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El tiempo poco a poco fue pasando, transcurrió otro mes sin mucho reparo, Reki no salía de casa a no ser que fuera para hacer algunas compras, casi podía incluso decir que su nueva mejor amiga era la anciana a la que ayudaba todos los días a llevar la compra a su casa después haberla conocid hace unas semanas.

- Joven, disculpa, joven -llamó la anciana al pelirrojo que se encontraba enfrente suya en la caja. -¿Podría colocar esto ahí? -pidió la anciana mientras alzaba dificultosamente la bolsa que colgaba de sus manos.

Parecía ser que debido a la falta de fuerza en sus brazos no podía alzarla más que de su cadera, por lo que no podría colocarlo encima del mostrador.

-Claro, señora, yo le ayudo -había dicho Reki mientras una gran e iluminada sonrisa aparecía en sus labios, al contrario que sus ojos apagados.

Por aquel entonces, la señora parecía haber notado que algo andaba mal, pero no sintió que debía meterse en los problemas de alguien que no conocía, por lo que simplemente le devolvió una sonrisa que arrugaba sus ojitos.

Reki, entonces ayudó a la señora, incluso la acompañó a la puerta del supermercado cargando su bolsa.

-¿Quiere que lo lleve hasta su casa, señora? -preguntaría entonces mientras cargaba de nuevo su propia bolsa y la ajena, sin dejarle siquiera negarse, si podía evitarlo, evitaría dejar ir a una señora sola con una bolsa tan pesada.

Ella tan solo rió risueña y ambos caminaron hacia su casa. Reki escuchaba todo lo que la señora le contaba, no sabría decir cómo, pero terminó contándole sobre anécdotas de preparatoria, como se había tenido que casar con un hombre que no quería y que, irónicamente, está felizmente viuda.

Cuando estuvieron frente a su casa, dejó las bolsas en el recibidor e hizo una pequeña reverencia al entrar en la casa.

Dos semanas después, Reki se encontraba en el mismo recibidor, descalzándose con toda la confianza del mundo y adentrándose a la casa donde ya sabía dónde estaba cada habitación.

-¡Abuelaaa! -llamó a la señora alegremente mientras apoyaba sus manos en el marco de la puerta de la cocina y asomaba únicamente su cabeza. - Ya estoy aquí.

-Oh, Kyan, cielo. Llegaste temprano, ¿Volviste a escaparte? Sabes que no deberías hacer eso, hijo -se acercó a la mesa y colocó encima de esta un platillo de arroz, Reki sonrió en grande y se sentó en la mesa.

-¡Que aproveche! -exclamó mientras comenzaba a comer, hambriento pues llegar a casa y estar con sus padres cada vez se le complicaba más.

Había tenido suerte de encontrar a aquella señora hacía dos semanas, pues sin duda el uno para el otro habían sido la mejor compañía.

- Shuzu-sama, ¿Sigue sin contacto de su nieto? -preguntó mientras se llevaba otro bocado de arroz a la boca, manchando un poco su comisura.

-Aún ayer lo vi aunque apenas fueron diez minutos, Luky está muy ocupado con el instituto, dijo que empieza en una semana después de las vacaciones -comentó Shuzumi, la señora, mientras tomaba asiento en frente de Reki.

Reki observó con cautela los movimientos de la anciana. Últimamente había estado preguntándole sobre sus preocupaciones y comenzaba a sospechar que se había enterado de algo.

-¿Tampoco dirás nada hoy, hijo? -preguntó mientras un tembloroso suspiro salía de los labios de la mujer, apoyándose sobre su codo. - ¿No crees que es un poco triste que una anciana sea tu única amiga?

Golpe directo al orgullo.

-No le veo lo malo, abuela, me divierto contigo. -contestó Reki mientras alejaba el plato y hacia un mohín indignado.

By your side || Lanki • RengaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora