2. La pesadilla de Hogwarts

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II. 

Lo cierto es que si algo aborrece de Hogwarts son los primeros días después del verano, y claro que es personal. Harry es uno de los mejores promedios de todo el colegio, seguramente el segundo, y aún así tiene que hacer pruebas y exámenes para los equipos académicos. Lo peor: No hay fútbol hasta el primero de septiembre. Un jodido mes de puros partidos amistosos e igual de basuras.

Hogwarts no tenía problemas en tener fútbol hasta octubre, para nada, eso incluso les ayudaba a conseguir un buen entrenador, uno que cumpliera con el prestigio del Colegio, ¡bah! Puras patrañas, el entrenador Moody ni siquiera tenía pierna, y de todos modos iba de un lado a otro en el campo gritandoles que podían perder una nalga con el movimiento de tobillo equivocado.

¿De verdad querían que creyera que escogían a los entrenadores concienzudamente?

Claro que no, y en cuanto vio llegar al nuevo entrenador debió estar seguro. El primero de septiembre, a las siete treinta de la mañana, un hombre de rostro pálido y cabello negro los esperaba sentado en las gradas.

La profesora McGonagall desfilaba por enfrente de todos los chicos que harían las pruebas para los equipos, se detuvo al estar frente al hombre y lo presentó con un dejo de prisa: —Jóvenes, él es el señor Tom Riddle, él será su entrenador a partir de hoy. Esperemos que se quede por más de un semestre. Demuestren el espíritu de Hogwarts y sobre todo sus valores al entrenador Riddle.

Y se fue. Los dejó ahí, sin saber qué hacer o decir, simplemente expuestos a la frívola mirada del tal entrenador Riddle.

—¿Estarán mirándome o comenzarán a correr? —espetó con el entrecejo fruncido. El equipo se miró entre sí antes de observar a Harry con las cejas enarcadas.

El azabache carraspeó y dio un paso al frente, el entrenador de inmediato lo observó con ojos estrechos.

—Disculpe, entrenador, pero solemos calentar un par de minutos antes de...

—¿Escuchaste lo que dije? —interrumpió con su mano en alto.

—Sí, quiero decirle que...

—Si escuchaste lo que dije, ¿por qué sigues hablando? —volvió a interrumpir con molestia.

—Porque necesita saber...

—¡Basta! —espetó irritado. Harry dio un paso más al frente y no se movió, esperó a lo que sea que el entrenador fuera a decir. Pero ninguno dijo nada, se mantuvieron así: observándose el uno al otro como si con ello pudieran decir todo lo que ansiaban gritar.

—Vamos a calentar y después correremos —informó Harry con detenimiento, listo para gritar si era necesario. Contrario al ambiente pesado que se había esparcido por el campo y a los rostros cautelosos del equipo, Riddle sonrió y elevó una ceja con curiosidad.

—¿Quién eres tú en el equipo? —preguntó en un tono peligrosamente amable.

Harry no titubeó ni se encogió ante su máscara, sonrió de la misma forma que el entrenador y respondió con seguridad: —Capitán de Gryffindor y del Colegio.

—Harry Potter —masculló el hombre, como si estuviera saboreando cada letra—. Adelante, sigan al capitán, jóvenes.

Tiene que admitirlo, fue escalofriante. Tuvo la mirada del entrenador sobre él durante toda la práctica y, evidentemente, no tuvo ninguna objeción válida para no dejarlo ser el capitán nuevamente, tiene todas las malditas cualidades. Así que no resultó sorprendente que en los vestidores lo llamaran estupido y valiente con la misma energía eufórica.

The Chosen One © [Harry Potter] UADonde viven las historias. Descúbrelo ahora