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La pequeña Jolyne no se había levantado de muy buen humor aquel día de la mudanza. Jotaro suplicaba que por favor tuviera la amabilidad de levantarse y que pronto irían por un helado una vez haya terminado todo, pero la pequeña Kujo ignoro toda petición de su progenitor.

— Vamos Jotaro, ¿Sigues peleando con una niña? — Pregunto burlesco el pelirrojo mientras acomodaba sus anteojos.

—  Cuando tengas una hija tu solo lo comprenderás Noriaki — Contesto frustrado.

— Tal vez tu fuiste el que se levantó de mal humor — Menciono Polnareff — ¿Has dormido a caso?

En realidad no. Jotaro no había conciliado el sueño desde hace unas semanas y estaba ya experimentando los claros "síntomas" de no poder dormir como era debido. Cada noche era un batalla consigo mismo y su mente, ya que parecía que no dejaba de pensar en todo lo que había pasado recientemente.

— La mudanza ya se va, Jotaro. Vamos — Dijo Kakyoin.

— Claro, Jolyne ven — Busco cargarla pero la niña hizo un puchero y le dió la espalda.

— Déjamelo a mí — Dijo Polnareff tratando de calmar a su amigo — Ven pequeña, ven con tío Pol.

Por supuesto que Jolyne correspondió a los brazos del otro hombre. Ahora parecía que Jolyne prefería estar con todos menos con su padre.

No sabía cuanto podría resistir está situación.

Echo un último vistazo a su hogar y con melancolia y dolor tuvo que aceptar que ese lugar no iba a hacer nada más que dañarlo.

Cerró la puerta por última vez y fue al automóvil de Kakyoin.

☁️

Prácticamente fui obligada salir de mi cómoda cama cuando mi mamá se percató que mi alarma había estado sonando unas cinco veces y esas veces lo golpee para que me dejara en paz. Ella solo me quito las sábanas y con un jalón me saco de la cama mientras me regañaba.

Mi padre solo era testigo de nuestra discusión mientras leia su periódico y esperaba que sus tostadas quedarán lo suficiente quemadas como él tanto le gustaban.

— ¿¡Crees que te dejare todo el día en la cama cuando ayer llegaste con estás calificaciones!? — Grito mi madre en la puerta de la cocina mientras yo buscaba algo para desayunar y arreglaba mi zapato.

— Sabes que soy un asco en biología y la única que reprobé fue esa.

— Es increíble tu cinismo — Expreso mi madre fatigada de reclamar lo mismo — Ni creas que irás con nosotros al viaje de mañana.

— ¿¡Que!? ¡Me prometiste que está vez si iría a Tokio! — Me acerque a ella esperando que solo estuviera jugando conmigo.

— Y yo te dije que tus calificaciones debían subir. Te quedarás en casa estudiando.

Eso no era justo. Ella sabía que odiaba biología y era mi peor materia. Las demás había sido de las chicas más altas que hasta recibí halagos y felicitaciones de profesores.

— ¿Y como estarás segura de que estaré en casa estudiando?

— Ya se me ocurrirá algo — Aseguro casi victoriosa — Ahora desayuna y vete a la escuela.

El apetito se había desvanecido en mí. Mi papá ni siquiera se inmutó por nuestra pequeña pelea, aunque así era por él, prefería alejarse del campo de batalla.

𝑨 𝒍𝒂 𝒐𝒓𝒊𝒍𝒍𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝒎𝒂𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora