10

207 13 25
                                    

Italia; uno de mis lugares favoritos en la tierra ahora estaba frente a mí y era más hermoso de lo que imaginaba. Estaba fascinada por la infraestructura, comida, aromas y paisajes que lo complementaban.

Por supuesto, el ambiente de las luces de mi habitación en ese lujoso hotel junto al aroma de las velas y la música de fondo provocaban en mí una mejor experiencia.

Todo indicaba que era nuestra luna de miel.

Admiré mi vestido de novia, era tal cual lo había imaginado cuando solo era una niña, pero mi esposo era quien lucía cómo un Dios bajado del cielo. Él era el hombre más apuesto que mis ojos pudieron haber contemplado.

Mi esposo me recostó sobre aquellas sábanas blancas con sumo cuidado, tratando de no lastimarme al estar encima mío. No tardó mucho en que ambos juntáramos nuestros labios y pronto sentí como él tenía intenciones de aventurarse a algo más acorde a la situación en la que nos encontrábamos.

Mi corazón latía con fuerza y mis pensamientos comenzaron a nublarse por toda la pasión que mi amado estaba derrochando sobre mí. Había estado esperando tanto ese momento a lado del amor de mi vida y ahora estaba por cumplirse.

Con los ojos cerrados, y correspondiendo a aquel apasionado beso, esperé su siguiente movimiento, pero al sentir que se detuvo, mis ojos poco a poco fueron abriéndose, esperando al menos una explicación. Lo único que conseguí visualizar fue la atractiva cara de mi esposo; aquellos ojos azules y semblante frío acompañado de una hermosa cabellera ondulada y negra.

Jotaro...

Jotaro Kujo era mi esposo.

Y era mío.

— ¿Qué ocurre? —pregunté preocupada de haber hecho algo mal.

—Nada, solo quería verte —contestó con una sonrisa, provocando que mi corazón diera un vuelco y mis mejillas ardieran por la vergüenza ante la inesperada sinceridad en sus palabras.

Jotaro volvió a buscar mis labios con los suyos con renovada pasión y sus manos comenzaron a recorrer todo mi cuerpo sobre el vestido, tratando de tocar más allá de lo permitido.

Mi cuerpo comenzaba a responder de manera ante su tacto tan preciso y cuidadoso, que algunos suspiros y quejidos no se pudieron quedar atrás.

Eso parecía ser el cielo...

🐚

— ¡Oye, tú!

Un golpe seco me despertó en ese instante, para después recibir otro en la cabeza del cual fue responsable mi mamá. Antes de poder quejarme del dolor, me percaté que estaba en el comedor de mi casa tratando de hacer tarea, pero al no comprender al cien por ciento todo, opté por dormirme sobre mis libros.

Todo se había tratado de un estúpido sueño.

— ¿¡Qué demonios estabas soñando!?

— ¿Yo? N-Nada mamá... — Murmuré mientras tomaba mi cabeza, sintiendo mis mejillas arder al recordar el rostro de mi jefe a escasos centímetros del mío.

—Te hablé como por cinco minutos y parecías muy concentrada en ese sueño.

Demonios, ¿había dicho o hecho algo que me delatara? Imploraba no haber dicho el nombre de Jotaro entre mis sueños.

Con vergüenza miré a mi madre, y ella esperó pacientemente una respuesta.

—Es que soñé que me caía y... Mi jefe, el señor Jotaro, me... Me intentaba ayudar... — Cerré mis ojos, esperando que esa excusa fuera lo suficientemente creíble para no levantar algún tipo de sospechas.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 02 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝑨 𝒍𝒂 𝒐𝒓𝒊𝒍𝒍𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝒎𝒂𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora