II

126 19 20
                                    

Corría, corría y corría.

No había manera de que se cansara, estaba demasiado feliz.

Siempre había sido el destacado de educación física, pero hoy estaba siendo aún mejor.

La señorita Fradkov dió un descanso, él solo seguía corriendo dando la vuelta sin parar.

Cómo siempre, nadie se atrevía a obligarle a detenerse.

—¿Qué comes, niño? —Escucho una voz atrás suyo, bajó poco a poco la velocidad.

—Nada fuera de lo normal —respondió fluidamente.

—En Inglaterra no era común ver gente que daba más de treinta vueltas a la cancha sin cansarse —se escuchó su ligera voz—. Al parecer tenían razón en que los rusos eran un poco intensos.

Para él era algo nuevo entablar una conversación en medio de una clase.

—¿Británico? Según yo eran realmente buenos en resistencia física —rió mientras corría.

—Supongo que eso no aplica en mí —su risa se hace presente—. Ven acompáñame.

Paró en seco por lo dicho, lo miró, lo estaba esperando.

Se acercó lentamente, dudando en realidad.

—Sorprendente, no luces ni siquiera cansado —puso su mano en el hombro del ojiverde.

Eso logró estremecerlo.

Simplemente siguió su paso, hasta las duchas, pocas veces estaba ahí, no era uno de sus lugares favoritos, lo hace sentirse aún más solo.

Se acercó a los fregaderos para poder verse en el espejo.

Pálido, ojeras demasiado pronunciadas, ojos verdes sin nada especial.

A veces entendía el desprecio de las personas hacía él.

La imágen de Louis aparece.

Se había quitado la parte de arriba.

Le estaba sonriendo, como cada vez que lo miraba, la verdad no entendía, pero le gustaba, es de las pocas personas que le han sonreído en la vida.

Solo su mamá, algunas veces Gemma y él.

Mientras le devolvía la sonrisa, otra persona aparece en el reflejo, un chico al que solo recordaba el apellido, Posvyatenko.

—Louis ¿verdad? —se acerca a él, asiente —.¿Puedes venir con nosotros? Será un momento —Apunta hacia atrás de él.

Le dirigió una mirada antes de ir con ellos.

Giró por un momento y pudo ver cómo le estaban hablando mientras lo señalaban, sabía perfectamente lo que pasaba.

Le estaban contando sobre él.

Dió un gran suspiro, cerró los ojos y contó hasta díez.

Cuando terminó la cuenta, abrió el grifo y tiró agua en su cara.

Salió de las duchas y caminó para ir a buscar sus cosas que se encontraba a un lado de las gradas.

La señorita Fradkov dejó su botella se agua a un lado y se levanta de la silla en la que estaba.

—Bien, niños los que quieren jugar fútbol se acercan a la cancha —Ella habló fuerte —. Los demás se pueden retirar.

Ignoró lo que dijo y se dirigió hacia la salida.

Un escalofrío lo invadió cuando sintió unos dedos en la piel desnuda de su cuello.

—¿No te gusta el fútbol? —Giró un poco el rostro encontrándose con Louis.

—Me gusta, es mi deporte favorito —Respondió con sinceridad.

—¿Por qué no juegas?

—Sin embargo, no me gusta jugarlo —levantó las cejas.

—Interesante.

Cuando miró completamente el camino notó que ya estaban fuera del establecimiento.

—Ya te contaron ¿no? —aceleró el paso, tratando se soltarse de él.

—¿De qué?

Logró quitar su mano de él y caminó mientras se alejaba del chico.

—Sobre mí, mi historia, el niño raro, brujo, diabólico o lo que sea que hayan dicho —No controló su propia boca ya que lo dijo más fuerte de lo que esperaba.

—Lo hicieron, sí, pero me importa una mierda, me da totalmente igual lo que piensen los demás —Se detuvo—. Quiero ser tu amigo.

Lo miró directamente.

—Sonará patético, pero eres la primera persona que quiere ser mi amigo —Bajó la mirada porque la vergüenza lo invadía.

—Créeme quiero serlo.

—Eso significa que la gente no se acercará a ti —alzo su voz ya que estaba bastante lejos.

—Ellos se lo pierden —Dió la vuelta y se fue.

Con una sonrisa en su rostro se fue a casa, el camino fué más rápido aún, más alegre, más lindo, algo diferente.

(...)

Cuando abrió la puerta el fuerte olor a comida llegó a sus fosas nasales entró y cerró la puerta.

Fué hacia la cocina donde estaban Gemma y Anne sentadas comiendo.

Tomó un plato y se sirvió la comida, después se sentó en medio de ellas.

—¿Esa sonrisa? —la voz de Marina se hace presente.

—No lo sé, simplemente estoy feliz —Sutilmente respondió mientras llevaba comida a su boca.

—No puede simplemente eso, no eres precisamente alguien...feliz —El sonido del cubierto sonó contra la mesa —. Déjame ver...

Sintió sus dedos rozar su brazo.

—¡No me toques!

—¡Shhh! Sólo déjame —Agarró su brazo, mientras cerraba los ojos.

No era la primera vez que intentaba adivinar sus pensamientos, según ella tiene algún tipo de poderes telepáticos, pero nunca logra exactamente saber lo que le pasa.

—¿Por qué no aceptas que no tienes ese tipo de poder?

—Lo tengo y lo estoy aprendiendo a controlar, no como tú y el fuego —Gruñó ante el recuerdo.

—Oh ya veo...¡Un chico! —Gritó ansiosa —. Interesante...¿Amor? Realmente interesante.

—¿Amor? ¿De que hablas? —Se sorprendió de su propio tono de voz.

—Lo...Lo...Louis ¿No es así? —Lo miró esperando una respuesta, pero no respondió —. Chico nuevo, amable contigo, no te ignora como los demás, te está empezando a gustar y puedo sentir miedo...

—¿Gustar? Lo conozco hace dos días —Rió nervioso.

—¿Escuchaste sobre el amor a primera vista? —Apretó su piel.

—¿Crees en eso? No lo puedo creer, Marina —respondió evitando el dolor.

Miró a su mamá, pero parecía no interesarle.

—Suena estúpido, pero somos una familia con poderes, cualquier muerde puede ser real.

Ella tenía razón, con ellos existiendo, cualquier cosa podría ser real.

—Como dije, detecto miedo, demasiado —lo encara mirándolo directamente a los ojos —¿De que tienes miedo, hermanito?

—¿Miedo? Yo no tengo miedo, las personas me tienen miedo a mí —Sacó la mano de encima y comenzó a comer callado.

Quizás tenía un poco de miedo, un poco demasiado, bastante pensándolo bien.

All the love          

Yolanda

Karla

Brujo | Larry Stylinson •Adaptación•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora