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- Es mejor que dejes de luchar pedazo de escoria. No debiste huir. Ahora tu muerte será peor - Rathavit vio por última vez la daga sobre su cuello antes de cerrar los ojos.

Llegó a pensar que el poderoso tendría destinado algo más grande que una muerte segura para él, como siempre, se equivocó. Había logro escapar de las mazmorras de Aquino ¡Nadie había vivido lo suficiente para escapar de ellas! De que privilegios se creyó poseedor para suponer que su destino sería diferente. Ya una vez había pensado que lo tenía todo, que tres comidas al día, una cama y un amo que decía apreciarlo era lo mejor de la vida.

"Un exclavo no tenía derecho a soñar" se dijo.

Mientras decía sus plegarias volvió a sentir la punta de la daga clavarse sobre la yugular, apretó con más fuerza los ojos resignado a su trágico final.

El cielo se cortó y a lo lejos se escuchó un graznido, de ningún lugar aparente un halcón de inmensas alas doradas llegó y mordió la mano que sostenía la daga, el niño cayó junto al capitán de bruces, el majestuoso halcón detuvo su vuelo en el brazo de un jinete en armadura negra. Los soldados de Aquino que rodearon al niño giraron a mirar al ginete.

El hombre en un imponente caballo del mismo color que su armadura se acercó avasallante.

— Siempre he creído que tomar ventaja de los más débiles es de cobardes... — los soldados que hace unos momentos tenían rodeado al niño ahora cambiaron de objetivo poniéndose en guardia — Cinco contra uno ¿pensáis que eso es justo caballeros? no les habéis enseñado nada — los cuatro soldados se miraron sin comprender. Su capitán que hace un momento había caído de bruces se levantó molesto y sentenció al desconocido — Es mejor que desaparezca sino quiere que la guardia de la Reina de Aquino lo lleve como prisionero a usted también.

— ¿Prisionero? — pregunto asombrado el ginete. Traía un pesado casco que impedía ver su rostro — Están diciendo que ese niño de ahí... — apunto directo al niño que seguia tirado en el suelo asustado — Escapó de Aquino  — el ginete se quedó en silencio unos minutos soltando las riendas para sacar el casco que lo protegía.

Los soldados exclamaron asombrados al reconocer al ginete.

— ¡¡¡Teniente!!!

— Tanapon — el capitán espetó el nombre del teniente con desprecio — Te hacía muerto y hecho alfombra de algún cazador — sacudía sus pantalones con una risa sordida y la mirada clavada en su antiguo lider de batalla.

Ambos hombres se miraron sin ocultar el odio que sentían mutuamente.

— Tao, Tao ,Tao ... Tenías que ser tú — tocó su barbilla con burla — Eso explica tus malos chistes, lo que no explica es como llegaste a ser capitán.

— Alguien debía ocupar tu lugar...

— Tú lo has dicho. “Alguien” no un animal como tú — las risas de los soldados saco la furia del capitán.

— ¡Capturarlo! Es una orden en nombre de su reina — los soldados dudaron por un segundo: momento de duda que el teniente aprovecho para bajar del caballo y desenfundar su espada.
Luchó contra ellos sin gran esfuerzo, el mismo los había entrenado, se sentía orgulloso de ellos sin embargo sus capacidades de pelea no superan a las suyas, pudo contra ellos con gran agilidad y proeza. Termino con el capitán sometido bajo su espada.

— Tao, tienes que hacerme un gran favor — el ahora capitán de la guardia no pudo más que mirar con rencor a su superior — Dile a tu Reina que necesita más que un castillo lleno de guardias para impedir que la mate.

Fascinante DecadenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora