7

288 27 4
                                    

Antes de llegar a la residecia Kujo, pasé a mi casa a quitarme el tonto uniforme y ponerme algo más cómodo para poder trabajar. A veces era vergonzoso que Kakyoin me viera con el uniforme y no con otra cosa. Esas estúpidas telas no resaltaba mi cuerpo como yo deseaba.

Antes de que pudiera golpear la puerta, Jolyne me recibió con un abrazo y me jaló para adentro para comenzar mi jornada. Todo iba bien hasta que me topé con Jotaro saliendo de su oficina. No entendía, se suponía que ya debía estar afuera como él había dicho.

- Hola... - Incliné mi cabeza un poco en un intento de evitar su mirada. - Pensé... Que ya estaría fuera de Morioh, como mencionó.

- Cambio de planes. Kakyoin y Polnareff fueron en mi lugar.

- ¿El señor Kakyoin está fuera? ¿Y-Y cuándo volverá?

- Unas horas, unos días. No lo sé.

Eso era malo. Si lo que decía Jotaro se cumplía, entonces nuestra famosa cita nunca se llevaría a cabo e iría quedando en el olvido. Ahora temía que Kakyoin solo me haya engañado para deshacerse de mí e irse a trabajar tranquilamente.

- Está bien. - Mi voz ahora sonaba triste. - ¿Y usted saldrá a trabajar?

- No. De hecho, le dije a Josuke que viniera, ¿no está contigo?

- Él no mencionó nada. Pero puedo ir a buscar...

Cómo por arte de magia, el chico de gran copete hizo aparición y saludó con su característica sonrisa.

- Hey. ¿Interrumpo algo?

- Estábamos hablando de ti. - Dije. Jolyne tomó mi mano y dijo que quería ir al patio. - Dejo que arreglen sus asuntos.

Josuke solo se despidió de nosotras sacudiendo su mano y me observó unos segundos antes de que Jotaro le llamara.

Al llegar al jardín, Jolyne me mostró un guante de béisbol y una pelota. Mencionó que estaba interesada en jugar en el equipo de su escuela, pero Jotaro no estaba muy convencido así que prefirió comprarle todo lo relacionado a béisbol y dejar que Polnareff y Kakyoin le ayudarán.

- ¿Sabes jugar? - Cuestionó la pequeña Kujo mientras se acomodaba el guante.

- Solo he visto jugar a Josuke y Okuyasu. No sé si lo sepa hacer.

- Tío Pol apenas me está enseñando, pero me cuesta lanzar mucho la pelota. Siempre termino haciéndola caer a mis pies. - Expresó triste por sus capacidades.

- Tal vez te pueda ayudar. - Fui tras ella y coloque la bola en su guante. - Según recuerdo, la posición de tu cuerpo influye en qué tan lejos la pelota llegué. Intenta sacar tu cadera...

La ayudé con lo poco que sabía de dicho deporte. Mi padre y mis dos amigos hablaban siempre de eso, pero no me interesaba del todo. Ahora solo tuve que hacer un esfuerzo por Jolyne y explicarle cómo mejorar su lanzamiento.
Ella rápidamente lo comprendió y comenzamos a practicar.
Jolyne parecía tan feliz ese día que aún lo recuerdo.

- ¡30! ¡Logré 30 lanzamientos perfectos! - Jolyne saltaba alegre por su pequeño récord. - ¡No creí que lo conseguiría!

Ella se abalanzó contra mí para darme un enorme abrazo; un sincero y dulce abrazo que por primera vez percibí de alguien. Mi corazón saltó también de la emoción y correspondí alegremente a dicha muestra de afecto, como si de alguna forma pudiera abrazar a mi versión infantil.

Me pregunté si Jolyne hacía lo mismo con el señor Kujo.

- ¿Puedo ir por agua?

- Voy por ella. - Accedí sabiendo que ella no quería verse con su padre. No parecían precisamente alegres el uno con el otro en estos días.

𝑨 𝒍𝒂 𝒐𝒓𝒊𝒍𝒍𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝒎𝒂𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora