si se tomara su tiempo. Una presa, eso era lo que era. Una puta presa, y ella se lo había buscado. 


Su corazón tronando en sus oídos era todo lo que podía escuchar. ¿Qué haría? Aquel bosque no tenía fin. La luz de la luna bañaba el camino blanco, lleno de árboles que se le hacía iguales a cada paso. ¿En qué mierda se había metido? Aquel jadeo animal seguía detrás de sus pasos, casi como si se tomara su tiempo. Una presa, eso era lo que era. Una puta presa, y ella se lo había buscado.

Sintió los bellos en sus brazos erizarse por algo más de frío. Fue en aquel momento que lo supo, su maldita hora había llegado.

Emma logro agacharse los centímetros suficientes como para lograr evadir aquello que se había lanzado en su dirección. Un chasqueo de dientes y colmillos chasqueo a unos centímetros lejos de su oreja, donde había estado exactamente unos segundos atrás.

Casi como un borrón pudo ver aquel animal peludo. Eran tan hermoso como letal pensó, mientras que sentía su cuerpo fijarse estático en la nieve.

Entonces así es como moriría finalmente. Sola y lejos de su tierra, en un lugar que ni siquiera sabía donde era con exactitud. Con un jadeo, sintió el peso en su corazón y un alivio interior. Al menos no era en es cueva llena de huesos olvidados. Al menos no era bajo la espada de alguno de esos barbaros.

El lobo castaño la observó y casi podía sentir el calor de la baba que se le resbalaba por los colmillos y derretía la nueve al caer. ¿Cuánto le tomaría en perder la conciencia? Se preguntó vagamente. Pensó en gritar, consciente de que nadie la escucharía. Pensó en correr, sintiendo que sus piernas le fallarían en cualquier momento. Las patas traseras de su asesino se encogieron, preparándose para saltar a su presa.

Emma decidió cerrar sus ojos y dejar de respirar. Pronto me reuniré con ustedes, le susurró a su familia.

Solo que aquellos colmillos nunca llegaron a cerrarse en torno a ella. Aquellas garras no la alcanzaron. Un chillido moribundo y dientes chasquear la obligaron a abrir los ojos, enfocar su mirada. Emma cayó como si su cuerpo hubiera perdido su fuerza. Sus manos enterradas en la nieve y sus ojos sin creer la mierda que veían.

Un borrón de pelos y colmillos luchaba no a más de 3 metros de ellas. Dos contra uno. Patas negras y colmillos sangrantes destrozaron en lo que no pudieron haber sido más de 30 segundos a aquel lobo castaño.

¿Qué tan malditamente mala era su suerte? Ahora no sería un solo lobo destrozándola, sino que dos. Y como el infierno que estos se veían más aterradores que el primero.

Vio como la nieve se derretían ante la sangre derramada. Entrañas colgando de los colmillos. Casi juró que pudo ver el último suspiro de su primer depredador. Su estomago se revolvió ante la imagen. Así es como acabaría ella.

Sin poder evitarlo, ella vomitó a su costado. Su cuepo reaccionó por primera vez en lo que sentía minutos eternos. No tenía fuerzas. ¿Cómo es que iba a salir de esta?

Un sollozo se le escapo de la garganta mientras que su cuerpo tiritaba.

Ojos dorados se enfocaron en ella. Sintiendo que vomitaría por segunda vez ella pudo tener una vista mejor. Negros, gigantes y de unos increíbles ojos dorados. Los dos lobos la miraban con algo distinto a como había sido con el primero. Curiosidad. Ella no sabía si sentir alivio o cualquier otra maldita cosa. Rogó a todos los dioses que conocía porque esos dos estuvieran satisfechos con su merienda.

Fue entonces cuando sus narices se recogieron y mostraron los dientes. Sólo que no fue en dirección a ella.

Unos metros más allá se asomaron dos hombres. Sin miedo pero recelosos. No eran tan estúpidos.

Fue entonces cuando lo más inesperado surgió.

Los lobos se abalanzaron a ellos, pasando la figura desparramada sobre la nieve con su propio vomito a un lado.

Y entonces atacaron, como si estuvieran defendiendo a uno más de la manada. 

Iron soul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora