seis

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Los días son solo una medida de tiempo, que no cuentan si son siempre los mismos, cuando tú te paralizas los minutos, horas y segundos también, es todo relativo, van de la mano. La única medición es la propia, si querés que el reloj corra o no. Depende de tu percepción.

Y a estas alturas estoy dejando correr el tiempo, sacarme un peso de encima, por ahí se empieza, abriendo una puerta para que sea lo que el destino quiera, de a poco intento dar un paso más, medio dubitativo para asegurarme que el piso no sea de arenas movedizas, pero un movimiento al fin.

Ya pasaron varias semanas desde que empecé terapia, al principio me costó mucho, y me va a seguir costando, Roma no se construyó en un día. Sin embargo, me está ayudando a abrir los ojos y encontrar mis vías de escape, gracias a eso y las pastillas que me suministra puedo decir que mis pensamientos de terror disminuyeron, pero siempre van a estar ahí. Nunca me podré desprender de ellos, y cada tanto los invito a dominar mi psiquis.

Aún así mi interior sigue siendo 50/50.

También recibí más afecto externo, de la chica con la que me junto todos los días en la terraza, la que mostró por primera vez un mínimo interés en mí y me recomendó comenzar con este cambio.
Luego de la última vez que me abrí con ella, cada noche nos encontramos en la terraza, hiciera frío o calor, es algo que ambas simplemente implementamos en nuestra rutina, hablar, no hablar o solo hacernos compañía.

Me dijo que me considera su amiga, no estoy muy conciente del significado de amistad, pero parece que ella sí e intentó explicármelo varias veces, en algún momento lo entenderé, así que en esta instancia puedo decir que tengo una amiga, mi única amiga.

Y hablando de este ser, la estoy esperando en este preciso momento, abajo del edificio, para que me acompañe a ir al acuario a comprarme un pez, recomendación de la psicóloga,  por no decir consigna, para aprender un poco más sobre responsabilidad.

No tengo idea sobre las especies de esos no mamíferos, pero elegiré alguno lindo, y fácil de cuidar.

Le mandé un mensaje, ya que intercambiamos números, diciéndole que ya puede bajar, le comenté sobre esto anoche y ella se ofreció, aprovechando que es sábado además, ya que los días de semana me tengo que lamer las heridas, y la tarde está perfecta para caminar.

Pasaron unos minutos para que bajara, cuando la noté me puse en posición para empezar a caminar, estaba sentada en la escalera de la entrada.

—Bueno, — dijo dando un aplauso — ya podemos irnos.

—Claro.

Ya dejé de tartamudear en frente de ella hace bastante, me da un poco más de confianza por lo que las palabras no me salen más atropelladas. Al principio me costaba pero me fui arreglando.

Comenzamos a caminar, al acuario más cercano, a paso de peatón, rapidito, para llegar lo más pronto posible y poder escoger con tranquilidad, espero que no haya mucha gente, además me tengo que comprar la pecera también, vamos a estar un rato considerable.

Hay silencio entre las dos, pero no es incómodo, tiene piernas más largas que yo por lo que tengo que apurarme un poco, y cuando me esfuerzo para alcanzarla me da una mirada sutil, con una risita de por medio. Parece a propósito.

Al cabo de unos veinte minutos llegamos a la puerta del local, es gigante, no hay tanta gente por suerte, pero la suficiente como para mantener a los empleados ocupados, así que vamos a ganar tiempo, y dar algunas vueltas.

Está lleno de distintos peces, pequeños, medianos, gigantes, podíamos ver a través de los vidrios como golpeaban su cara cuando lo tocábamos con el dedo, qué criatura sin sentido, no creo que sea mucho trabajo hacerme cargo.

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