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Al llegar a la escuela, noté que Josuke ni Okuyasu estaban cerca. Ni siquiera las chicas que últimamente estaban siguiendo a Josuke. Me preguntaba qué habría pasado para que no nos encontráramos en el camino a la escuela.

El pueblo en general había estado alerta por cualquier anomalía. En algunos lugares el problema de la energía continuaba y, a pesar de que la compañía había hecho llegar un comunicado que todo estaba bajo control y no había de qué preocuparse, muchas personas demostraron su descontento por no tener el servicio. Mis padres, del mismo modo, se quejaron del pésimo servicio y de que a veces existían fallos en la luz a cualquier hora del día.

De algún modo eso llamaba mi atención, pero no por mí, sino por Jolyne. A pesar de ser una niña valiente y fuerte, seguía siendo eso: una pequeña niña que le temía a la oscuridad. ¿Y si en la residencia Kujo esos problemas pasaban mientras yo no estaba? Jolyne no podía confiar plenamente en su padre, aún tenía la costumbre de encerrarse en su oficina y dejar a Jolyne sin compañía en una casa tan grande como la de ellos. Además, se suponía que si Jotaro me había dado la oportunidad de cuidarla era porque necesitaba protegerla de algo... O, tal vez, de alguien. Eso sería algo incongruente por parte del señor Jotaro.

Mientras caminaba hacia mi salón de clases, escuché dos voces familiares saliendo de una de las aulas y, al acercarme más, me di cuenta de que se trataban de Koichi y Yukako.

— ¡Hey, Hola! — Saludé desde la ventana y en automático Yukako giró hacia mí con su típica mirada de pocos amigos.

— Hola... — Saludó Koichi con una dulce sonrisa.

— Lamento haber interrumpido... Es que no encuentro a Josuke y Okuyasu.

— Dijeron que llegarían un poco tarde. Tuvieron un pequeño inconveniente.

Eso tenía que ser una gran mentira, y una muy mala por parte de esos dos. Ni siquiera me habían llamado para molestar o salir a algún lado el fin de semana. Mi única comunicación había sido con Josuke, luego de que habláramos sobre mi cita con Kakyoin y después de eso no supe más de él. Si me estaban escondiendo algo, tendrían que decirme a como dé lugar.

Mientras más me acercaba a ellos, me percaté que Yukako no solo curaba parte del rostro de Koichi, sino parte de su pecho y hombros. De inmediato pregunté qué había pasado, pero Koichi al momento de querer hablar, algo lo detuvo y decidió callar.

— Unos idiotas le dieron una golpiza. — Contestó Yukako por él. — Ya te dije que cuando sea así, tienes que llamarme.

— Es vergonzoso tener que recurrir a mi novia para que me defienda.

— Miren, suelo traer un poco de algodón y alcohol. Tómenlo — Dije mientras sacaba de mi mochila rosa los productos. Jolyne solía hacerse muchos moretones y heridas cuando jugaba, así que siempre iba preparada.

— Gracias... Y le avisaré a Josuke que lo estabas buscando. — Dijo Koichi con esfuerzo, la pequeña sonrisa en su rostro se reemplazó por un gesto de dolor cuando Yukako cerró la venda.

Sentí un poco de pena por Koichi. El pobre era un imán de problemas y muchas veces terminaba en el lugar equivocado. Al menos Yukako sabía cómo cuidarlo y defenderlo. Me despedí de ambos y le deseé pronta recuperación a mi pequeño amigo. Koichi respondió con una sonrisa adolorida.

Apenas salí de aquel salón, tres chicas me interceptaron y me acorralaron contra la puerta. Al verlas mejor, noté que eran chicas de mi salón, las que últimamente estaban siguiendo a Josuke como si se trataran de su sombra.

— Pero que...

— Tú. Eres la amiga de Josuke, ¿no es así? — Preguntó una de las chicas.

— ¿Sí...? — Respondí con desconfianza, extrañada por su repentina manera de acercarse a mí.

𝑨 𝒍𝒂 𝒐𝒓𝒊𝒍𝒍𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝒎𝒂𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora