III

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Tras largos años al servicio del emperador obteniendo importantes victorias militares, Ferenc volvió a casa y pudo pasar más tiempo junto a Erzsébet. Tras muchos años de matrimonio que había pasado separados la mayor parte del tiempo por fin pudieron ver crecer a su familia. Primero nacieron tres niñas y al cuarto intento el resultado fue un varón que heredaría el condado de sus padres. No fue mucho tiempo el que pudieron disfrutar juntos en familia, pero fue feliz e intenso hasta que la guerra contra los otomanos se reanudó de forma mucho más cruenta. Así comenzó la Guerra de los Quince Años que enfrentó a una alianza de reinos cristianos, que requirió la asistencia del conde Ferenc, frente al Imperio Otomano y otros aliados musulmanes.

Erzsébet volvió a ocuparse de administrar los dominios pertenecientes a su condado, a cuidar de sus pequeños hijos y a visitar la fuente donde se aparecía el reflejo de Ferenc en las noches de luna llena.

La guerra avanzaba con sitios y asedios que permitían avanzar a los dos bandos en diferentes direcciones, la frontera se difuminaba de forma caótica mientras se volvían a producir las primeras batallas campales desde Mohács.

Fue durante aquellos años en un invierno que dejó unas nevadas inhabituales, a pocos días de distancia del castillo de Čachtice, que una joven muchacha de la baja nobleza húngara se hallaba dando un paseo bajo la silenciosa caída de la nieve. Se encontraba encinta tras su reciente boda, que se había celebrado a la carrera ya que su esposo tenía que volver al frente de guerra. Paseaba entre árboles que ya habían perdido, meses atrás, sus hojas. Apenas se podían distinguir colores más allá del blanco de la nieve y los oscuros tonos de los troncos de los árboles, pero hete aquí que la joven vio un destello de color rojo entre la nieve. Tras acercarse a ver de qué se trataba descubrió una rosa que no sólo no se había marchitado sino que era espléndida y desprendía un perfume hipnotizante. La joven decidió cogerla para llevársela a casa pero las espinas eran tan afiladas que le hicieron un pequeño corte del que cayeron tres grandes gotas de sangre sobre la nieve. Ante estas tres gotas que coloreaban la nieve, la joven quiso pedir tres deseos; quería tener una hija con la piel blanca como la nieve, quería que sus labios fuesen tan rojos como la sangre, y quería que sus cabellos fuesen oscuros como la madera de aquellos árboles deshojados.

Al final de la primavera, la joven noble dio a luz a una niña preciosa que cumplió completamente los deseos que había pedido cuando encontró la rosa en la nieve. Llamó a su hija Hófehér, cuyo significado en húngaro era Blancanieves.

La condesa y BlancanievesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora