Estamos en la terraza de la comisaría sintiendo en nuestra piel las caricias del sol. Estos días el calor fue sofocante, debíamos estar por lo menos a cuarenta grados centigrados y sin energía eléctrica el aire acondicionado era un mero adorno. Pero los cielos comenzaron a encapotarse y pronto llegaría una refrescante lluvia.
Los demonios necrofagos están alrededor del edificio, se los puede ver por todas partes, una enorme horda que se movía sin rumbo, apretandose y arrastrando los pies. Fueron los disparos de la otra noche lo que llamó su atención, llegaron tantos que aplastaron contra la pared a los que estaban más antes, quedando estos reducidos a una maza compacta de carne necrotica comprimida, dejando un permanente olor a carne descompuesta que flotaba por todas partes. Llegar a la camioneta era imposible.
La ciudad esta al norte del otro lado del río y el aeropuerto al otro extremo de la ciudad, atravesarla sería una odisea, pero ahora el problema que tenemos es como escapar de aquí.
Lo conversamos hasta agotar toda posibilidad. Ella me esperaría y yo iré solo. Saltare de la terraza hacia el tejado de la casa contigua e ingresaré tratando de despejar el camino para encontrar una salida hacia el otro lado de la manzana. Era la única manera. Tomé la pistola con la carga completa, treinta balas y después de estamparle un apasionado beso salté hacia el tejado; justo cuando comenzó a llover ya que de esa manera los muertos no podrán oírme si es que se presentaba algún imprevisto en mi aventura.
Pronto llegué al lugar que me pareció más seguro para amarrar la cuerda y me deslicé por ella hacia el piso inferior, la casa era enorme y de dos plantas, por lo que pude observar se trataba de locales alquilados para la venta de mercancías.
La lluvia se transformó en tormenta y el viento me balanceaba de una manera terrible, pero la aproveché para rebotar y dar de patadas a la ventana blindex, en el tercer intento cedió y lo atravesé en medio de los fragmentos de seguridad, aterrizando estrepitosamente sobre mi trasero. Ahora estoy en el piso superior, sin embargo escuché un ruido abajo, no estoy solo.
Desde que todo este infierno zombi comenzó hubo varias ocasiones en las que me vi en situaciones realmente comprometidas, supe sobrellevarlas y salir adelante. Pero ahora mientras estoy solo en la planta superior de esta casa oyendo el sonido proveniente de la planta baja, admito que tengo miedo. Si algo me pasa ¿Que será de Donatella?
Respiré despacio, tomé coraje y avancé por el amplio pasillo hasta llegar a las escaleras que descienden al primer piso. Todo olía a cerrado y a humedad, sin embargo ya había notado en el ambiente un leve aroma a descomposición. Estaba preparado para lo peor.
La planta baja se encontraba completamente vacía, volví a oír el mismo ruido de antes, parecían golpecitos dados al azar, rítmicos; súbitamente se detenía y luego otra vez tac, tac, tac... Provenia del mismo lugar donde me encontraba, justo al fondo del lado derecho del corredor.
Empuñando la pistola automática en la mano derecha comencé a caminar en esa dirección, había un televisor y muchas sillas plegables. El ruido se escuchaba más claro, me acercaba, lo sé porque el olor a putrefacción era más intenso. Una puerta, de el otro lado llegaban los golpecitos nitidamente. La abrí de un tirón dispuesto a todo...
El pobre diablo era un guardia de seguridad que se balanceaba cual péndulo desde la altura, un suicidio, se colgó sin saber que de esa manera sólo engrosaria la peste zombi, lo que es peor desde esa tragicomica situación no podría satisfacer su voracidad caníbal y en su desesperación solo le quedaba balancearse y patear apenas el muro más cercano. Estaría así hasta que la descomposición natural termine deshaciendolo en pedazos, el hedor que desprendía era infernal, se estaba pudriendo ya que pude ver unos gusanos blancos, enormes asomando por su boca, nariz y ojos. Sentí nauseas y vomite todo mi almuerzo hasta que el gusto a bilis me confirmó que tenía el estómago vacío.
ESTÁS LEYENDO
Amor en tiempo de zombies (español)
HorrorCuando los muertos de todo el planeta están volviendo a la vida. Cesar y su novia Donatella deberán iniciar un terrorífico viaje en busca de refugio. Él abogado boliviano, ella maestra de artes plásticas argentina, se conocieron por un fortuito erro...