«Algo no va bien»

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El terror comenzó en el momento menos esperado. Quién en su sano juicio se iba a imaginar tal desconcierto.

Alrededor de las seis y media de la tarde los muertos vivientes nos invadieron; era una turba de horripilantes criaturas hambrientas de carne humana y sedientas de odio y destrucción, llegarían arrasando con toda la gente que estaba en el lugar.

Las cabañas del río Pirai son un paseo público que también hacen de restaurantes de comida típica, al fondo de dicho lugar de recreación se encuentra a la playa del río del mismo nombre, lugar donde mucha gente aprovechando las altas temperaturas de la región acostumbra bajar a beber unas cuantas cervezas disfrutando de el sol o simplemente refrescarse y jugar chapuseando en sus mansas aguas color chocolate.

Ahí estaba yo tomando tranquilo mi fría cerveza conversando con mi amigo «Chino» el expendedor del rubio liquido, un cincuentón y dueño de un carácter agradable.

Cuando a lo lejos, prácticamente de la otra orilla notamos que venían hacia nosotros varias personas, en principio pensamos que se trataba de borrachos porque caminaban de un modo extraño, cojeando o arrastrándose como si les costara movilizarse por si mismos; además gruñían o más bien gemían de un modo gutural y sus alaridos helaban la sangre. Nos dimos cuenta de que no eran seres vivos por su aspecto, estaban cubiertos de una espantosa corrosión como si se tratase de una masa, tumefacta, hinchada y desfigurada : eran cadáveres putrefactos y repugnantes que avanzaban sembrando la muerte y además esparcían ese hedor característico de la carne corrompida.

Llegaron y súbitamente se abalanzaron con furia caníbal sobre una pareja que estaba adentro de un vehículo, no tuvieron oportunidad, los destrozaron y se los comieron.

Con la espantosa impresión por lo que acabábamos de ver todos los que estábamos ahí nos retiramos en desbandada, cada cual por donde podía, pero los muertos nos acorralaron ya que comenzaban a aparecer por todo lado, había grupos de muertos desfigurados, algunos solos y otros grupos mas grandes. Salían del monte o por el río.

Como pudimos Chino y yo les evadimos ya que eran demasiado lentos y torpes, de mi vehículo ni hablar, los muertos estaban sobre nosotros.

Corrimos rumbo a las cabañas, la noche ya había caído y el entorno era espeluznante, llegamos más rápido por un atajo, pero nos aparecieron mas monstruos, Chino agarrado de su machete se defendía con porfía: «¡Corra por ayuda!», gritó y yo obedecí completamente asustado.

Cuando llegué el lugar era un caos total: El pandemónium absoluto de criaturas infernales atacando, gruñendo, destruyendo y devorando a sus anchas, los vivos corrían despavoridos por sus vidas. En el puente defensivo que a un lado del camino hacía de caballerizas para que los turistas y visitantes alquilen caballos había sucedido una sangrienta masacre porque ni los indefensos animales se salvaron de morir a dentelladas.

Amor en tiempo de zombies (español) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora